Opinión

Trascender los Dos Acapulcos

Por Víctor Flores Olea

Hasta donde me doy cuenta, en La Jornada del sábado 23 de marzo no hay alusión alguna a la tesis central que sostuvo Andrés Manuel López Obrador en su discurso en Acapulco de clausura de la 82ª Convención Nacional Bancaria, que tuvo lugar en el hotel Princess de la zona diamante. Es una lástima que no se difundan los términos del mismo porque en él se señala su visión, tal vez como en ningún otro lado, de las desigualdades sociales que han penetrado en el corazón de la comunidad mexicana.

“No queremos que haya dos Acapulcos: el de los ricos hoteleros y el de los pobres desplazados y marginados. Los primeros viviendo entre lujos y gastos muchas veces extravagantes, y el de los pobres que muchas veces se codean con la miseria”. Cosa, por lo demás, que no es exclusiva de Acapulco sino que se ha generalizado a lo largo y ancho del país, y sobre todo en los centros turísticos y de recreación. Muchos me dirán, con plena razón, que las causas del subdesarrollo son muchas y no sólo los enclaves turísticos. Es verdad, pero el hecho objetivo es que en variedad de centros turísticos en el mundo se presenta tal dualidad y que es una fortuna para nosotros que el Presidente de la República haya percibido este hecho desgarrador en apenas día y medio de visita a Acapulco, lo cual muestra su vocación indudable de edificar sobre sólidas bases la Cuarta Transformación.

Sería redundante hablar de las causas que han llevado a la consolidación de grandes fortunas y también de la existencia de esa riqueza insultante junto a la pobreza y miseria a que está condenada la mayoría de la población. Como bien se sabe, la expropiación de la riqueza creada por la fuerza de trabajo, origina las fortunas insultantes que vemos a nuestro alrededor. Al mismo tiempo, esta concentración de riqueza acumulada impide, como decíamos antes, que las grandes mayorías tengan acceso a los más elementales medios de vida. Pues bien, esto es lo que ha ocurrido con la población marginada de Acapulco.

Muchos se preguntarán, las razones de que estas poblaciones marginadas no se hayan levantado en rebelión exigiendo por la fuerza una mejor distribución de la riqueza. Esta pregunta merecería una muy amplia respuesta que aquí, sintetizando mucho, resumiremos en unas cuantas líneas: un movimiento realmente subversivo implica un conjunto de condiciones y apoyos que parece no se darían, al menos hoy, en ésta y otras regiones de Guerrero. Por lo pronto el espíritu de revancha y reivindicación de los jóvenes guerrerenses parece orientarse más a la participación en pandillas y mafias que en una acción política de tipo cívica como la que encabeza AMLO.

Fue muy impresionante ver, en la geografía política y electoral del dos de julio del año pasado, el resultado de la votación en todo el país: si mal no recuerdo Guerrero fue el único estado en Mexico en que López Obrador obtuvo, incluso en todas las alcaldías, el primer lugar electoral. Naturalmente, el éxito anterior le ha otorgado un poder y una influencia social nunca vistas, que ya veremos cómo se manejan y a dónde se dirigen, pero que se presume siguen puntualmente la orientación política e ideológica de AMLO.

Opino otra vez que la razón la tiene plenamente AMLO, según se ha demostrado en los últimos años latinoamericanos. Después de la toma del poder por los guerrilleros cubanos, parece que no habido condiciones propicias para que la aventura vuelva a repetirse. Los intentos de toma del poder por vía armada han fracasado rotundamente, inclusive cuando se han dado algunas de las condiciones esenciales, según sus teóricos más connotados. En Brasil, Uruguay, Argentina, Perú, Colombia, y desde luego en Bolivia (con el che Guevara).

En definitiva, parece que han triunfado de manera más rotunda los movimientos sociales de izquierda que las guerrillas armadas. Evo Morales en Bolivia, y además, en Venezuela, pero en otras condiciones, con Hugo Chávez y Nicolás Maduro, y en México, también en condiciones muy diferentes, Andrés Manuel López Obrador, para reducirnos a lo principal.

El hecho fundamental es que, en la situación presente, resulta extraordinariamente difícil efectuar un movimiento revolucionario con la presencia, siempre vigilante y hostil, de los Estados Unidos de Norte América. Este factor externo resulta determinante y puede condicionar de manera esencial el tipo de socialismo que se implante en determinado país. Naturalmente, este es un aspecto inevitable y los países latinoamericanos que aspiren a una transformación profunda de sus estructuras han de tomar en cuenta tal factor que viene del exterior.

Dijimos antes que resultaba extraordinario que, en este caso y en tiempo tan breve, López Obrador hubiera llegado a la médula de las diferencias abismales entre la zona turística del dispendio y el universo miserable de los desposeídos. Pero al fin y al cabo, tal es su función como político: descubrir los “cortes” sociales que implican insultante desigualdad y pugnar por su eliminación. Es evidente que Andrés Manuel lucha por la justicia social, pero en este caso, además, cuando asiste al cierre de una convención bancaria y a la siguiente hora a un mitin en Ciudad Renacimiento, una de las zonas más deprimidas de Acapulco, se muestra como un político de genio.