Pedro Díaz Arcia
La ciudad colombiana de Cúcuta, fronteriza con Venezuela, se convirtió, junto a Curazao y el estado brasileño de Roraima, en el centro principal de acopio del “convoy humanitario” que ingresaría ayer al territorio venezolano. La acción pretendía dividir a la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) y al pueblo que sigue leal a un nuevo proyecto de nación. De no lograrlo, el intento debía actuar como un globo de ensayo capaz de medir los niveles de resistencia del enemigo y sus posibles vulnerabilidades ante un reto de fuerza.
A Cúcuta arribaron, en distintos momentos, miembros de la plana mayor del presidente estadounidense para organizar, junto al gobernante colombiano Iván Duque; y otros polémicos personajes como el apóstata Luis Almagro, secretario de la OEA, expulsado del Frente Amplio de Uruguay; y el mitómano senador republicano por Florida Marco Rubio, que visitó la ciudad con su par Mario Díaz-Balart y el embajador estadounidense ante la OEA, Carlos Trujillo, con los que supervisó la ayuda enviada a través de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), una histórica pantalla de la CIA.
El día antes, tres aviones C-17 de la Fuerza Aérea norteamericana aterrizaron en el aeropuerto local con toneladas de suministros. En la comparsa injerencista participó el enviado especial de Donald Trump para Venezuela, Elliot Abrams, que llegó la semana pasada con otras dos aeronaves con similares cargas; sin dejar de llamar al ejército a sumarse al complot. Abrams afirmó públicamente que su gobierno seguirá imponiendo sanciones y presión sobre Venezuela “hasta que llegue el día”, dijo, en que el régimen de Maduro abandone el poder”. La carne “limpia” sobre el mostrador.
Para completar la trama, el presidente de Chile, Sebastián Piñera, se reunió con Guaidó en el evento “Venezuela Aid Live”; en cuyo encuentro participaron también los mandatarios de Colombia, el anfitrión Iván Duque; y de Paraguay, Mario Abdo Benítez.
Por su parte, el halcón John Bolton, asesor de Seguridad Nacional de Estados Unidos, canceló un viaje a Seúl y Hanoi (donde se abordará el programa nuclear de Corea del Norte entre el 27 y 28 de febrero), para centrarse en Venezuela. Por añadidura, aseguró hace poco que “los días de Daniel Ortega están contados”.
El zorro que faltaba en la fiesta de brujas, el vicepresidente Mike Pence, llegará el lunes a Colombia para expresar el reiterado apoyo al “presidente ungido” por la gracia de Trump; y declarar que llegó el momento de que Nicolás Maduro se haga a un lado”.
En una reunión que sostuvo el viernes Jorge Arreaza, Canciller de Venezuela, con Antonio Guterres, Secretario General de la ONU, éste le reiteró la imparcialidad y disposición de trabajo de la Organización con las instituciones venezolanas. Otras entidades rechazaron participar en acciones sin la autorización del gobierno.
Existe una clara simbiosis de intereses políticos y económicos para la Casa Blanca: las elecciones presidenciales de 2020 a la vista; y el dominio de las reservas naturales de Venezuela.
Mientras el presidente legítimo, Nicolás Maduro, en un acto el sábado aludió al libro de Andrew McCabe, ex Director Adjunto del FBI (2016-2018), que cita una reunión con Trump en la que éste dijo: “No entiendo, ¿por qué no estamos en guerra con Venezuela? Tienen todo el petróleo y están en nuestra puerta trasera”.
La turbulencia en las fronteras es un capítulo más en la “guerra híbrida” que libra Washington contra la nación de Bolívar. Sólo la unidad y firmeza del pueblo, junto a sus líderes, serán la garantía para enfrentar con éxito el desafío de una maquinaria infernal que encendió sus motores y se puso en marcha.