Internacional

Por qué odia a los indígenas la golpista Áñez

Por Manuel E. Yepe

“La autoproclamada gobernante inconstitucional de Bolivia, Jeanine Añez, por su apellido, aparenta ser descendiente del Escudo Añez de Sevilla, España. Y por su primer nombre, de alguna comunidad francófona o anglófona. Pero, sus facciones físicas (frente y pómulos pronunciados, nariz semiaguileña, labios diminutos y gruesos cabellos) la delatan como una aborigen andina boliviana, muy a pesar de su cabello rubio teñido”.

Pero de dónde salió esta mujer rubia, de un físico tan poco común en Bolivia que se expresa y actúa con tanto odio contra los indígenas de una nación que venía atravesando por uno de los momentos mas brillantes y gloriosos de su historia, con tantos éxitos económicos, culturales y sociales, que ya hoy auguran sacar al país del lugar más rezagado en el continente a uno de los más adelantados y de mayores perspectivas de desarrollo en el mundo.

El prestigioso experto periodista y profesor indígena Ollantay Itzamná nos lo cuenta así:

La supuesta lideresa boliviana que ha tenida la fuerza política suficiente para encabezar un golpe militar tan contrario a los intereses de la mayor parte de la población boliviana, indígena mayoritariamente, a echar por la borda unas perspectivas tan luminosas para su pueblo a cambio de un severo sometimiento al imperialismo responsable continuador de tantas injusticias y desagracias sufridas de manos del colonialismo español.

En el caso de la autoproclamada “presidenta” boliviana Jeanine Añez, su apellido inicialmente fue Añas (que en quechua significa zorrino), pero sus ancestros lo castellanizaron como Añez para evitar o mitigar la discriminación racial cotidiana e intentar legarle “ciudadanía”.

Ella padece una esquizofrenia cultural identitaria que hace que odie todo lo que sea indígena y que ame lo que no sea español. Producto de su condición de mujer colonizada en busca de ser “aceptada” como integrante de la “familia camba”, supuestamente descendiente de españoles.

Los diferentes mensajes racistas y fundamentalistas posteados en sus redes sociales contra los pueblos indígenas, la frialdad con que liberó de responsabilidades penales, mediante decreto, a los militares y policías que masacraron bajo su mandato a más de 30 aymaras y quechuas en cuestión de horas, y la naturalidad con la que es capaz de discursear a sus víctimas sobre la “cultura de la no violencia”, en un país con calles impregnadas con aroma a sangre humana fresca, indica que Añez es una mujer racista deshabitada.

Ella padece una esquizofrenia cultural identitaria que hace que odie todo lo que es indígena y ame lo que no sea español, producto de su condición de mujer colonizada.

Odia su cuerpo indígena, intenta ocultar sus facciones indígenas en busca de aceptación como integrante de una “familia camba”, supuestamente descendiente de españoles. La identidad camba, en los hechos, se afianza en la negación violenta del “ser qholla” (andino). Las masacres contra pueblos indígenas, en buena medida, son acciones afirmativas de la “identidad camba”. Añez para demostrar que no es Añas tuvo de realizar acciones afirmativas como Añez.

Un aborigen oportunista, para llegar a ser “indio permitido” en el sistema colonial y en el republicano, debía necesariamente traicionar o vender o sacrificar, a sus parientes. Sólo así gozaba del “beneficio de la duda” del patrón. Es decir, cuanto más muestras de odio y desprecio por los suyos expresaba un “indio asimilado”, más “aceptado y querido” se sentía por su patrón. Aunque éste jamás lo llegaba a aceptar o querer como parte de su gueto.

Jeanine Añez padece este síndrome de la mujer deshabitada. Sueña, se esfuerza, incluso masacra a su familia indígena, para tratar de demostrar que ella no es indígena, pero jamás llegará a ser la sevillana o andaluza que sueña ser, porque los cambas jamás la admitirán como tal, ni sus facciones qhollas le permitirán ser camba.

“Sólo que la quincuagenaria dictadora democristiana se hunde en la vorágine de una anomia existencial, consumida por el sentimiento de culpa a ser la Malinche de América Latina Plurinacional en pleno siglo XXI, según concluye el periodista y profesor Ollantay Itzamná, defensor latinoamericano de los Derechos de la Madre Tierra y Derechos Humanos en su artículo “¿Por qué Jeanine Añez odia a los indígenas?”

(http://manuelyepe.wordpress.com)

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