María Teresa Jardí
Un acto de justicia, aún no concretado, es el envío de una Ley de Amnistía, por parte de López Obrador, al Congreso para ser revisada antes de ser promulgada. Imposible no estar de acuerdo con esa iniciativa. Pero Amnistía es olvido, no es perdón, y los presos injustamente no deben ser perdonados y al contrario el gobierno debe obtener el perdón de ellos.
En la iniciativa se confunde amnistía con indulto. Y eso es inaceptable. Aunque si se tratara de un cambio real de paradigma bien podría pedirse el ejercicio del indulto al Estado mexicano por parte de los que se afirma que van a ser indultados. Presos políticos, mujeres presas por haberse realizado un aborto, médicos que las ayudaron, indígenas monolingües y no monolingües, pero tampoco del todo hispano hablantes, acusados sin traductor ni posibilidad de defensa. Pobres presos por ser pobres. Vendedores de droga al menudeo o incluso transportadores de cantidades mínimas mientras pasan los grandes cargamentos. Los injustamente presos que son más, muchos más, que los que hicieron algo que amerite la cárcel y lo están por un acto de justicia, como puede ser, se verá en el camino, el encarcelamiento de Rosario Robles tan ladrona que resultó esa mujer infame.
Quienes deberían pedir perdón, buscando el indulto del pueblo son, de Echeverría a Peña Nieto, todos los que fueron titulares del Poder Ejecutivo de México. Y hago votos, que conste, para que la crónica se equivoque y no quede incluido en ese rubro Andrés Manuel López Obrador. Pero lo anterior incumbe a la posibilidad de firma de un nuevo pacto social que involucra al Estado mexicano. Las escaleras, ya se sabe, y AMLO lo repite continuamente, se empiezan a barrer desde lo alto hasta llegar a la parte más baja. Y si el neoliberalismo hubiera o estuviera siendo arrinconado, como no se cansa de decir AMLO en sus mañaneras, siendo desmentido por dichos y hechos de muchos de los que lo acompañan, el pueblo mexicano, que es tan generoso, aceptaría indultar a sus verdugos.
Pero el neoliberalismo lejos de desaparecer se afianza en México y la 4T se empeña en ser la 4 transformación priísta. No tan canalla en algunos rubros. Pero peor aún en otros. A final de cuentas los que antes se habrían enfrentado diciendo no a la criminal devastación del Sureste, hoy aplauden porque en MORENA se acata lo que dice el Presidente.
Para transitar a ese lugar, alcanzable, donde la felicidad se convierta en regla para el pueblo, tendrían que salir del gobierno los Romo y unos cuantos más que desmerecen ante la generosidad del pueblo mexicano, desbordada en el zócalo de la CDMX este 15 de septiembre, que marca una diferencia con los actos acartonados de antaño en los que el desprecio al “populacho” se demostraba incluso en el lenguaje corporal de los impuestos con un fraude tras otro, incluso vendidos como productos televisivos, como sucedió con el impune Peña Nieto, de tan ingrata memoria, de cara incluso de los muchos que ya han pasado al basurero de la historia.
A pesar de las condiciones extremas impuestas como forma de muerte, que nada tienen que ver con la protección a la vida como justificación de la firma del pacto social, con el que los gobernados renunciamos a hacernos justicia por propia mano y dejamos en manos de los gobernantes la facultad de castigar las trasgresiones al Estado de Derecho, hablando de manera general, aunque aquí estemos lejos, todavía, de saber qué es un Estado de Derecho, hay que reconocer que al menos por lo que toca al calificativo social, de esa forma de funcionamiento, AMLO da pasos que tienen que ver con la alegría que se miraba en la gente –que se veía en el zócalo– participante en la verbena previa al Grito de Independencia, aún no alcanzada del todo tampoco. Pero repito, Amnistía es olvido y el indulto es perdón. Perdón que debe pedir el actual gobierno a los amnistiados a nombre del Estado mexicano.