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La desintegración de las comunidades agrarias y los ejidos campesinos ante la gente del mañana y la individualización sistémica

 

 

 

 

 

 

 

 

Antropólogo Jorge Franco Cáceres

Gracias a Unicornio, tengo la oportunidad de comenzar a abordar varias cuestiones relacionadas con la desintegración de las comunidades agrarias y los ejidos campesinos de la península de Yucatán, así como la individualización que ocurre más allá de los orígenes, edades y géneros, de los grupos mayas de Yucatán, Quintana Roo y Campeche. Las cuestiones que tengo que plantear científicamente y, desde luego, resolver socialmente son varias:

- ¿Has escuchado algo sobre la gente del mañana en las comunidades agrarias y los ejidos campesinos?

- ¿Sabes si existe o no gente del mañana que sea tópico para cada campo de experiencia personal, así como gente del mañana que sea tendencia para cada campo de la actividad profesional, entre los campesinos y ejidatarios señalados?

- ¿Puedes identificar tú mismo quiénes son gente del mañana y precisar qué clase de ellas puede existir en las comunidades agrarias y los ejidos campesinos de Yucatán, Quintana Roo y Campeche?

- ¿Sabes reconocer quiénes son observadores, participantes o denunciantes de las convivencias históricas y culturales, entre la gente del mañana de las comunidades y los ejidos peninsulares?

Para comenzar, debo compartir que la gente del mañana es la más avanzada negación civilizatoria de las comunidades agrarias y los ejidos campesinos. Como adjetivo calificativo, la gente del mañana es solo un apelativo arbitrario que se instrumenta política y religiosamente para señalar que los campesinos y los ejidatarios no son más que individuos muy especiales. En pocas palabras, el término se usa para pretender que no pueden ser asumidos como parte de un colectivo indivisible, debido a sus orígenes, sus edades y sus géneros, y que tampoco pueden vérseles como algo que puede ser dividido.

Debo confesarles que nadie sabe mejor cómo hacer para que los campesinos y los ejidatarios de la península de Yucatán nieguen lo que son como colectivo especial y, en consecuencia, pretendan ser especiales por sí mismos, es decir, como individuos con derechos y voluntades, que los poderes políticos y las autoridades religiosas. Como gente del mañana acorde con este perfil despótico-autoritario de control estructural y dominación cultural, los poderes y los cleros definen a los individuos de las comunidades y los ejidos sin sentir necesidad de expresar lo que piensan sobre ellos como colectivos tradicionales o ancestrales.

Otra cosa que debo confiarles, es que no es casualidad que nos opongamos a lo que hacen los poderes políticos y las autoridades religiosas en las comunidades agrarias y los ejidos campesinos de Yucatán, Quintana Roo y Campeche. Esto se debe a que la antropología cultural y la historia social reconocen a los individuos como seres únicos y homogéneos, pero únicamente en lo referente a sus genéticas y sus fisiologías. Nada más puede demostrarse al respecto cuando se encuentren en uno u otro contexto social y cultural, así sea este un espacio-tiempo radicalmente distinto al suyo.

Para la antropología cultural y la historia social no es retórica reconocer como gente del mañana a un individuo que es una persona que posee nombre propio, nacionalidad reconocida y cultura civilizatoria. Sin embargo, no se puede ignorar que se trata de un sujeto autónomo con sentimientos y pensamientos, que es capaz de saber y entender lo que quiere y hacia dónde va ante el mundo globalizado. Se trata de gente que es del mañana, porque tiene la capacidad de pensar antes de actuar o ser conducida. A pesar de todo, he aquí al sujeto que coadyuvará a acabar con la convivencia en las comunidades agrarias y los ejidos campesinos, porque está dotado de plena independencia político-religiosa, y tiene ideología para todo lo concerniente a lo racial, lo sexual y lo digital.

Así las cosas, hablar de la gente del mañana en las comunidades agrarias y los ejidos campesinos de la península de Yucatán es hablar del individualismo que contradice las costumbres comunitarias y rechaza las tradiciones ancestrales, y lo cumple desde preceptos filosóficos que son prioridades político-religiosas para hacerles creer que los intereses mercantiles son consecuentes con sus necesidades básicas.