Opinión

Juvenal, Comunista Genuino

Joel Ortega Juárez

“Una verdad definitiva parece siempre falsa ante el que tendrá razón, al final parece equivocado y peligroso antes de ese final”.

Arthur Koestler. El cero y el infinito

Juvenal González murió ayer 4 de octubre. Militante de la Juventud Comunista desde principios de la década de los sesenta, estudió en una normal rural. Como toda mi generación, estuvo alimentado por la Revolución Cubana. Participó en el Movimiento del 68 desde su trinchera en el interior del país, como muchos ignorados por los dueños de la “historia oficial”, autonombrados albaceas imposibles de esa gran revuelta libertaria mundial, que en México tuvo un final trágico en la matanza de Tlatelolco.

Los comunistas del PCM eran una especie de hermandad con muchos rasgos casi religiosos. Hubo personas que dieron su vida y su libertad por sus ideales, también personajes siniestros que medraron con esos ideales, burócratas grises de un partido semi clandestino, casi siempre aislados de los trabajadores y de la realidad. El Estado “revolucionario” persiguió con saña a los comunistas del PCM y a los que no militaban en ese partido, pero eran igualmente comunistas.

La inmensa mayoría de los militantes comunistas de dentro y fuera del PCM eran como Juvenal González, de origen popular, muchos de ellos maestros de primaria o secundaria. Los que Gramsci consideraba el gran ejército intelectual que forma la ideología hegemónica y la trasmite a millones. En México esa ideología era y sigue siendo la que se apropió de la Revolución Mexicana para adormecer a los trabajadores. Su ideólogo principal fue Vicente Lombardo Toledano.

Juvenal era un convencido defensor de la idea de que el camino al socialismo en México era rescatar la naturaleza social del Estado mexicano interrumpida por “el golpe técnico” de los neoliberales en 1982. Por ello no tuvo duda alguna para apoyar desde el principio a Cuauhtémoc Cárdenas para lo cual fundó con Marcelino Perelló y Roberto Borja, entre otros, el Grupo PoliForum, cuando muchos izquierdistas de entonces calificaban a Cuauhtémoc de “burgués”, como le gritaban en sus visitas a la UNAM, Rosario Robles y otros.

Juvenal es un arquetipo del militante comunista sin apetencias de poder. Fue un gran pedagogo. Dirigió la Escuela Primaria creada por el STUNAM, donde se formaron y forman cientos de niños en un sistema abierto, libre, muy original. Los niños de entonces adoraban a Juvenal.

Durante años Juvenal fue empleado público de nivel medio. Hace más de una década vivía en condiciones de precariedad económica.

Compartí con Juve miles de momentos. Lo critiqué por su apoyo a Cuauhtémoc en 1988, toleró mis impertinencias. Estuvimos juntos en la Escuela de Cuadros de los Partidos Comunistas, la antigua Internacional Comunista, en 1978 en Moscú. Una vez visitamos el Monasterio Principal de la Iglesia Ortodoxa Rusa. Era muy disciplinado ahí y muchas veces me reprochó mis conductas irreverentes.

Gozamos muchas veladas escuchando a José José, eso me lo recordó él mismo antes de morir, cuando hablamos por teléfono hace unos días. Era muy alegre y su sonrisa era su señal de identidad.

Su sencillez, su congruencia y su inmensa generosidad y fraternidad muestran la veta esperanzadora de un proyecto que tenía su fase libertaria y utópica abiertamente opuesta a las perversiones que sufrió internacional y nacionalmente.

Hasta siempre, querido Juvenal.