Víctor Flores Olea ¿La globalización avanza o retrocede? Dos investigadores de la Universidad de Nueva York desarrollaron una metodología para medir la evolución de la globalización a partir de los intercambios de comercio, capitales, información y personas. La muestra está constituida por una base estadística de 140 países que representan el 99 % del PIB mundial y 95 % de la población del planeta. Finalmente en una edición reciente del informe titulado “El estado de la globalización en una era de ambigüedades”, en 2014 se lograron recuperar y superar los niveles previos a la crisis financiera mundial y al dinámico comportamiento del intercambio entre países; en 2015, sin embargo, se observa una baja notable en su ritmo de expansión, al presentarse una severa caída en los flujos de capital.
Desde entonces, en efecto, se observa esa caída en el comercio de mercancías, que se mantiene a la baja. El valor de las exportaciones de mercancías como porcentaje del PIB mundial cayó de 24.4 % en 2012 a 22.5 % en 2015. En términos de volumen, el comercio de mercancías subió un modesto 2.7 % en 2015, muy lejos de los años en que su crecimiento duplicaba al de la producción mundial (aproximadamente de 1990 a 2007). En contraste, los flujos de información internacional se han expandido rápidamente desde 2005, impulsados por un aumento promedio de 10 veces en el ancho de banda del internet. A pesar de que la conectividad doméstica también aumentó significativamente en el periodo, la proporción de tráfico que trasciende las fronteras pasó de 11 % en 2005 a 22 % en 2015. Este patrón de comportamiento se observa también en el comercio electrónico: se estima que, en 2014, el 15 % del valor total de sus operaciones correspondió a transacciones internacionales. Europa es la región con el índice de conectividad más elevado, seguida por América del Norte y la región del este de Asia. El liderazgo de Europa refleja tanto sus características estructurales (muchos países ricos en las proximidades), como décadas de políticas destinadas a promover la integración regional. Más de 70 % del intercambio de bienes, servicios, capital, información y personas se realiza entre países comunitarios, lo que pone de relieve la fuerza de la integración regional.
El término “globalización” ha adquirido una fuerte carga emotiva. Algunos consideran que la globalización es un proceso benéfico —para el desarrollo económico futuro en el mundo—, a la vez que inevitable e irreversible. Otros la ven con hostilidad, incluso temor, debido a que consideran que suscita una mayor desigualdad dentro de cada país y entre los distintos países, amenaza el empleo y las condiciones de vida y obstaculiza el progreso social. En esta nota se analizan de manera general algunos aspectos de la globalización y se procura identificar en qué forma los países pueden aprovechar las ventajas de este proceso, evaluando al mismo tiempo desde una óptica realista las posibilidades y riesgos que plantea.
La globalización ofrece grandes oportunidades de alcanzar un desarrollo verdaderamente mundial, pero no avanza de manera uniforme. En los países que han logrado integrarse, el crecimiento económico es más rápido y la pobreza disminuye. Como resultado de la aplicación de políticas de apertura al exterior, la mayor parte de los países de Asia oriental, que se contaban entre los más pobres del mundo hace 40 años, se han convertido en países dinámicos y prósperos. Asimismo, a medida que mejoraron las condiciones de vida fue posible avanzar en el proceso democrático y, en el plano económico, lograr progresos en cuestiones tales como el medio ambiente y las condiciones de trabajo.
Las crisis de los mercados emergentes en los años noventa han mostrado que las oportunidades de la globalización tienen como contrapartida el riesgo de la volatilidad de los flujos de capital y el riesgo de deterioro de la situación social, económica y ambiental como consecuencia de la pobreza. Para todas las partes interesadas —en los países en desarrollo o los países avanzados y, por supuesto, para los inversionistas— esta no es una razón para dar marcha atrás sino para respaldar reformas que fortalezcan las economías y el sistema financiero mundial de modo de lograr un crecimiento más rápido y garantizar la reducción de la pobreza.
¿Cómo se puede ayudar a los países en desarrollo, especialmente a los más pobres, a recuperar el terreno perdido? ¿La globalización agrava la desigualdad o puede ayudar a reducir la pobreza? ¿Se exponen inevitablemente a la inestabilidad los países integrados a la economía mundial? Estas son algunas de las preguntas a las que procuran responder los economistas de hoy.
En su aspecto más básico, la globalización no encierra ningún misterio. El uso de este término se utiliza desde los años ochenta, es decir, desde que los adelantos tecnológicos han facilitado y acelerado las transacciones internacionales comerciales y financieras. Se refiere a la prolongación, más allá de las fronteras nacionales, de las mismas fuerzas del mercado que durante siglos han operado a todos los niveles de la actividad económica humana: en los mercados rurales, las industrias urbanas o los centros financieros.
Los mercados promueven la eficiencia por medio de la competencia y la división del trabajo, es decir, la especialización que permite a las personas y a las economías centrarse en lo que mejor saben hacer. Gracias a la globalización, es posible beneficiarse de mercados cada vez más vastos en todo el mundo y tener mayor acceso a los flujos de capital y a la tecnología, y beneficiarse de importaciones más baratas y mercados de exportación más amplios. Pero los mercados no garantizan necesariamente que la mayor eficiencia beneficiará a todos. Los países deben estar dispuestos a adoptar las políticas necesarias y, en el caso de los países más pobres, posiblemente necesiten el respaldo de la comunidad internacional a tal efecto.
La globalización no es un fenómeno reciente. Es la integración de los mercados financieros, que ha sido posible gracias a las comunicaciones electrónicas modernas. En el siglo XX hubo un crecimiento económico sin precedente, que casi quintuplicó el PIB mundial per cápita. Sin embargo, este crecimiento no fue regular, ya que la mayor expansión se concentró en la segunda mitad del siglo, período de rápida expansión del comercio exterior acompañada de un proceso de liberalización comercial y, en general, de la liberalización de las corrientes financieras. El siglo XX estuvo marcado por un notable crecimiento del nivel medio de ingresos, pero los datos muestran que este crecimiento no estuvo repartido de manera igualitaria. La brecha entre los países ricos y los países pobres, y entre los sectores ricos y pobres dentro de cada país, se amplió.
La globalización supone una integración cada vez mayor del comercio mundial y los mercados financieros. Pero, ¿en qué medida han participado los países en desarrollo en esta integración? Los esfuerzos de estos países para ponerse a la par de las economías avanzadas han tenido resultados dispares. En algunos países —sobre todo asiáticos— el ingreso per cápita se aproxima con rapidez a los niveles alcanzados en los países industrializados. Un mayor número de países en desarrollo sólo ha avanzado lentamente o ha perdido terreno. Específicamente, en África el ingreso per cápita se redujo en comparación con los países industriales, y en algunos países disminuyó en términos absolutos.
Comercio exterior. La participación del conjunto de países en desarrollo en el comercio mundial aumentó del 19 % en 1971 al 29 % en 1999. No obstante, el gráfico 2b muestra grandes diferencias entre las principales regiones. Por ejemplo, las economías asiáticas recientemente industrializadas han logrado resultados satisfactorios, en tanto que África en su conjunto ha tenido un desempeño mediocre. La composición de las exportaciones de los países también es un factor importante. El mayor aumento se ha producido, por amplio margen, en la exportación de bienes manufacturados, en tanto que ha disminuido la participación en el total mundial de las exportaciones de productos primarios —entre ellos los alimentos y las materias primas—, que en general provienen de los países más pobres.
Movimientos de capital. También podría ilustrarse un fenómeno que muchas personas asocian a la globalización: un fuerte aumento de los flujos de capital privado hacia los países en desarrollo durante gran parte de los años noventa. También podría mostrarse que a) el aumento se produjo tras un período —en los años ochenta— en que los flujos financieros fueron especialmente limitados, b) los flujos oficiales netos de “ayuda” o asistencia para el desarrollo disminuyeron considerablemente desde principios de los años ochenta, y c) la composición de los flujos privados se ha modificado de manera extraordinaria. La inversión extranjera directa ha pasado a ser la categoría más importante. La inversión de cartera y el crédito bancario aumentaron, pero han mostrado mayor inestabilidad, y se redujeron de manera abrupta a raíz de las crisis financieras de finales de los años noventa.
Migraciones. Los trabajadores se desplazan de un país a otro, en parte en busca de mejores oportunidades de empleo. El número de personas en esta situación aún es bastante pequeño, pero en el período 1965-90 la mano de obra extranjera aumentó alrededor del 50 % en todo el mundo. La mayor parte de las migraciones se produjeron entre países en desarrollo. No obstante, la corriente migratoria hacia las economías avanzadas probablemente dé lugar a una convergencia de los salarios a nivel mundial. También es posible que los trabajadores regresen a los países en desarrollo y que los salarios aumenten en estos países.
Difusión de los conocimientos (y la tecnología). El intercambio de información es un aspecto de la globalización que a menudo se pasa por alto. Por ejemplo, la inversión extranjera directa da lugar no sólo a una expansión del capital físico sino también a la innovación técnica. Con carácter más general, la información sobre métodos de producción, técnicas de gestión, mercados de exportación y políticas económicas está disponible a un costo muy bajo y representa un recurso muy valioso para los países en desarrollo.