Opinión

Golpe Maestro, Medina Mora Fuera

Gerardo Fernández Casanova

Por enésima ocasión tengo que reconocer que el Presidente López Obrador es un hábil estratega político que, cuando los que lo observamos preocupados por deslices y descuidos, él ya tiene trazado el camino con mucha anticipación, La semana pasada me sentí muy ducho en el análisis y la asesoría política advirtiendo del endurecimiento de la reacción; hoy me alegro mucho de mi error: AMLO deja hacer y hasta alienta a sus adversarios, al mismo tiempo que desbarata con precisión de misil de alta tecnología sus baluartes golpistas. Sabe dar a la política su muy particular ritmo, resiste presiones aceleradas y avanza con firme sutileza en su proyecto.

Con la eliminación de Eduardo Medina Mora en la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) se deshace de un grave riesgo de golpe de estado judicial (me convenzo que tiene bien calibrada la experiencia de Argentina y Brasil). El sujeto renuncia por ser un corrupto que, además, es su adversario, no al revés; la oposición grita por advertir el afán de proveer a la depuración del Poder Judicial, como intención de centralizar su poder, pero su clamor cae al vacío por tratarse de alguien indefendible. Con temor a equivocarme creo que el reemplazo lo tiene calculado desde hace mucho tiempo en la persona del maestro Bernardo Bátiz, de honorabilidad intachable y de lealtad a toda prueba, además cuenta con la habilidad del senador Monreal para procesar su nombramiento con el aseo que lo distingue.

Con firmeza el Presidente empuja la modificación constitucional para permitir de revocabilidad del mandato por ser la más eficaz vacuna contra los afanes golpistas, acompañada de su permanente vinculación con el pueblo mediante todos los instrumentos a su alcance: las conferencias de prensa cotidianas, las giras todos los fines de semana a ras de tierra, su acuciosa supervisión del cumplimiento de programas, principalmente. Con esto destruye el muy conocido recetario de los golpes blandos; él va muchos pasos adelante de quienes, como Vicente Fox, convocan a “darle en la madre a la 4T” y eliminar al dictador en ciernes.

El Presidente da muestra de una enorme capacidad de absorber los golpes sin perder el buen humor; la reacción diseña una vigorosa campaña para truncar sus proyectos mediante una andanada de amparos (muy costosa y encabronante, por cierto) la deja que se desgaste a los ojos del pueblo y saca su as de la manga para conjurarla.

La prensa escrita y televisiva despotrica en su contra por el motivo que sea y resulta como las llamadas a misa, leídas y atendidas por muy pocos, en tanto que en las redes sociales la estridencia de quienes le apoyan tiene cada vez mayor audiencia, además gratis. En nueve meses de gobierno no ha soltado la iniciativa; la agenda la pone el Presidente.

Especial mención amerita el manejo del tema internacional en el que comienza a tener resultados. Decir que la mejor política externa es la interna toma cabal significado. El diseño consiste en remontar el desprestigio internacional heredado –verdadera vergüenza– a través de ir obteniendo logros domésticos en materias importantes. Me gustó que hoy haya expresado su rechazo a la pretendida intervención del gobierno gringo en el caso de un yacimiento petrolero compartido entre PEMEX y una empresa privada, indicando que en caso de diferencias se dirimirían en México soberanamente. Orale.

En mi obstinado esfuerzo por ser crítico no dejo de señalar errores, aunque siempre con el temor de hacer el ridículo cuando lo que estimé error resulte ser una simple concesión táctica. No dejo de marcar como error grave la concesión del gobierno del estado de Morelos a cambio del apoyo del Partido Encuentro Social (evangélico) que no le dio votos pero sí muchos problemas en esa entidad; igual que el erróneo manejo de la termoeléctrica del mismo estado, del cual no da visos de solución y que tendrá que enfrentar cuando visite sus instalaciones hospitalarias.

Bueno, espero no haberme mostrado demasiado aplaudidor del gobierno del Presidente López Obrador, por aquello del rigor profesional. Mi papel no debiera ser laudatorio, sino de señalar los errores, aunque el afán informador hacia mis amables lectores es también tarea obligada de intentar.

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