Jorge Gómez Barata
Impresionó el modo limpiamente estatal como el presidente Miguel Díaz-Canel informó trascendentales medidas salariales, realizando su trabajo con sobriedad, sin sugerencias paternalistas, y sin los prescindibles excesos retóricos.
Apenas veinticuatro horas después, en el Congreso de la Unión de Escritores y Artistas, el presidente realizó una medular intervención, en la cual se adivina a la autoridad que, con serena madurez, señala carencias y dibuja una estrategia viable, asumiendo como propio el estilo de Fidel y Raúl para los grandes momentos.
Entre muchas ideas de gran calado, el mandatario trajo a colación algunas de significado estratégico, expresadas cada una en el escenario que correspondió, haciéndolo con una magnifica economía de palabras, como diría Raúl Castro: “En tiempo, lugar, y forma”.
La primera se refiere a la determinación de: “(Ir)…Sustituyendo métodos administrativos por mecanismos económicos-financieros, y lograr la institucionalidad de cada proceso, para que en cada cosa que cambiemos montemos como la vamos atender institucionalmente, pues no podemos dejar las instituciones paradas, en los mismos momentos de otros tiempos…”
Al ocupar la tribuna del Congreso de la UNEAC, comenzó por asumir lo que allí había ocurrido: “Permítanme sentirme uno más de ustedes en la insatisfacción y también en el compromiso…” Y elevándose hacia lo conceptual, aludió a la reflexión de Fidel en junio de 1961, conocida como Palabras a los intelectuales, respecto a lo cual subrayó:
“…Aquí se ha hablado varias veces de Palabras a los intelectuales… No me imagino a ningún dirigente político, a ningún funcionario o dirigente de la cultura, que prescinda de sus definiciones de principio para llevar adelante sus responsabilidades…Pero siempre me ha preocupado que de aquellas palabras se extraigan un par de frases y se enarbolen como consigna…Por eso resulta reduccionista limitarse a citar…”Dentro de la Revolución todo, contra la Revolución nada”, soslayando que revolución es más que estado, más que partido, más que gobierno, porque revolución somos todos los que la hacemos posible en vida y en obra…”
Para ser más enfático añadió: “…También sería contradictorio con la originalidad y fuerza de ese texto, pretender que norme de forma única e inamovible la política cultural de la revolución. Eso sería cortarle las alas a su vuelo fundador y a su espíritu de convocatoria. (SIC).
En otro orden de cosas, como poniendo fin a un debate reciente sentenció:
“Hoy quiero reiterar que tenemos, desde la administración, el deber de ser coherentes. No hay una política cultural para el sector estatal y otra para el privado. En ambos sectores tiene que promoverse, defenderse, dárseles espacio a quienes hacen arte verdadero.
Y como quien clava clavos en un ataúd fue claro: “Comparto igualmente las preocupaciones de quienes sienten que algunas instituciones de la cultura se han quedado por detrás de los creadores. Las instituciones culturales existen por y para los creadores y su obra, no a la inversa, y que el burocratismo y la falta de profesionalidad ahogan la creación… El parasitismo favorece la corrupción y enmascara el incumplimiento de la función de representación y gestión de oportunidades para el creador y su obra”.
Pasarán los días y correrán las tintas pero, de hecho, tanto en la cultura como en la economía y la política, el presidente cubano ha movido fichas.