Internacional

El que da y quita

Zheger Hay Harb

La nota colombiana

El presidente Iván Duque ha decidido pedir al gobierno cubano que “entregue a los terroristas” colombianos que están en su territorio.

La petición la presentó el Alto Comisionado para la Paz que más parece serlo para la guerra, refiriéndose a varios guerrilleros del Ejército de Liberación Nacional (ELN) y a “Gabino”, su máximo comandante, quien además ha sido nombrado su negociador de paz, quienes se encuentran en Cuba por petición del gobierno colombiano al Estado cubano para facilitar las conversaciones de paz con el grupo insurgente.

No es la primera vez que Cuba acepta recibir guerrilleros a solicitud del gobierno colombiano, como gesto generoso para ayudarle a solucionar problemas que de otra manera habrían tenido desenlaces trágicos. No es sino recordar cuando, bajo el gobierno de Julio César Turbay, recibió a los miembros del M19 que se habían tomado la embajada de República Dominicana en 1980 y lo habían planteado como requisito para liberar a los diplomáticos que mantenían como rehenes.

Si no fuera trágico movería a risa: ese mismo gobierno, un año después, rompió relaciones con Cuba aduciendo que un guerrillero capturado había confesado que había recibido entrenamiento en Cuba. Ya está suficientemente comprobado cómo se hacían los interrogatorios bajo el Estatuto de Seguridad de Turbay: por torturas a los sospechosos de pertenecer a la guerrilla ha sido condenado en varias ocasiones el Estado colombiano por tribunales internacionales y por el aparato de justicia nacional. Así que seguramente bajo la influencia de esos “interrogatorios” un preso dijo lo que querían que dijera y para el presidente fue suficiente para darle la patada a quien antes le había sacado las castañas del fuego.

Cuando en 1996, en el gobierno de Ernesto Samper, un desconocido grupo -Jorge Eliécer Gaitán (JEGA en honor al líder liberal asesinado en 1948 con cuyo asesinato se inició el período de La Violencia)- secuestró al hermano del ex presidente César Gaviria, por entonces secretario general de la OEA, la liberación sólo se logró, a petición de los secuestradores, por la mediación del Comandante Fidel Castro.

Y cuando se adelantaba el proceso de paz con las FARC, Cuba no sólo prestó su territorio sino que en muchas ocasiones, como país garante de las negociaciones, salvó ese diálogo del naufragio. Y en Colombia, la acuciosa labor del embajador cubano fue decisiva para el traslado de los jefes guerrilleros a La Habana, en una labor riesgosa y discreta, que se prolongó hasta la desmovilización a los sitos de agrupación de los ex guerrilleros. Cuba soportó sin emitir nunca una queja los desobligantes y desagradecidos ataques del ex presidente Alvaro Uribe y sus áulicos, que satanizaban en vez de agradecer la participación cubana.

Con todas las fallas que pueda tener el acuerdo de paz -y las tiene protuberantes- las vidas que se han salvado, los territorios pacificados, las minas que dejaron de sembrarse y los guerrilleros que han podido iniciar una vida en familia y en paz bien valieron la pena el esfuerzo. Eso se debe en buena parte al aporte cubano y creo que a pesar de los reconocimientos que le hizo el presidente Juan Manuel Santos, la gratitud ha sido escasa.

Cuando durante el gobierno de Santos se iniciaron los acercamientos con el ELN y se escogió Quito como sede de las conversaciones, ahí estuvieron el embajador y los enviados del gobierno cubano propiciando los encuentros.

A solicitud del gobierno colombiano Cuba aceptó recibir a Gabino y otros combatientes para facilitar las aproximaciones. Pero ahora el funcionario encargado de propiciar la paz no tiene empacho en reclamarle a ese país que los tenga en su territorio y la acusa de proteger a terroristas. El que da y quita, dice el refrán caribeño que termina de una manera que no puedo repetir aquí y que retrata la debilidad de quien actúa de manera tan doble y desleal. Los guerrilleros están recibiendo tratamiento médico, no realizando actividades ilícitas que el gobierno cubano sería el primer interesado en no permitir, fueron acogidos atendiendo la solicitud de un gobierno con el cual mantiene relaciones diplomáticas, así que no están violando ningún tratado internacional.

Pero eso es maña vieja en los gobiernos colombianos: Alvaro Uribe, cuando intentaba aproximaciones con las FARC, pidió ayuda a Hugo Chávez para que sirviera de mediador en la liberación de secuestrados en manos de esa guerrilla. El presidente venezolano estaba en esa tarea cuando se enteró por los medios de comunicación que Uribe lo acusaba de prestar su territorio para amparar terroristas. Ese fue el inicio de una serie de ataques que cada vez ganaba en virulencia contra el presidente venezolano y continúa con su sucesor, sin que con esto yo quiera enaltecerlo.

Las veleidades del gobierno colombiano en el trato con el ELN no pueden sino traer más destrucción y miseria a las comunidades ya que esa guerrilla actúa casi exclusivamente volando torres de energía que las dejan sin luz y dinamitando el oleoducto con lo cual el crudo envenena sus ríos. Pero como eso no se siente en Bogotá ni en las otras ciudades “importantes”, para el gobierno no es un asunto prioritario. En definitiva ¿cuántos votos les aportan en las elecciones? Nada importante a considerar.