En la frontera norte, donde el desierto dicta sus propias reglas, el agua siempre ha sido más que un recurso: es poder, es sobrevivencia y, sobre todo, un recordatorio incómodo de que los acuerdos internacionales pueden convertirse en rehenes del clima político de Washington. Hoy, México y Estados Unidos vuelven a tensionarse por el cumplimiento del Tratado de Aguas de 1944, justo en el momento en que Claudia Sheinbaum aparece entre las mujeres más poderosas del mundo según Forbes, un reconocimiento que incomoda a quienes intentan presionar a México desde la fuerza y no desde la diplomacia.
En ese contexto, conversamos con Raúl Rodríguez Márquez, presidente del Consejo Consultivo del Agua, cuya lectura técnica y política aporta claridad en medio del ruido electoral estadounidense y de la exigencia del presidente Donald Trump de entregar de inmediato volúmenes de agua que simplemente no existen.
Un tratado viejo en un mundo alterado
El Tratado de Aguas de 1944 estableció un sistema de intercambios hídricos entre ambos países basado en reglas de reciprocidad: México entrega agua del río Bravo; Estados Unidos, agua del río Colorado. Durante 81 años se ha cumplido, aun en tiempos de tensión, sequía o crisis económica.
Hoy, sin embargo, la ecuación cambió y se debe entre muchos factores a Sequías históricas en ambos lados de la frontera, Presas internacionales en niveles críticos, Aumento de la demanda agrícola y urbana, y claro, tensiones políticas amplificadas por la campaña electoral de Trump.
El tratado no estaba diseñado para un siglo XXI marcado por la crisis climática, una realidad que la Casa Blanca hoy pretende minimizar, al menos en las cumbres de la ONU sobre cambio climático.
De ahí los anuncios saturados o descabellados. La nueva exigencia de Trump (de entregar de inmediato más de 200 millones de metros cúbicos de agua) no es técnicamente posible, pero sí políticamente útil para su narrativa. Texas, uno de los estados que más presiona, es un bastión republicano que exige firmeza hacia México.
De acuerdo con Rodríguez Márquez, el nuevo amago de Estados Unidos, "Es una estrategia del presidente Trump… Trump siendo Trump. Está tratando de amagar. Lo que quiere es deshacer este tratado y meterlo dentro del T-MEC". En otras palabras. No se trata de un conflicto hidráulico aislado. Es un capítulo más en la estrategia del presidente para exhibir fuerza ante su base electoral.
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México no puede entregar lo que no tiene
Y Raúl Rodríguez Márquez va más allá al puntualizar que el déficit acumulado del quinquenio es de aproximadamente 1,200 millones de metros cúbicos, más del 50% de lo que debía entregarse en los últimos cinco años. El presidente del Consejo Consultivo del Agua explica por qué es imposible cumplir la exigencia inmediata: “Técnicamente es casi imposible porque no la tenemos. Las presas internacionales están al 10 o 12% de su capacidad. No hay manera humana de mandar esa cantidad sin afectar a la población del norte.”
El tratado, además, contempla explícitamente que en casos de sequía severa, como la que México vivió en los últimos años, los faltantes pueden acumularse al siguiente quinquenio. No es un incumplimiento: es un mecanismo legal previsto desde 1944.
La respuesta de Sheinbaum
El conflicto resurge justo cuando Sheinbaum llega a la lista de Forbes, colocándola como una figura global con creciente influencia. Para Trump, acostumbrado a la diplomacia coercitiva, esa visibilidad implica una nueva ecuación: México ya no está representado por un liderazgo de bajo perfil, sino por una presidenta con reconocimiento internacional y legitimidad científica.
Rodríguez Márquez lo dice con claridad al referirse al manejo del gobierno mexicano: "La presidenta está actuando bien. Está anteponiendo el consumo humano y las actividades productivas del norte del país". La fortaleza diplomática mexicana se refleja en este punto: se puede negociar, pero no bajo amenaza. Y Sheimbaun lo ha dicho una y otra vez: colaboración "sí", subordinación "no".
De hecho, ya se dieron reuniones bilaterales entre la Secretaría de Relaciones Exteriores y el Departamento de Estado. La única vía viable es la diplomática.
"Se pueden ofrecer adelantos parciales, quizá 400 o 500 millones de metros cúbicos. Pero no la totalidad. Es imposible". Cualquier entrega deberá surgir de un acuerdo, no de un ultimátum, y siempre protegiendo el acceso al agua para las comunidades del norte.
El origen del déficit: la sequía, no la falta de voluntad
El presidente del Consejo Consultivo del Agua lo resume sin rodeos. "Sin duda es un tema climatológico. Las lluvias recientes no fueron suficientes para recargar ni presas ni acuíferos". México ha cumplido durante 81 años. El déficit de este ciclo es el mayor registrado, pero también el producto de la peor sequía en décadas. Trump lo sabe, pero el clima político le resulta más útil que el climático.
Trump abre otro frente: el río Tijuana
En sus declaraciones más recientes, Trump añadió un nuevo tema: la contaminación del río Tijuana. Para Rodríguez Márquez, esto evidencia una estrategia de escalar la confrontación, no de resolverla: “México está haciendo grandes esfuerzos… pero preocupa que ahora quiera usar ese tema para presionar más.”
El agua no puede convertirse en muro
Como en otros conflictos, el objetivo de Trump no es el agua: es el poder.
Pero el agua (vital, escasa, estratégica) no puede convertirse en una moneda de cambio sometida a presiones arbitrarias y lo sabe bien Sheinbaum. Esperemos que su peso internacional sea clave para evitar que el agua se convierta en un arma comercial o en un pretexto para renegociar tratados que han funcionado por ocho décadas.
Lo más real es que las sequías vienen y el de estos días no será el último conflicto.
Pero es responsabilidad de ambos países ,y de sus líderes, evitar que el agua, símbolo de vida, se convierta en el próximo muro invisible entre México y Estados Unidos.