Pedro Díaz Arcia
Preocupados ante la posibilidad de que un conflicto nuclear a gran escala saque al planeta de su rutina, ahora se nos encima un peligro de proporciones aún desconocidas. El mundo vive días tormentosos pues los vaticinios sobre la expansión del COVID-19 empeoran, con la advertencia de que su impacto en la salud de la humanidad y en la economía puede ser caótico.
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) alertó acerca de una posible contracción global este trimestre y redujo el crecimiento anual de un 2.9% a un 2.4%, el ritmo más débil desde 2009. Si no se controla la propagación de la epidemia, advirtió, el PIB global, puede bajar a 1.5 por ciento.
Y aunque la Reserva Federal de Estados Unidos (FED), decidió aplicar un recorte de emergencia de medio punto en su tasa de interés ante la expansión del coronavirus, por primera vez desde la crisis de 2008, no pudo frenar la caída de los mercados. La acción sorprendió a los sectores financieros pues la federación de bancos que integran la Fed se reunirá el 17 y 18 de este mes. Por su parte, El Banco Central de Australia no sólo bajó los tipos de interés, sino que aseguró que probablemente los reduzca aún más para compensar los efectos de la epidemia.
El presidente Donald Trump, luego de minimizar los riesgos del virus, firmó un plan de 8,300 millones de dólares para enfrentarlo. Como era de esperar presentó la decisión bipartidista como un triunfo personal. “Pedí 2,500 millones y he obtenido 8,500 millones de dólares”. Por supuesto, si no fuera por la mayoría demócrata en el Congreso no se habría aprobado la propuesta de la Casa Blanca, tan criticada por lo tardío.
Los ministros de Economía y los presidentes de los bancos centrales del G7, habían anticipado la disposición a utilizar todos los instrumentos disponibles para respaldar sus economías. En tanto el Banco Central Europeo, con un rango más reducido en política monetaria, estudia algo similar para enfrentar la situación.
Sin embargo, para unos y otros los costos, por supuesto los más dolorosos son las pérdidas de vidas humanas, variarán según la zona y las decisiones correctas que establezcan los países: un sistema de salud eficiente en la detección y tratamiento adecuado del virus y la disciplina de la población.
¿Existen planes para enfrentar estas contingencias? Pareciera que no, pero sí. Tedros Adhanom Ghebreyesus, Director General de la OMS dijo el jueves que “Los países han estado planeando escenarios como éste durante décadas”. El compromiso político, dijo, es la mejor arma contra el coronavirus, con un enfoque colectivo, coordinado e integral involucrando a toda la maquinaria del Gobierno; mientras lanzaba una nueva campaña para informar al público y evitar el pánico y la desinformación. Tedros criticó a quienes piensan que no hay nada que hacer y sucumben; reiteró que los países de altos ingresos deberían esperar sorpresas y que “la solución es la preparación agresiva”.
Por su parte, el Banco Mundial y el FMI anunciaron que brindarán apoyo financiero a los sistemas de salud para paliar sus costos económicos y permitir el acceso a suministros y equipos críticos.
Existe un insistente llamado a evitar el pánico. Sin embargo, a veces leo informaciones alarmantes. Por ejemplo, la Universidad Nacional Australiana, que realizó una evaluación del impacto global del COVID-19 en la economía mundial a partir de índices de epidemias anteriores, presentó siete posibles escenarios, el “de baja gravedad” estima más de 15 millones de muertes a nivel global y pérdidas de 2.4 billones de dólares del PIB global. El peor prevé 68 millones de muertes en el año y daños por 9 billones de dólares al PIB; tampoco debemos actuar como el avestruz, pues hay más de 100 mil casos en el mundo.