La capital de Ucrania volvió a ser escenario de destrucción y angustia durante la noche del jueves 3 de julio, luego de que las fuerzas rusas lanzaran uno de los mayores ataques aéreos recientes contra Kiev, utilizando cientos de drones Shahed y misiles, en un operativo que el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, calificó como “brutal y cínico”.
El ataque comenzó poco después de las 20:00 horas, cuando un dron Shahed sobrevoló el histórico bosque de Babin Yar, lugar donde los nazis asesinaron a decenas de miles de judíos durante la Segunda Guerra Mundial.
Minutos después, comenzaron los disparos de las patrullas ucranianas intentando derribar al dron, preludio de lo que sería una madrugada marcada por explosiones y alarmas.
Mientras las sirenas sonaban, los habitantes de Kiev buscaron refugio en estaciones de metro, mientras otros permanecían en la superficie hasta el inicio del toque de queda.
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Las explosiones se sucedieron durante toda la noche, con drones derribados y misiles interceptados por la defensa aérea, aunque no todos fueron neutralizados.
Uno de los puntos más golpeados fue el distrito de Solomianski, donde los incendios destruyeron viviendas, oficinas, un supermercado y una infraestructura eléctrica. Las imágenes de automóviles volcados y escombros reflejaron el nivel de destrucción.
A pesar de los ataques, la vida continuó en Kiev. Los residentes, acostumbrados al conflicto, salieron a trabajar entre el humo y los restos del ataque, mientras las autoridades trabajaban en los rescates y las reparaciones.
Este nuevo bombardeo ocurrió horas después de que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, llamara a su homólogo ruso, Vladímir Putin, para insistirle en cesar la ofensiva contra Ucrania, sin lograr avances.
Zelenski advirtió que este ataque confirma que Moscú “no tiene intención de detener el terror” y anunció que este viernes sostendrá una nueva conversación con Trump, en busca de presionar a Rusia para poner fin a la guerra.
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