Los frescos atardeceres anuncian la cercanía de los Pixano’ob, familias comunitarias y urbanas se alistan para recibir la visita de sus difuntos, los camposantos son chapeados y pintados como un acto de respeto a dolientes y visitantes, jícaras, vasos de cristal, velas, flores, fotografías y aromas se entremezclan para crear un ambiente de paz y serenidad.
Es así cómo entre los pueblos y sus culturas, al finalizar el otoño, cuando las mañanas comienzan a enfriar y el viento sopla como si tuviera pequeñas navajitas, significa la cercanía del Día de los Muertos, una de las fiestas más representativas entre los pueblos originarios de México. De manera breve expondré aquí cómo la cultura Purépecha, Ch’ol, Mixe y Maya yucateco celebran el día de los Aj pixano’ob.
Entre los Purépechas, las celebraciones distinguen dos tipos de muerte, los que fallecieron hace más de un año y las muertes recientes, los que todavía no cumplen un año de haber dejado el mundo de los vivos. La celebración mortuoria purépecha consiste en llamar a los muertos para invitarlos, y en marcarles los caminos hacia los pueblos, hacia sus casas. Los invitan a pasar para estar juntos por la noche en familia, con comida, charla, música y cantos que caracterizan este momento de encuentro.
Para estos días, las familias realizan sus rituales celebrativos, adornan las puertas con flores amarillas en señal de bienvenida; las cruces de sus muertos portan en estos días papeles de colores y flores de la región; por cada muerto preparan una corona con pasto seco y muchas flores distintas; hornean pan, queman copal, encienden muchísimas velas para que alumbre y dure toda la noche. En algunas comunidades trazan caminos con flores para marcar la ruta de llegada y partida.
Antes de las celebraciones, la familia purépecha desyerba y lava la tumba de sus muertos, para que todo luzca limpio. Cuando todo está listo revientan voladores para que los muertos sepan que los están esperando. Las familias se sientan en las tumbas de sus familiares muertos y, encima de servilletas nuevas, sirven los alimentos. Entre música, canciones, rezos y conversaciones pasan la noche entera con sus muertos. Al amanecer los despiden y les recuerdan que dentro de un año tendrán un nuevo encuentro.
Asimismo, entre los Ch’oles, existe la creencia que, cuando el espíritu abandona el cuerpo y ya no regresa, se dice que la persona muere; sin embargo, su vida continúa en otra región del mundo llamada witzch’en. La cosmovisión de la cultura ch’ol afirma que un ch’ol nunca muere del todo, por eso en los funerales visten al difunto con su mejor ropa, la van y le ponen huaraches nuevos para que duren durante su trayecto a la otra región.
Al muerto lo colocan en un cajón de madera que sus amigos le hacen, le colocan un machete bien afilado como herramienta de trabajo, una bola de pozole y unas cuantas monedas por si tiene necesidad de comprar algo durante el viaje. Durante la noche nadie da muestra de excesivo dolor porque saben que al amanecer el difunto se levantará para emprender un nuevo camino, comprender que es natural y que a todos les tocará algún día, es parte de su vida.
Al enterrar al muerto, aseguran que su cabeza apunte hacia el Oriente y los pies al Poniente para que su viaje siga el movimiento del Sol, de Este a Oeste. En esta posición el muerto puede cobrar nueva vida, como cobra vida el Sol cada mañana.
En noviembre, durante la celebración general de los muertos, las familias visitan el panteón, limpian las tumbas, rezan, encienden velas y comen sobre las tumbas para que los muertos sientan la compañía y sepan que sus familiares no los han olvidado.
Para la cultura Mixe, también conocido como el pueblo Ayuuk que significa selva y montaña o quienes habitan en las tierras altas y hablan el lenguaje de la selva. Para los Mixes es el paso a la otra vida, cuando la persona muere se cambia a otro lugar que ellos llaman como “el otro lado”, un lugar en el que existe una vida similar a la que ellos conocen, pero sin desgracias o enfermedades, con alegría y tranquilidad, con fiestas y manjares de la región. Para llegar ahí, el difunto tiene que atravesar un río de aguas impuras, a un lado del río se encuentran grandes perros negros que serán los que apoyen a cruzar estas aguas, sin su ayuda sería imposibles cruzar el río.
Durante el Día de Muertos, los antepasados, vienen desde ese otro mundo a visitar a sus familiares para convivir con ellos, para rencontrarlos. Ese día se cocinan deliciosos alimentos como tamales de frijol o de “amarillito” (mole tradicional espeso). Después de preparar el altar de muertos con todas las cosas que gustaba a los difuntos cuando vivían en esta tierra, al amanecer de ese día, la comunidad entera se va al panteón, invitan a sus muertos a pasar un par de días en el pueblo y los llevan a la casa con velas, música, copal y cantos. Al llegar, los familiares vivos cuentan sus cosas, sus anhelos y los acontecimientos más importantes del año y que los extrañan.
Pasados los dos o tres días, toda la comunidad vuelve a caminar al panteón, para llevar a los antepasados y dejarlos descansar, hasta el próximo año. Así celebra la cultura Mixe a sus muertos, consideran una falta grave el olvidar a sus muertos, debido a que la memoria de sus antepasados da fuerza y vitalidad al pueblo.
Entre la cultura Maya yucateca, las comunidades creen que al morir una persona su alma inicia un camino desde su tumba o desde el lugar en que murió. Ese camino articula diversos espacios sagrados, desde los dos metros de tierra donde es sepultado hasta el altar donde él llegará a su regreso; durante el transcurso del viaje, el esperado visitante recorre diversos lugares de la geografía comunitaria maya, estos son lugares naturales conocidos por el alma venidera, puedo pensar que el alma no pierde contacto con los lugares que vivió, trabajó o conoció durante su efímero paso por el mundo terrenal.
El punto de llegada es el altar, espacio sagrado para dar bienvenida al pixán que significa “lo que está oculto o no se puede ver”, ante él ocurren acontecimientos trascendentales para la familia, porque representa contactos de convivencia entre vivos y muertos. Las oraciones, plegarias y rituales durante esos días, son solemnes y llenos de fe, esta práctica se realiza durante el transcurso del día o bien por las madrugadas. Los abuelos narran que muchas veces el solar de las casas suele transformarse durante estos días en lugares llenos de misterios y sonidos extraños, hay momentos en que se siente la presencia de “alguien” o los relatos de los vecinos que aseguran sentir al ser y su presencia.
El biix o finados cumple con la creencia de esperar y ofrecer a los pixano’ob visitantes, chakwajes, caldo con pollo o tamalitos para que ofrezcan a los visitantes del otro mundo. Acompañados con incienso, velas y flores. La llovizna nocturna señala que las ánimas pronto vendrán, juntos meten la ropa lavada, caminan entre las hamacas de sus hijos como protección bajo la luz de las veladoras. Se cree que los perros anuncian la llegada de los difuntos.
Nuestra cultura afirma que las almas salen del cuerpo y recorren diversos puntos de la geografía territorial maya, estas almas regresan cada año a visitar a sus familiares y tomar sus alimentos del altar familiar, que se arregla especialmente para esperar a los fieles difuntos.
Los panteones en estos días están de fiesta, los parientes limpian las tumbas, chapean, lavan, enjuagan, reparan o cambian la cruz hecha de madera o cemento, cambian las flores por otras más frescas, el xk’anlool, el múul, xtees y otras flores silvestres cultivadas son cortadas para aromatizar o engalanar dicha tumba. Es común pintar o restaurar el “nicho” del difunto, para esperar con respeto la misa en el panteón. El retorno de los pixano’ob se manifiesta con la colocación de velas en las puertas de las casas, en la albarrada familiar o a un costado del sakbej, indica que los difuntos han iniciado el viaje de regreso, recorriendo nuevamente los espacios y caminos que anduvieron durante su estancia entre los vivos.
Este bosquejo cultural de cuatro pueblos originarios de México refleja la vitalidad con que se llevan a cabo las celebraciones que las comunidades hacen para esperar la llegada de los que no se pueden ver, a los Pixano´ob.