Opinión

Andrés Manuel, Primer Año

Gerardo Fernández Casanova

Se cumplió el primer año del sexenio del Presidente López Obrador y lo celebró rindiendo un prolijo informe ante una multitud reunida en el Zócalo de la Ciudad de México, la que le manifestó el gran apoyo de que goza; verdaderamente fenomenal. Digo lo anterior sin ignorar que simultáneamente marcharon y se manifestaron los que lo adversan, sean partidos políticos o ciudadanos simples, que esta vez lograron hacerse más visibles, tanto en su número (unas cinco mil personas) como en su caracterización social, de clase media, y emocional, furibunda. Ni modo, así están las cosas y así es preferible; contrasta con el viejo sistema de “no hacer olas” tratando de quedar bien con todos. Enhorabuena.

Hay mucho qué decir de lo realizado en el período y creo que ya se ha dicho. Solamente me voy a referir a lo que considero el meollo del asunto: la recuperación del papel del Estado como rector de la vida pública y promotor del desarrollo económico, social y cultural, así como de su función como procurador de la mayor felicidad posible para el pueblo. De esto se trata cuando se informa que, en México, se acabó el neoliberalismo. También a esto se refieren los adversarios que claman contra un tirano en ciernes, que arrasa con las organizaciones de la “sociedad civil”, acostumbrados a tener al Estado dominado y a su exclusivo servicio, con un manto de falsa democracia en la que sólo se reconoce la tiranía del mercado; es decir, del dinero: el poder económico.

En este proceso, el Presidente determina la estricta separación entre el poder político y el económico. Independientemente de las razones de orden técnico, económico y ambiental, la cancelación de la obra del Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México constituyó la materialización de dicha separación y sus secuelas han sido la expresión de la vigorosa resistencia al cambio. Se resistió el embate con firmeza y quedó de manifiesto el poder del Estado sobre cualquier otro. En general, el combate eficaz a la corrupción lleva el mismo sentido y también avanza.

Así establecida la regla básica, el Presidente aplica su reconocida habilidad política y atrae a su área de influencia a los grandes capitales y los denomina como indispensables para respaldar el proyecto nacional. Se entabla un compromiso serio de impulsar un ambicioso programa de construcción de infraestructura para su ejecución por la iniciativa privada y se anuncia en el Palacio Nacional dentro de una de las conferencias matutinas, con la desmañanada presencia de los más importantes y representativos empresarios del país.

En otro ángulo y aprovechando la exigencia (en este caso afortunada) de Mr. Trump en el sentido de que México deje de competir a base de sacrificar las condiciones de su mano de obra (abuso de los neoliberales en el poder), se legisla y se programa un ambicioso proyecto de fortalecimiento sindical basado en su democratización y, en consecuencia, de los mejores salarios y condiciones de los trabajadores. Esta es otra columna de sustentación para el estado rector de la economía. El papel que juega el Senador Napoleón Gómez Urrutia habla del tino de AMLO para incorporarlo a su equipo; ahora va la iniciativa para regular la práctica de la subcontratación (out sourcing) planteada como muy rigurosa para darse margen de negociación; será otro gran avance.

El régimen neoliberal, en su remedo de democracia, creó una red de organismos autónomos para muy variados temas, cuyo objetivo formal sería el de despolitizar decisiones de estado sometiéndolas a la razón técnica (tecnocracia); en realidad la finalidad era la de aherrojar a la posibilidad de que un gobierno de corte nacionalista y popular se aplicase a desmantelar los estamentos neoliberales. Gradualmente se han venido acotando y disminuyendo tales grilletes, sea por la designación de personas afines, o por asfixia presupuestal. También la simulación sufre el embate del nuevo régimen.

La eliminación de los organismos de intermediación de los apoyos gubernamentales a la población ha sido otro de los frentes de la batalla para acabar con la corrupción y el poder fáctico de sus personeros.

Es obvio que todo este proceso va dejando un reguero de corruptos desplazados muy dispuestos a la revancha por el medio que sea. Por eso usé el término fenomenal para referirme al enorme respaldo popular al Presidente Andrés Manuel López Obrador.

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