Por Marina MenéndezFotos: Lisbet Goenaga
LA HABANA.— Una lluvia de piedras cayendo sobre una zona densamente poblada no es una excepcionalidad aunque tampoco resulte cotidiano…
Lo que sí constituye una singularidad del meteorito que el pasado día primero penetró a la atmósfera sobre la zona occidental cubana de Pinar del Río, es que los fragmentos en que se descompuso no dañaran absolutamente a nadie a pesar de que muchos no buscaron resguardo pues, incluso, no pocos pensaron que se trataba apenas de una “agresión” del vecino.
—Oye, ¿nos están lanzando piedras?, preguntó alguien.
Otros creyeron que estaba tronando, recuerda el profesor Manuel Iturralde, uno de los integrantes del grupo de trabajo que investiga el acontecimiento en compañía de otros especialistas de la Academia de Ciencias de Cuba y del Ministerio de Energía y Minas, quienes compartieron los resultados preliminares de un estudio que recién comienza, y del que deben esperarse aún muchas develaciones.
Tampoco faltaron, desde luego, personas que antes de aquel raro aguacero alcanzaron a escuchar una suerte de explosión y vieron llamas en el cielo, por lo que buscaron rápido refugio…
Pero quedan huellas físicas más indelebles que esas que apretaron el corazón durante “la caída” de este meteorito: el primero del que se tiene evidencia visual en Cuba desde aquel que se precipitó sobre territorio cienfueguero en el año 1992.
Esas trazas físicas pueden ser, por ejemplo, los agujeros que sus fragmentos dejaron en los techos de viviendas confeccionados de fibrocemento; o los cráteres que causaron en el pavimento, si no quedaron enterrados en ellos, recordó Iturralde.
Aunque reconoce que “en la historia de los meteoritos, éstos no han provocado muchas muertes”, el estudioso califica como “milagroso” que ahora no quedaran víctimas fatales tampoco.
Los impactos causados por los fragmentos en que se descompuso conforman evidencia del peso de esos pedazos, algunos de los cuales alcanzaron los 1,500 gramos —dijo el investigador—, magnificados por la velocidad con que cayeron.
Investigaciones realizadas por la NASA hablan de un recorrido a 16.3 km por segundo desde que el bólido tocó la atmósfera y se desintegró, cuando estaba a 23.7 km de distancia de la superficie terrestre sobre la zona montañosa de Viñales, en Pinar.
Tenía entonces unos cuatro metros de largo.
Tales elementos los proporcionó el también profesor Oscar Alvarez Pomares, de la Academia de Ciencias, y miembro del grupo que departió con decenas de personas presentes en esa institución durante su habitual espacio mensual de Puertas Abiertas.
Otros datos aportados por la NASA aseveraron que el impacto del meteorito al entrar en la atmósfera y desintegrarse, desató una energía similar a la que habría causado la explosión de 1.4 kilotones de TNT. Ello convertiría este suceso en la explosión más intensa registrada en el Caribe desde 1989, cuando la agencia estadounidense comenzó a llevar registro de estos acontecimientos.
Según Iturralde, fotos tomadas desde Pinar del Río reflejan una trayectoria de la caída con 30 grados de inclinación, y con un sentido desde el Suroeste al Noroeste.
Toda la información que se dispone dice que vino desde el Sur y fue hacia el Norte, aduce.
Usando otros datos observacionales de todo lo que diferentes personas colocaron en las redes en Internet, varios astrónomos han calculado que el meteorito venía desde el Sur, entró a la atmósfera sobre el mar Caribe, tomó al Norte; pasó sobre Pinar del Río, donde “depositó” una parte importante de su cuerpo pero continuó su recorrido, y el resto cayó sobre el mar…
Hay personas que aseguran haberlo visto caer sobre el mar. “Pero ello es algo hipotético, alertó Iturralde. Y con base en relatos, la ciencia no puede construir resultados.
“No hemos terminado de trabajar. Las investigaciones llevan un tiempo. De modo que estos resultados son todos preliminares”, aclaró.
De qué estaba hecho
Cuando un meteorito impacta en la atmósfera ocurre una explosión como resultado del calor y se produce una alteración en su composición minerológica, por lo cual puede afirmarse que la “explosión” que emite hacia afuera, también lo afecta.
El profesor Iturralde explica que a ello se le llama metamorfismo de choque y térmico.
No obstante, los estudios realizados hasta ahora sobre el fragmento que estudia el grupo, obtenido en la zona viñalera de Los Jazmines e identificado, por ello, así, ha permitido arribar a algunas conclusiones preliminares acerca de los componentes que integran el pedazo en cuestión, y establecer así el tipo de roca del meteorito.
Forsterita, augita y albita son algunos de los minerales identificados así como trolita, taenita y cromita. Se presume que existe también galena y bastnasita, pero ello deberá ser confirmado porque se han encontrado en muy baja proporción.
Ello es propio de meteoritos pétreos, e indica que tenía, en general, una composición química marcada por alta presencia de oxígeno, silicio, hierro y magnesio; y en muy pequeñas proporciones, potasio, cromo y níquel.
En cuanto al tipo de roca de que se trata, se ha establecido en los últimos días que es una condrita típica, de acuerdo con los condrios o figuras esféricas que se observan luego de un corte a la piedra.
“Condrito ordinario brechoso con metamorfismo inducido a su paso por la atmósfera”, dice el reporte minerológico preliminar emitido por el grupo de investigadores, citado por el sitio web cubano Cubadebate.
Hay tiempo
La entrada de meteoritos a la atmósfera es rara y difícilmente predecible; sin embargo, constituye el único evento de esta naturaleza que pudiera significar una tragedia para la Tierra; lo que el profesor Oscar llama “una catástrofe global”.
Pero si ello ocurriera, dijo, sería sólo en el último cuarto de este siglo, época para la cual los estudios y avances científicos habrán posibilitado que estemos listos para salvaguardarnos, estimó.
… ¡Mejor sería no ponernos a prueba!