Jorge Gómez Barata
Históricamente, el aferramiento a los dogmas ha limitado la capacidad autocrítica de la izquierda, inhibiendo la facultad y disposición para rectificar. Ningún ejemplo mejor que la experiencia de la Unión Soviética, posterior al XX Congreso del Partido Comunista, donde se aprobó el informe presentado por Nikita Kruzchov, el cual contenía una exhaustiva y demoledora denuncia de los errores políticos y los crímenes cometidos en el período estalinista.
Con aquel evento, el partido y el estado soviéticos quedaron anonadados ante sus propias inconsecuencias y la toma de conciencia que debió dar lugar a una profunda y multifacética rectificación, se saldó con el eufemismo del “culto a la personalidad” que culpó solo a Stalin y soslayó los elementos sistémicos, en primer lugar, la ausencia de democracia que dieron lugar a los hechos juzgados. Las consecuencias fueron desastrosas.
Todo aquello ocurrió porque el socialismo real instaurado a partir del triunfo bolchevique en 1917, reforzado con la proclamación de la República Popular China en 1949 y la victoria sobre el fascismo, que sumó a los países liberados por el ejército soviético, nació con déficits teóricos agravados por errores prácticos que, en conjunto dieron al traste con aquel esfuerzo.
El colapso socialista provocó el mayor ajuste geopolítico en toda la historia, en virtud del cual una decena de países europeos rectificaron su rumbo, dos (Checoslovaquia y la RDA) desaparecieron y en los territorios exsoviéticos nacieron veinte nuevos estados.
A diferencia de lo ocurrido en la Unión Soviética y los países de Europa Oriental, donde la crisis del socialismo fue zanjada con una rápida y total ruptura estructural con su pasado reciente y con la adopción del capitalismo, China y Vietnam emprendieron grandes reformas económicas sin desmontar el sistema. Con especificidades locales ambas opciones han resultado viables.
Con unos ocho millones de kilómetros cuadrados y 25 millones de habitantes menos, Rusia parece ser económica y militarmente tan poderosa y prospera como lo fue la Unión Soviética. Lo mismo ocurre con los países ex socialistas y los territorios ex soviéticos. Ninguno se plantea el retorno al pasado como opción.
Por razones conocidas, aunque no siempre comprendidas, ligadas sobre todo a la confrontación con Estados Unidos que, entonces como ahora, limita las posibilidades os márgenes de maniobra, Cuba quedó al margen de aquellos procesos, realizando una resistencia calificada de “numantina”, que conducida por Fidel Castro permitió la supervivencia del socialismo en la Isla.
No obstante, resistir es una estrategia de supervivencia, no un programa político, por lo cual, desde la lógica revolucionaria, el país está urgido de aplicar reformas, no solo para preservar el sistema sino para avanzar. Como alguna vez, con magnifica prosa y frases lapidarias sugirió Marx:
“La revolución social del siglo XIX no puede sacar su poesía del pasado, sino solamente del porvenir. No puede comenzar su propia tarea antes de despojarse de toda veneración supersticiosa por el pasado…”. Allá nos vemos.