Guillermo Fabela Quiñones
En esta etapa del sexenio, cuando las inercias del viejo régimen siguen pesando en el proyecto de llevar a cabo la Cuarta Transformación, y cuando los poderosos intereses creados empiezan a sentir pérdidas por el combate a la corrupción, los ataques al presidente Andrés Manuel López Obrador arrecian, a la par que día tras día se incrementan las insidias y presiones de organismos trasnacionales que ven con malos ojos que el cambio va en serio.
De esto es un ejemplo digno de mención la actividad desplegada por las “calificadoras” al servicio de Wall Street y del capital financiero global, principalmente Fitch y Standard & Poor´s, las cuales han prodigado una campaña negra contra el gobierno de López Obrador, comparable a las que usaban los mandatarios estadounidenses para presionar a los gobiernos que querían mantener bajo su férula: la “certificación” de buena conducta en su combate al narcotráfico.
El mandatario mexicano tildó de hipócrita a la calificadora Fitch, porque en la etapa neoliberal, cuando las empresas del Estado mexicano estaban siendo arruinadas, principalmente Pemex, nunca hicieron una leve recomendación a los sucesivos gobiernos tecnócratas. Y ahora que se están sentando las bases para sanearlas y garantizar a los inversionistas nacionales y extranjeros condiciones de seguridad es cuando lo hace, pero de un modo por demás grotesco porque los hechos permiten ver el trasfondo de sus verdaderos objetivos.
Es preciso decirlo cuantas veces sea necesario para que el ciudadano común no se deje manipular por las campañas tendenciosas pagadas por los grandes intereses globales que anhelaban adueñarse de las principales riquezas de México: las “calificadoras” son un instrumento de presión creado por los organismos financieros globales para afianzar el apuntalamiento del neoliberalismo en los países emergentes. En la crisis económica de 2008, que empobreció a millones de personas en Estados Unidos, quedó demostrado que en vez de prevenir la crisis la exacerbó, en beneficio de Wall Street.
En otro orden de cosas, las bandas delictivas que ahora están resintiendo la lucha del gobierno federal, parecen quererlo poner a prueba como se vio el pasado domingo en Guanajuato. Como dijo López Obrador hace unas semanas, “quieren jugar a las vencidas”. Ni que decir tiene que habrán de perder, porque acabar con el crimen organizado es la principal apuesta del nuevo régimen junto con el combate a la corrupción. Para eso se conformó la Guardia Nacional.
El fortalecimiento del Estado de derecho en el país es una meta que se debe alcanzar sin tardanza con hechos muy claros, como lo está demostrando el combate al robo de combustibles. Sin embargo, así como es muy firme esta lucha del régimen del cambio, también lo es la de las bandas delictivas porque no tienen nada más que perder. Es la herencia que nos deja un régimen perverso, canalla, sin amor a México como se está viendo en esta etapa de su escalada final.
Lo ocurrido el domingo en el predio El Hoyo, en Guanajuato, donde se localizaron 40 pipas en posesión del cártel denominado Santa Rosa de Lima, es una muestra de que no aceptan su derrota. Tampoco la quieren aceptar organizaciones como Antorcha Campesina y sus filiales. Parece que quieren orillar a López Obrador a reprimirlos. No se caerá en la trampa porque no hay necesidad de usar la fuerza cuando se tiene el apoyo de la sociedad.