Zheger Hay Harb
La nota colombiana
Casi simultáneamente con el inicio de la tregua del Ejército de Liberación Nacional (ELN) para la época de navidad y año nuevo se conoció una carta del ex comandante de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), Iván Márquez, en la que prácticamente se separa de la dirección de su organización y se mantiene en el monte.
Márquez se encuentra en sitio desconocido desde la absurda detención del ex comandante Jesús Santrich con fines de extradición por pedido de Estados Unidos. Se negó a posesionarse como senador en una de las curules creadas por el Acuerdo de Paz del cual él fue negociador y en sus apariciones en entrevistas de prensa ha manifestado que no puede arriesgarse a que en el Congreso lo llamen narcotraficante y que siente que no cuenta con garantías de seguridad.
Su ex jefe, el ex comandante máximo de la guerrilla, “Timochenko”, o “Timo”, como él mismo firma, se ha manifestado en contra de que no comparezcan él, “El Paisa”, “Romaña” y otros mandos de la ex guerrilla y los ha llamado a asumir la lucha por las vías pacíficas. Les ha insistido también en que honren su palabra, acatando lo establecido en el Acuerdo, insistiéndoles en que no es una derrota sino continuar su lucha por otros medios.
Tanto “Timochenko” como Lozada y los otros ex comandantes ahora congresistas, han insistido en que lo de Santrich es un montaje –como todo indica que lo es- pero que no pueden hablar de falta de garantías para ejercer como legisladores si se encuentran desarrollando su labor públicamente. Y, que si alguno delinque luego de la firma del acuerdo de paz, tendrá que responder individualmente por sus acciones.
Por supuesto que Márquez tiene toda la razón cuando señala que lo establecido en el Acuerdo de Paz ha sufrido tantos cambios e incumplimientos del Estado que lo que queda es en muchos aspectos bastante distinto a lo pactado. Sus quejas son apoyadas por buena parte de los analistas políticos, las organizaciones sociales y los académicos que acompañaron las negociaciones. Sobre eso no hay duda. Pero su conducta contribuye a debilitar instancias tan importantes como la Justicia Especial de Paz (JEP) y la Comisión de la Verdad, fruto de ese acuerdo, tan asediadas por quienes desde la derecha hacen hasta lo imposible por acabar.
Ahora, según su última carta, parece que se encuentra del lado de los disidentes: “Entendemos los pensamientos encontrados que hoy asedian a los guerrilleros y a los sectores más humildes de la población. Al creer en la buena fe de la contraparte y al enredarnos en la telaraña extendida por los desmovilizadores, ingenuamente entregamos todo… A la perfidia de Duque ya nada le queda por hacer. Entre su partido y el Fiscal despedazaron la paz….Simultáneamente está asfixiando la posibilidad de acuerdo con el ELN. Mantienen a Santrich injustamente tras las rejas para no tirarse el “falso positivo” exigido por el embaucador Whitaker (embajador de Estados Unidos).”
Su decisión de mantenerse en el monte exige una explicación sobre su propósito; él tiene la obligación ética de decirles a los miles de hombres que estuvieron bajo su conducción cuál es la alternativa que propone. ¿Es el rearme? Si es así, que explique por qué si hace cinco años consideró que la vía armada se había agotado ahora la considera válida. Porque las armas son un medio, no pueden convertirse en un fin. En un ambiente tan enrarecido por las bandas criminales, que se mueven por sus mismos espacios geográficos, es indispensable y urgente que diga abiertamente su objetivo político, la mira altruista que lo distingue de ellos.
Desde luego que había razones objetivas para el alzamiento. Pero una guerra tan prolongada que llevó a tantos niveles de degradación condujo a idealistas como Alfonso Cano a la convicción de que había que ensayar los caminos de la democracia a pesar de las aberraciones que tiene la nuestra. ¿Aparte de sus justas quejas por el incumplimiento, cuál es el análisis político que lo lleva a concluir que de nuevo las armas son el camino? Porque la sola constatación de los incumplimientos no es razón suficiente.
Esa respuesta es indispensable porque el hecho de que varios de quienes ahora lo acompañan hayan sido mandos guerrilleros en las zonas donde con más fuerza se dio el narcotráfico siembra serias dudas sobre sus verdaderas razones para volver a la clandestinidad. El Acuerdo de paz establece que quienes antes de su firma hubieran estado vinculados a esa actividad no serán condenados porque el narcotráfico se aceptó como conexo con el delito político. Si las FARC lucharon para que eso quedara claramente establecido fue porque lo consideraron necesario.
No conocemos las verdaderas razones de Márquez, “El Paisa” y los demás mandos medios que lo acompañan, pero es urgente su explicación para evitar que salgan perjudicados quienes ahora luchan lealmente en la arena política buscando en nuestra imperfecta democracia lo que no consiguieron por las armas.