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Ecos de mi tierra

Luis Carlos Coto Mederos Juan Cristóbal Nápoles y Fajardo

III 564

Galas de Cuba Cuba, mi suelo querido, que desde niño adoré, siempre por ti suspiré de dulce afecto rendido. Por ti en el alma he sentido gratísima inspiración, disfruta mi corazón por ti dulcísimo encanto, y hoy te bendigo y te canto de mi ruda lira al son. Cuba, delicioso edén perfumado por tus flores, quien no ha visto tus primores, ni vio luz, ni gozó bien. Con dulcísimo vaivén besan tus playas los mares, se columpian los palmares, gime el viento dulcemente, y adornan tu regia frente blancos lirios y azahares. Los nísperos que florecen en las vegas de tus ríos, forman dulces murmuríos si al son del viento se mecen: Te adornan y te embellecen montes y cañaverales, susurran tus caimitales, te cantan los ruiseñores y arrulladas son tus flores por las brisas tropicales. En la provincia oriental, bajo el cielo peregrino se eleva el monte Turquino, siempre verde y colosal. Allí el alegre zorzal sobre las ramas saltando, ve en los peñascos rodando las flores que el viento quiebra, y a tu ardiente sol celebra con su canto dulce y blando. Tú tienes risueños prados y seductoras campiñas, dulces y fragantes piñas, aves raras y ganados. En tus montes elevados se columpian las jocumas, y en las plateadas yagrumas que se elevan en el llano, el tocororo cubano luce sus variadas plumas. Tus cristalinos torrentes que entre flores se deslizan, tus praderas fertilizan con sus límpidas corrientes: Hay a orillas de tus fuentes bellezas indescriptibles y allí los juncos flexibles en la vernal estación, besan las aguas al son de los vientos apacibles. Ostenta en ti el cocotero sus primorosos racimos, siendo sus frutos opímos envidia del extranjero. Tus dagames en enero florecen siempre lozanos, mil primores soberanos tu faz de nácar destella, y eres “la tierra más bella que vieron ojos humanos”. Las guajiras que entre flores nacen en tus campos bellos, tienen negros los cabellos y los ojos seductores; con sus gracias y primores son gratas cual la ambarina, donosas como una ondina, dotadas de ardientes almas, esbeltas como tus palmas, dulces como mi Rufina. Son tus aguas exquisitas y regaladas tus frutas, y bellísimas las grutas de las lomas de Cubitas. Mil bellezas infinitas hay en medio de tus montes, y a tus vastos horizontes esplendida luz colora, cuando al despuntar la aurora cantan tus pardos sinsontes. Son risueñas tus marañas y tus bosques pintorescos, y tus cedros gigantescos se alzan sobre tus montañas. Tus plátanos y tus cañas al caminante recrean, te adoran y te hermosean, de tu alma son los destellos, y son azules y bellos los mares que te rodean. Se elevan los yamaqueyes en tus terrenos feraces, y se anidan las torcaces en tus esbeltos mameyes: Sobre tus altos jagüeyes se alzan las ceibas lozanas, ostentas las yaruguanas verdes pencas bulliciosas y son alegres y hermosas tus dilatadas sabanas. Dichoso el que admira en ti tus praderas florecientes, tus ceibas y tus torrentes y tu cielo azul turquí. Tú eres siempre la que a mi me inspira “cantos cubanos”, la patria de mis hermanos, del Nuevo Mundo una estrella, y, en fin, “la tierra más bella que vieron ojos humanos”.