Opinión

El cambiante paisaje de Oriente Medio

Jorge Lara Rivera

Continúa el goteo de ‘filtraciones’ a los medios y las destempladas declaraciones, por parte del régimen islámico que encabeza Tayyip Receip Erdogan desde Ankara, vertiendo material explosivo sobre el incendiario tema del asesinado periodista saudita Jaamal Khashoggi. Desde audios por los cuales se conocen detalles escabroso sobre los últimos terroríficos 5 minutos de vida de Khashoggi donde él afirma no poder respirar, un vídeo donde se ve a personal saudiárabe cargando bolsas negras donde supuestamente –no se ha encontrado hasta hoy el cadáver– iban los restos del periodista, grabaciones de llamadas telefónicas de gente cercana al príncipe heredero en fechas próximas al evento conocidas por la CIA, y las promesas tanto del Canciller como del Fiscal general y del propio Presidente turcos advirtiendo que no dejarán pasar el caso, no han dejado sacarlo de la agenda internacional desde octubre de 2018. Algo tiene que ver todo eso con la nueva apuesta de la Casa Real de Arabia Saudita por la eficacia en lugar de primar la lealtad total, sustituyendo a funcionarios e integrantes de los 2 consejos de Estado de ese reino del desierto, en un afán de reestructurarse y por blindar a la monarquía wahabí de repercusiones no deseadas al respecto. Aunque podría dar lugar a inesperadas consecuencias. Por lo pronto, el aura de ‘reformador’ del príncipe heredero Mohamed bin Salman ha quedado irreversiblemente maltrecha tras el incidente en el consulado árabe de Estambul, Turquía, que terminó con la vida del periodista saudita Jaamal Khashoggi.

No obstante, el presidente estadounidense Donald Trump afirmó en un twit (diciembre 24, 2018) que Arabia Saudita accedió a gastar “el dinero necesario” para reconstruir Siria.

“Arabia Saudí ahora está de acuerdo en gastar el dinero necesario para reconstruir Siria, en vez de EE.UU. ¿Lo ves? ¿No es agradable cuando países inmensamente ricos ayudan a reconstruir a sus vecinos, en vez de el Gran País que es EE.UU., a 5.000 millas (8.000 kilómetros) de distancia”, apuntó y terminó su tuit con el mensaje: “¡Gracias Arabia Saudí!”. En realidad, los países del Consejo de Cooperación del Golfo y Ryiad han dado señales de distensión a Damasco y a Moscú tras el anuncio de la retirada de tropas estadounidenses de Siria. Pero la situación no está tan clara. Turquía, que ha ofrecido eliminar al Califato o Estado Islámico negocia, no con el gobierno de Bashar Al Assad, sino con Moscú, un intercambio de zonas de influencia, a cambio de poder combatir a los kurdos nacionalistas que tras la traición norteamericana se han visto obligados a pedir apoyo al gobierno sirio que el 25 de diciembre pudo comprobar el poder de fuego y eficacia del sistema misilístico antiaéreo S-300, capaz de rechazar ataques con cazas Stealth, helicópteros, bombarderos y misiles balísticos, desde más de 250 kilómetros –interceptando ataques aéreos– atacando al mismo tiempo objetivos varios, con que la Rusia de Putin lo ha equipado; rechazando un ataque de Israel realizado violando espacios aéreos de Líbano y Siria –y la resolución 1701 de la ONU–, con 6 de sus F-16 que bombardearon masivamente con misiles, blancos relacionados con la guardia revolucionaria persa destacada en ese país; tampoco se sabe cuál ruta seguirá el Irán de los ayatolás, que amenaza a Israel desde Siria, y a la Arabia Saudita en el Yemen. Ni si la reubicación norteamericana en Iraq permanecerá pasiva ante los nuevos enroques.