Internacional

La antigua cultura del contacto

Iván de la Nuez

Con la pandemia, se han revisado cientos de obras del arte, el cine o la literatura que habían tratado plagas anteriores. Creaciones y artistas que, a través de la historia, atendieron la peste, el cólera, la fiebre amarilla, la sífilis, la melancolía, el cáncer, la locura o el sida. Así, Durero y Tintoretto, Nicolás Poussin y Holbein el Joven, Alfred Reitbel y Goya, Juan Manuel Blanes y Frida Kahlo, Brígida Baltar y Keith Haring. Tampoco ha faltado, ya en materia literaria, las recuperaciones del “Decamerón”, de Giovanni Boccaccio o el “Diario del año de la peste”, de Daniel Defoe.

De repente, la película más vista en las plataformas no fue un estreno, sino “Contagio”, un film de 2011 dirigido por Steven Soderbergh sobre un virus inclasificable llegado de Hong Kong.

Esta mirada retrospectiva obedece a nuestra comprensible tendencia a buscar, en ejemplos previos, las claves de nuestras tragedias actuales. Ha sido menos pródigo, en cambio, el recorrido contrario. Ese que nos llevaría, precisamente, a rememorar la vida de la que el virus nos ha apartado. Con las obras que nos hablaban de un contacto físico ahora desterrado y remoto.

Pensemos en “El beso”, de Gustav Klimt, de principios del siglo XX. O en “El abrazo”, de Juan Genovés, pintado siete décadas más tarde. O en los murales de Rivera, Orozco o Siqueiros, siempre tan poblados de gente junta. Qué decir de “El Jardín de las Delicias”, del Bosco. O de las fotografías multitudinarias de Andreas Gurski y Spencer Tunick.

Recordemos “Cincuenta sombras de Grey” y “El Club de la lucha”. Por no hablar de la fiebre por las películas culinarias, desde “El cocinero, el ladrón, su mujer y su amante”, hasta “Ratatouille”, pasando por “Tomates verdes fritos”. Sin duda, con esto de la pandemia a Aníbal Lecter se le haría mucho más complicado satisfacer su adicción caníbal.

Incluso grandes panfletos como “El contrato social” o “El manifiesto comunista” (con esa conminación final a “unirnos”) se vuelven un imposible bajo la tiranía de la COVID-19.

Al final, las películas, cuadros y novelas que describen nuestra vida táctil se han convertido en ciencia ficción, mientras que esta vida actual de mascarillas, guantes y desinfectantes han pasado a configurar el costumbrismo de este tiempo.

Hace poco, la policía intervino una orgía en una ciudad mediterránea cuyos participantes se saltaron todas las reglas dictadas por las autoridades ante la pandemia. Una vez detenidos por el soplo de un vecino alarmado (o celoso porque no fue invitado), el juez se las tuvo muy crudas para instruir el caso. ¿Aquello era sólo un delito contra la salud pública o también debía asumirse como tentativa de homicidio? ¿Era conspiración y además un intento de asesinato en masa?

Cien años, no; pero cien días de soledad están dando para mucho en estos meses en los que viejas películas como “Tres en un sofá” o “Siete novias para siete hermanos” quedan en nuestra memoria como una libertad subversiva y antigua de la que ya no gozamos.