Alberto Híjar Serrano
Teórico de la democracia, Pablo González Casanova afirmó en un coloquio en 1992, que la crisis promovida por la acumulación capitalista mundializada, no tendría remedio con el populismo ni con el socialismo real empantanado en el poder trasnacional de los intereses de los grandes consorcios. La solución en marcha tendría que ser la democracia social, afirmó el ex rector. En efecto, a raíz del EZLN y la asombrosa solidaridad que ha procreado, otras iniciativas de poder de las organizaciones de los pueblos y comunidades en lucha, proliferan en todo el mundo. Entonces fueron los Sin Tierra de Brasil, los Autonomistas de Irlanda, el País Vasco, Cataluña, Timor Oriental, los kurdos, los movimientos indígenas y los constructores de los países desincorporados a la URSS, quienes lanzaron proclamas por un nuevo orden posible más allá de las utopías. El Foro de San Paulo y los esplendores anarquistas en Seattle contra el FMI, en Davos contra los banqueros y empresarios de Estado, en Cancún, procuraron impulsar la organización de federaciones libres de autonomistas autogestionarios. Esta lucha sigue. Los encuentros del EZLN siguen reuniendo bajo la consigna de que cada quien construya en su propia geografía, historia y formación social, sus caminos emancipatorios.
Nada de esto es tranquilo sino conflictivo por las necesidades impuestas por los Estados-Nación y sus leyes reductoras a mandatos constitucionales reformados para impedir las autonomías que hacen valer leyes de la Organización Internacional del Trabajo y de las constituciones estatales, tal como ocurre para el caso de las guardias comunitarias de Guerrero. Tienen que defenderse de los proyectos caciquiles defensores de sus intereses delincuenciales en la elusión de impuestos, el contrabando y las asociaciones con el narcotráfico y el tráfico de armas y personas. Esto forma un conflicto al que no se le ve salida por el dominio de la fortaleza del bloque histórico de la llamada delincuencia organizada incluyente de la tolerancia de los gobiernos locales para no complicarse la existencia. Llaman a esto gobernabilidad y fomentan la inculpación de la violencia en abstracto y la descalificación de los comunitarios organizados, tal como ocurre, por ejemplo, con el reportaje de Ezequiel Flores Contreras desde Alcozacán, Guerrero, “una región donde aparentemente la única ley es la de la venganza” (Proceso 2256,26 de enero de 2020). Ignora que las apariencias engañan.
De aquí la atinada propuesta de los Amigos de Gonzalo Molina que cuentan con el prestigio y fortaleza política de quien prefirió seis penosos años de prisión donde le fue regateada la atención médica hasta poner en peligro su vida. Ni así cambió su posición de rechazar arreglos de perdón y olvido con el gobierno, para exigir a cambio su absolución de los delitos inexistentes de secuestros y portación de armas, derechos ganados por el acuerdo de reconocimiento legal de la CRAC-PC a la que sigue reivindicando.
En la conferencia de prensa del jueves 20 de enero en CENCOS, la prestigiada organización de defensa de los derechos humanos, los periodistas preguntaron por la incorporación de niños al entrenamiento militar. La respuesta es que forman parte de los más de ochenta familiares perjudicados por el asesinato de los diez músicos el viernes 17 de enero por Los Ardillos, una fantasmal organización mencionada en las averiguaciones de la noche trágica de Iguala que costó la desaparición inexplicada de los 43 de Ayotzinapa y las seis víctimas sacrificadas, entre ellas, Julio César Mondragón que sufrió vivo el desprendimiento del rostro y los ojos. Los niños de las familias no son ajenos a estos horrores, sufren con y por sus familiares y sus compañeritos asesinados, viven la zozobra diaria de los desplazamientos forzados y el tener que pagar por entrar a la escuela con el temor constante a la muerte violenta. Saben de traiciones en una convivencia donde la comunicación oral construye historias y explica tragedias como la traición de Juan José Mireles que ofreció a López Obrador exterminar al EZLN y ha organizado un poder paramilitar con armas y camionetas flamantes en Guerrero y Michoacán contando con traidores como Cemeí Verdía en Ostula, frontera de Colima y Michoacán, con cientos de fosas para desaparecer cadáveres en los alrededores de Tecomán. Los niños saben, se dan cuenta y están afuera de las asambleas a las que llegan acompañando a sus padres. Sus juegos no son ajenos a la tragedia cotidiana respondida con la organización procreada en las asambleas y con la presencia de retenes de compañeros en lugares estratégicos.
Saben de la valentía sin ostentaciones, ahí donde un apellido da nombre a casi todos. Una práctica política tradicional los forma con la organización en las asambleas, los acuerdos en territorios acosados donde sobreviven los caseríos desparramados, las encargaturas, como las llaman en la costa de Michoacán. Los niños son parte de todo porque ocupan un lugar importante en los procesos productivos como mandaderos con sus bicicletas y en los trabajos campesinos y pesqueros. También en las fiestas.
La cuestión infantil no es sólo respuesta a la desesperación social. Este ingrediente cuenta ante la pérdida de la esperanza en la Guardia Nacional que no entra a la Montaña de Guerrero. Por estos días, una comisión del gobierno de Guerrero está en Chilapa y ojalá cumpla el compromiso de dar seguridad a la vida. Los Amigos de Gonzalo Molina tienen en él una garantía inclaudicable. Fue más que simbólico el presidium de la conferencia de prensa con cuatro uniformados de la CRAC-PC con los rostros cubiertos por paliacates grises al igual que los dos compañeros en los costados de Gonzalo en la mesa compartida con el abogado Porfirio Martínez, conductor del acto, el General Gallardo y quien esto escribe. Es necesario mantener el clandestinaje contra las amenazas como la sufrida en el intento de secuestro al participar, recién liberado, en la marcha conmemorativa de los crímenes de Iguala.
Pero lo importante es que nada de esto se reduce a la dialéctica entre la violencia y la valentía de quienes entregan su vida a combatirla apoyando la vida comunitaria. Mostró Gonzalo una carpeta roja con el sustento programático: el Reglamento Interno del Sistema Comunitario de Seguridad, Justicia y Reeducación de la Montaña y Costa Chica de Guerrero, firmado en Colombia de Guadalupe, Malinaltepec, Guerrero, el 14 de octubre de 2017. He aquí el Programa debidamente discutido y actualizado en las asambleas para dar lugar a comisiones constantemente evaluadas, no sin desacuerdos que se van procesando con el rechazo a los cacicazgos infiltrados, promotores de los acuerdos con el gobierno y los partidos políticos.
Por tanto, en el respeto a la autonomía relativa de cada Casa de Justicia, según hizo ver Gonzalo y su compañero de al lado en la conferencia de prensa, está viva la construcción comunitaria autónoma pese a las infiltraciones de los enemigos poderosos generadores de crisis como la actual resultante del reparto tardío de fertilizantes sin mediación de caciques de organizaciones espurias, lo que significa cultivos pobres e insuficientes. Todo es difícil, los caciques agitan, establecen alianzas criminales, los policías fingen ceguera, pero hay resistencia organizada y el gobierno necesita entender la urgencia de trabajar desde abajo y a la izquierda, como dice el Congreso Nacional Indígena y su Concejo y no sólo buscando acuerdos de contención de la voracidad empresarial ante la amenaza del flamante tratado muy desigual con Canadá y Estados Unidos.