Internacional

Morder la mano amiga

Zheger Hay Harb

La nota colombiana

El gobierno colombiano parece estar gestando un problema diplomático con la República de Cuba, poniendo como pretexto la solicitud de extradición del jefe del Ejército de Liberación Nacional, quien se encuentra en tratamiento médico en La Habana autorizado por el gobierno nacional.

La salida del país del guerrillero –Gabino, máximo dirigente de esa guerrilla- se dio a solicitud de esa organización, aceptada por el gobierno, para que recibiera tratamiento por un cuadro severo de depresión, según se ha conocido por los medios de comunicación y en el marco de unas conversaciones de paz que si bien están estancadas siguen vigentes.

Estando Gabino en La Habana, Interpol emitió una circular roja –lo cual sólo puede hacerse a solicitud del gobierno- contra el guerrillero y, con base en ella, ahora Colombia le exige a Cuba que se lo entregue. Pero también ocurrió en ese lapso que el ELN lo nombró jefe negociador con el gobierno colombiano.

El Estado colombiano, contra la diplomacia usual en negociaciones y las normas y costumbres del Derecho Internacional para esos casos, dice que no acepta esa designación. Es de uso general que cada una de las partes acepte los mediadores que determine la otra.

Cuba ha aceptado a éste y otros guerrilleros atendiendo una solicitud del Estado colombiano que es con quien se establecen relaciones en el Derecho Internacional y no puede cambiar al vaivén de las veleidades de cada gobierno mientras esas relaciones no se rompan mediante manifestación expresa y solemne.

Con esa base, Cuba podría rehusarse a entregar a Gabino ante lo cual no sabemos qué actitud asumirá el gobierno de Iván Duque. Si bien el ex presidente Alvaro Uribe –el verdadero poder tras el trono- alega que no es enemigo de la paz, ha presionado desde cuando se iniciaron conversaciones con las FARC para rechazar lo que se acuerde para dar una salida negociada a la situación de violencia. Precisamente durante su gobierno, a la par que intentaba acercamientos tanto con las FARC como con el ELN, negaba que existiera un conflicto armado interno y aseguraba que lo que había era unas organizaciones terroristas que atentaban contra “La Patria”.

Es muy difícil que Colombia se decida a romper relaciones con Cuba si realmente quiere salir del caos reinante cuando apenas se inicia el actual gobierno: el fiscal general cuestionado hasta el punto de que hay un clamor general pidiendo su retiro, que muy posiblemente pueda evitar con apoyo del establecimiento pero a un costo muy alto de ilegitimidad; el hombre más rico del país involucrado en el mayor escándalo de corrupción que se ha conocido en este país de escándalos permanentes. Uribe que logra censurar un documental que lo acusa de enemigo de la paz, con lo cual queda expuesto su talante autoritario; ni siquiera los aliados del gobierno en el Congreso respaldaron su propuesta de reforma tributaria que pretendía grabar la canasta familiar; los estudiantes con más de un mes de marchas multitudinarias amenazan con desbordar al gobierno y cuentan con apoyo del 90% de la población; el presidente tiene apenas un 27% de aprobación a 100 días de haber iniciado gobierno y se ha anunciado un paro nacional para el día de mañana.

Ante esa situación, podría pensarse que el gobierno está tendiendo una cortina de humo que oculte los graves problemas que no ha logrado solucionar, pero está jugando con candela irresponsablemente.

Si Cuba, como es probable, se niega a entregar a Gabino, para lo cual contaría con el respaldo de la comunidad internacional, porque se está apegando a los protocolos establecidos, Colombia le estaría sirviendo en bandeja a Trump el pretexto perfecto para señalar a Cuba de proteger terroristas y lo usaría para extremar las medidas con que pretende echar por tierra los avances logrados por Obama e ir más allá.

Pero aún si, como es de desear, no rompe relaciones, el daño ya está hecho porque ha señalado a Cuba de proteger a terroristas. Con ello pierde además al mejor y más generoso aliado que ha tenido en toda su historia para solucionar el grave problema de violencia que tanta sangre y dolor ha costado a este país.

Como ya había tenido oportunidad de comentar en esta columna, Cuba ha jugado un papel decisivo en las conversaciones de paz con la guerrilla que ha intentado Colombia no sólo en el gobierno de Juan Manuel Santos cuando por siete años prestó su territorio para que se desarrollaran allí los diálogos con las FARC sino en todos los intentos de acercamiento y negociación para solucionar de manera pacífica el conflicto armado, incluido el gobierno de Alvaro Uribe.

En los ocho años que duró su mandato Uribe pidió directamente al presidente Fidel Castro ayuda para lograr una negociación. Y durante dos años tuvo como delegados del ELN a dos guerrilleros presos en la cárcel de máxima seguridad de Itagüí, acusados de todos los delitos por los cuales ahora pueda acusarse a Gabino.

La comisión de paz del Senado le envió una comunicación a Duque reiterando su solicitud para que los autorice a “explorar en La Habana los planteamientos del ELN.

En el estancamiento de los diálogos con el ELN tiene buena parte de culpa esta organización. Su negativa a dejar el secuestro es suicida. Hay que recordar que las FARC una vez iniciada la etapa exploratoria anunciaron su renuncia a esta práctica que tanto daño ha hecho a los esfuerzos de la izquierda por desarrollar una estrategia política exitosa. Pero eso no exculpa de ninguna manera al gobierno, que ha desechado todas las ayudas que se le ofrecen para destrabar los diálogos, entre otros, precisamente la ayuda cubana.

La Comisión de Paz del Congreso de la República le solicitó al presidente autorización para entrevistarse en La Habana con los delegados del ELN y oír sus planteamientos, así como “para expresarle los elementos con los que creemos podemos ayudar a reactivar el proceso de diálogo”, pero el presidente no accedió, pese a que hace dos meses ya esa delegación había pedido a los congresistas que se reunieran en La Habana para dialogar.

Mientras tanto, las comunidades siguen padeciendo las voladuras de las torres que los dejan sin energía y soportando el envenenamiento de los ríos por los atentados dinamiteros al oleoducto. Pero eso para el gobierno no es importante porque esas comunidades están muy lejos de Bogotá y hasta allá muy difícilmente logren oír sus quejas. Y el ELN, que está, como dice, para luchar por ellos, sordos a sus lamentos.