Opinión

Colisión

Jorge Lara Rivera

Luego de algo más de 3 meses, cuando por fin empiezan a diluirse los ecos del escándalo internacional suscitado con el asesinato del periodista disidente saudita refugiado en Estados Unidos Jaamal Khashoggi en el consulado de su país en Estambul, Turquía, que sacó el máximo provecho de la situación manejando el ‘timming’ vía calculadas filtraciones a los medios e incendiarias declaraciones al respecto de sus más altos funcionarios, el represor régimen islámico a cargo, que encabeza el presidente Recep Tayyip Erdogan, se declara listo para entrar en Siria para aniquilar –ofrece impacientemente a Washington (su otrora tradicional aliado del cual ha tomado distancia por diferendos económicos y diplomáticos suscitados por el abandono del laicismo y su inquietante acercamiento al Irán de los ayatolás y la compra de armamento sofisticado de última generación a Rusia, su enemigo irreconciliable)– a los terroristas del “Califato” o “Edo. Islámico” y a los yihadistas de Al Nusra (organización proscrita tanto en Rusia como la república turca), y “exterminar a los ‘terroristas secesionistas’” (eufemismo con que designa a la minoría kurda –la mayor de Oriente Medio (más de 30 millones, aunque algunos afirman que son entre 55 y 60 millones) que al igual que los armenios padece dispersa en otros países– cuyo territorio nacional se repartieron Irán, Irak, Siria y Turquía y que en los últimos 8 años que ha durado la guerra civil del país árabe ha controlado por primera vez en 25 siglos aldeas y población donde su etnia es mayoría en un sector de Siria para protegerles de los múltiples intereses en pugna en ese país cuando Damasco pareció perder el control, y reclamado el derecho a la autonomía, sirviendo como aliados circunstanciales a Washington y la coalición internacional occidental que lidera en la zona, pero también a Israel que comparte el mismo enemigo; aunque también apoyando a los perseguidos integrantes del Partido de los Trabajadores del Kurdistán turco, por lo cual Ankara les percibe como una amenaza intolerable al control total que el autoritarismo tradicional turco persigue y para los proyectos del presidencialismo megalómano de Tayyip Erdogan.

En esa vertiente Turquía ha desplegado una ofensiva estratégica resuelta a desempeñar un papel protagónico en la escena mundial como históricamente tuvo el imperio turco otomano de los sultanes. A fines de 2018 inauguró su programa espacial nacional a cargo de la industria aeroespacial y fijó su meta de enviar al espacio astronautas turcos (Halil Kayici se intregrará a la próxima misión de la NASA), pocos días luego de anunciar su intención de mandar satélites propios a orbitar la Tierra, el Presidente turco alardeó de haber conseguido equipamiento aéreo de última generación ruso y la entrega de los más sofisticados aviones estadounidense (tras liberar al clérigo Andrew Brunson, cautivo por 2 años en el país asiático acusado de participar en la frustrada tentativa golpista que le permitió purgar al ejército y hacerse con el control total de los medios y las universidades), asimismo reveló que la industria militar propia que provee actualmente el 64% de las “necesidades” nacionales de sus fuerzas armadas ha recibido nuevo impulso para un desarrollo mayor.

En el ámbito diplomático desde agosto de 2016 mejora sus relaciones con Moscú, Irán, Azerbaiyán, China y Siria y potencias europeas como Alemania y Francia, al margen de Estados Unidos (país del cual alberga en Incirlik la mayor base militar estadounidense fuera de territorio norteamericano, donde se cuenta incluso con ojivas nucleares); y ha impuesto la agenda al servicio de sus intereses al gobierno saudita sin hacer concesiones al monarca wahabí Salmán bin Abdulaziz tras el homicidio en su territorio europeo de Khashoggi que los medios vinculan al príncipe heredero Mohamed bin Salmán.

Causante del “efecto Sultán” que afectó a las diversas bolsas de los llamados países de “economía emergente” a lo largo y ancho del mundo, Turquía lidera con Venezuela, Irán, Rusia, China, Kirguistán, Corea del Sur, etc. una rebelión para cambiar el patrón dólar en los intercambios comerciales internacionales reaccionando al proteccionismo norteamericano. Se ha vinculado en Latinoamérica con Venezuela y manifiesta interés por mejorar su comercio con México.

Tras el inesperado acuerdo con Trump de que si se deshacía de los yihadistas y del califato, Estados Unidos retiraría de Siria sus tropas (cuya seguridad era un escollo insalvable para sus planes de invasión) lo cual anunció sorpresivamente Trump erosionando la credibilidad de Norteamérica en el exterior y desatando descontento de variados sectores de la Unión Americana, además de sembrar estupefacción entre sus aliados y desconcierto a sus enemigos, mientras hizo sentirse traicionados a los kurdos, todo lo cual llevó a matizar de varios modos la retirada con declaraciones como las del Secretario de Estado estadounidense en Israel quien trató de tranquilizar a sus aliados europeos y enfureció a Ankara que elevó el tono belicoso de su discurso y buscó conversaciones para la era posterior al retiro con Rusia que representó los intereses de Siria, su satélite, y de Irán su impensable aliado para intercambiar el control de Mandiji, provocando que el presidente Trump amenazara con “devastar la economía turca” si persistía en su plan de exterminio contra los kurdos sirios.

Justo por estos días en Moscú se reúnen de nueva cuenta los presidentes de Turquía y de Rusia preparando el desenlace en el mapa sirio de este nuevo conflicto que pone a Occidente y Oriente en ruta de colisión.