Internacional

Brasil: Cruzar el Rubicón… en reversa

Jorge Gómez Barata

La cúpula del Partido del Trabajo de Brasil, que logró ganar cuatro elecciones sucesivas (2002, 2006, 2010, 2014), no supo administrar el éxito, y no pudo impedir la destitución de Dilma Rousseff, y para la presente contienda electoral apostó por Lula. Quizás creyeron que la derecha no tendría fuerza y determinación política para encarcelarlo y, con la complicidad del poder judicial, excluirlo de la campaña por la presidencia.

Con Lula en la cárcel, condenado a doce años de prisión, al parecer estimaron que con mítines y marchas podían lograr la excarcelación de un líder que había realizado la enorme tarea de gobernar de modo brillante durante ocho años, sobrevivir a una grave enfermedad, manejar los conflictos en que se vieron envueltos sus gobiernos y cercanos colaboradores, incluso sus hijos, y a la pérdida de su compañera.

Al convertirlo en candidato, Lula fue expuesto ante una reacción empoderada, corrupta, e inescrupulosa, que amparada por los escándalos Lava Jato, Odebrecht y otros, erosionaron el prestigio de Dilma Rousseff, y aprovecharon su vulnerabilidad para destituirla y, con un gobierno de facto en Brasilia, manipularon los aparatos judiciales, para cargar contra un líder prestigioso, aunque privado de recursos para defenderse.

Obviamente se esperó demasiado para nominar a un candidato sustituto, Fernando Haddad, carente de capital político propio, dependió de Lula. No obstante, el enorme prestigio político del ex presidente, forjado en sus luchas y sus obras, hizo posible que, desde la cárcel, lograra que Haddad alcanzara la impresionante suma de 31 millones de votos, los que le sirvieron para obtener un segundo lugar, aunque con una desventaja difícil de remontar.

De haber sido capaz de mediante huelgas y movilizaciones populares, paralizar Sao Paulo, el nordeste y eventualmente a todo el país, el Partido del Trabajo hubiera podido impedir los desmadres reaccionarios que lo neutralizaron y lo decapitaron. Para la otrora vanguardia política brasileña el problema ahora es lo escaso del tiempo para forjar alianzas electorales y encontrar argumentos concretos sobre asuntos importantes para sumar adeptos de cara al difícil balotaje.

Obviamente Bolsonaro puede contar con los que ya lo votaron los que sufragaron por otros candidatos de centro y de derecha, y con la posibilidad de movilizar algunos indecisos, mientras el PT y Haddad tendrán que remontar una desventaja que parece inalcanzable.

En cualquier caso, el proceso electoral significa el comienzo de una nueva etapa en la cual la izquierda debe encontrar su verdadero perfil político, definir las metas que puede alcanzar y renovar su liderazgo.

En una próxima entrega les contaré sobre el nuevo fenómeno político que ha cambiado el escenario brasileño. Tiene nombre y apellido y se llama Jair Bolsonaro. Se trata del extraño caso de un populista de derecha, autoritario, que contra todos los supuestos en la precampaña logró legitimarse electoralmente. ¿Por qué debuta ahora? Y ¿hasta cuándo será vigente? Son buenas preguntas.