Guillermo Fabela QuiñonesApuntes
La derecha, como no tiene argumentos válidos para descalificar las acciones del gobierno de la República, siembra mentiras según la receta del ministro de Propaganda de Adolfo Hitler. Un burdo ejemplo de esta táctica perversa lo dio recientemente Denisse Maerker, periodista estelar de la empresa Televisa, quien dirige el programa “Punto de Partida” que se emite los jueves. La semana pasada, en vez de la transmisión grabó una perorata ajena a todo principio ético con el fin de “justificar” la causa del porqué ese día no se realizaría la emisión.
En whatsapp subió una “disculpa” a su auditorio, en la cual denunciaba que los periodistas de su equipo de trabajo “habían sido secuestrados”, que muchos más en otros medios también habían sufrido lo mismo, sin decir cómo había sucedido el hecho, cuándo y dónde, preguntas fundamentales que todo periodista sabe son imprescindibles para hacer una labor informativa profesional y creíble. Nunca se refirió a estos cuestionamientos en su diatriba, sólo afirmó varias veces que también periodistas de otros medios habían sufrido lo mismo.
“No estamos dispuestos a fingir que no está pasando nada. Sí está pasando”, afirmó sin hacer una denuncia concreta, sin informar cómo sucedió el supuesto secuestro. En la portada del whatsapp, sobre la imagen de la periodista, un letrero dice. “AMLO manda callar a Denisse”. Obviamente, quien lo lee su primera impresión es dar por sentado que es una verdad irrefutable. No importa que no escuche la voz de la denunciante, el objetivo que se buscó ya está logrado, conforme a los lineamientos de Goebbels.
La periodista, y la empresa en la que trabaja, están incurriendo en una actitud censurable, ética y profesionalmente. Se les podría fincar una responsabilidad jurídica en cuanto que se está dañando seriamente la confianza en un gobierno que contra viento y marea busca llevar al país a un cambio democrático. Es obvio que el disgusto de la periodista se produce por el descontento de Televisa ante la drástica reducción de las prebendas que antes recibía de los gobiernos del duopolio oligárquico del PRIAN. Sin embargo, lanzar infundios perversos no es el camino para recuperar los privilegios perdidos.
Es curioso que ahora que existe una real apertura del gobierno a los medios, como lo demuestran hechos concretos y la cotidianeidad de la vida del país, se afirme que la prensa está siendo “secuestrada”, cuando durante muchas décadas lo ha sido efectivamente por la clase política en el poder, la cual sólo ha tenido que utilizar recursos del erario a manos llenas para que la verdad incómoda no salga a la luz.
Ahora que el gobierno federal no pone cortapisa alguna a los medios para que ejerzan su labor informativa, el descontento de éstos es porque no hay forma de presionar al Ejecutivo como se hacía antes mediante el chantaje y los arreglos en lo oscurito. Fueron décadas en las que la verdad estuvo secuestrada, literalmente, y ahora que no tiene cadenas, Televisa está decidida a brincar las líneas de la ética profesional con tal de hacer un daño canallesco al presidente López Obrador.
Si realmente hubiera habido tal secuestro, como lo afirma desvergonzadamente la periodista, el escándalo hubiera tenido dimensiones globales y la derecha habría utilizado el delito para exigir hasta la intervención de la ONU o del mismo Donald Trump.
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