Opinión

La Economía y el Coronavirus

Michael Vázquez Montes de OcaEconomía Popular

Un artículo anterior se refería a la pandemia del coronavirus, su repercusión e influencia en América Latina y el Caribe. Ahora se hará énfasis en las económicas, dado que los analistas confirman lo que se califica de cisnes negros (eventos impredecibles que inciden global y enormemente): la caída del petróleo y el Covid-19, con el desplome del crecimiento, despidos en muchas empresas y más contracción de la inversión.

Cada una de esas tendencias podría agravarse. La epidemia va a proseguir su marcha, costará más de USD 280 mil millones en los primeros tres meses del año y empieza a tener dimensiones extraordinarias.

La presidenta del FMI advirtió que podría provocarse una situación similar a la del 2008 y poner en peligro la recuperación. Se han estremecido los mercados por los efectos en dominó y su desenlace es muy alarmante, por lo que no es lejana la posibilidad que rebase la dimensión de otros trances parecidos; los principales organismos internacionales merman sus previsiones y también lo está haciendo la producción y los servicios, a un ritmo acelerado.

El número de turistas en el 2020 sufrirá una fuerte baja, según pronostica la Organización Mundial del Turismo (OMT) y está entrando en magnas dificultades, con graves contracciones en los meses que vienen, particularmente en el verano y en comunicado conjunto con la de la Salud se pide al sector turístico que su respuesta al brote del coronavirus sea “medida, coherente y proporcionada”, ya que cerrar fronteras, prohibir los viajes en general y políticas más extremas no detendrá la propagación. Las aerolíneas podrían perder más de 100 mil millones de dólares en ingresos en el 2020, según la Asociación Internacional del Transporte Aéreo.

Hay quienes apelan a que los datos son parecidos a los de 1929 y otros sostienen que esto podría ser peor que la del sector financiero del 2008. Sea como fuere, el tema es que el petróleo caía un 30% sembrando un caos, el Banco Central Europeo aprobó estímulos financieros para poder lidiar con el costo de la enfermedad y las pérdidas hablan por sí solas (estimadas en 2 billones de dólares en el 2020 en el planeta), cifra equiparable al costo estadounidense de la guerra en Afganistán en 18 años.

Los países tratan de solucionar los problemas emitiendo más moneda, pese a que va a parar en las arcas de las grandes compañías y de la élite, no a la actividad productiva ni a la construcción de fábricas.

China experimenta devastadoras consecuencias; sus daños ascienden a 237 mil millones de dólares. Desde finales de enero, ha limitado drásticamente la actividad y de expandirse en el tiempo, podría cobrarse más de un punto porcentual de lo anunciado; hace semanas que el tránsito de mercancías se redujo a niveles insignificantes, lo que golpea a otros países por el descenso de importaciones del gigante asiático, la comercialización de productos finales importados de ese país y la huella se multiplica por el rol de los proveedores manufactureros de las cadenas de valor radicados allí. Una primera interrogante es lo que ocurrirá con su economía; según varias informaciones, ha comprado, a precios de remate, montones de compañías occidentales que operan en su territorio.

Ahora está afectando a Estados Unidos, sacando a la luz la profunda divisoria de clase en la atención sanitaria: los que gozan de buenos seguros médicos y pueden trabajar o enseñar desde sus casas y los millones de mal pagados, jornaleros, de servicios, temporeros sin cobertura sanitaria, parados y personas sin techo totalmente desamparadas y aunque Washington resuelva finalmente la falta de equipos de prueba y consiga suministrar suficientes kits, las personas no aseguradas seguirán teniendo que pagar a médicos y hospitales, la factura sanitaria de las familias se disparará, millones de trabajadores perderán su empleo y el seguro médico asociado.

Científicos estadounidenses consideran que la respuesta de Washington no ha sido suficientemente rápida. La Reserva Federal de Estados Unidos ha decidido reducir más su tasa de interés de referencia, lo que ha estimulado otro revuelo en la bolsa de Nueva York y si bien Wall Street ha reaccionado con el desplome del S&P 500, las decisiones han sido una buena noticia para quienes invierten en oro, que subió su valor en un 3%.

Europa, con un avance más rápido de lo que lo fue en China en su peor momento, se ha convertido en el epicentro. Se insta a los europeos a actuar con determinación y que la respuesta pueda soportar el golpe financiero que viene induciendo la mortal enfermedad.

Las terribles implicaciones para Latinoamérica están a la vista, desplome de los precios de las materias primas, masivas salidas de capital, devaluaciones de la moneda en Brasil, Chile o México y caídas de las bolsas. Golpeará a los más empobrecidos y producirá tragedias inimaginables, especialmente en aquellos con sistemas de salud inexistentes, deteriorados o demolidos.

Empieza a haber quiebras de empresas, aunque por ahora no son muchas y son más frecuentes las restricciones de plantillas y producción. Lo que está ocurriendo supone un freno y demuestra lo muy globalizada que está la sociedad; una evaluación destaca que, en el mejor escenario, se vaticinan millones de muertes y pérdidas de 2.4 billones de dólares del PIB mundial y a medida que la gravedad aumenta, el costo potencial trepa.

El dólar y los bonos del Tesoro de Estados Unidos se han convertido en el principal refugio de los capitales, que se utilizarán para el proyecto imperial de restaurar la hegemonía norteamericana. Todas las consecuencias de una globalización afloran y nadie sabe cómo lo lidiará el capitalismo; los gobiernos se enfrentan a una difícil disyuntiva: parar la actividad económica o la extensión del virus, implementando medidas radicales y rápidas, para disminuir el impacto.

Existe una fragilidad financiera desde la crisis del 2008, que dejó sentadas las bases para que pueda hacer estallar una burbuja financiera internacional de magnitudes históricas. El endeudamiento subió en Estados Unidos, Europa y América Latina y el resultado de la situación china al alterarse las cadenas de suministro, fractura el sustento que debería mantener un flujo permanente para garantizar los pagos y termina en lo que está sucediendo ahora, que es que los capitales se refugian en los títulos del Tesoro estadounidense.

Se hacen visibles los aprietos capitalistas, con antecedentes en 1999-2001, 2007-2009 y la recesión del 2009. Ante los actuales, lo que se discute es quién hegemoniza el nuevo orden y por eso la guerra comercial entre Estados Unidos y China, o las respuestas nacionalistas y proteccionistas de Trump, Brexit, Bolsonaro y varios regímenes derechistas, que son llevadas adelante bajo las banderas del neoliberalismo.

Amenazas de recesión, “guerras comerciales”, junto a nuevo salto de la lucha de clases, marcan un cambio en la tónica del momento. La pandemia pone de manifiesto que el sistema capitalista se viene abajo cuando se incomunica a todo el orbe durante un mes, las acciones unilaterales son contraproducentes e inefectivas y el aislacionismo y la improvisación trumpistas se vuelven especialmente peligrosas.

El pronóstico es de agravamiento, con futuro incierto en cuanto a duración y conmoción social en términos de empobrecimiento, desempleo, desigualdad y marginación social, se agravarán los problemas e inducirá políticas reaccionarias para afectar derechos conquistados, quedando en evidencia la ausencia de infraestructura y políticas sanitarias de prevención y asistencia, el fracaso de la política de privatización de la salud, su mercantilización y de otros derechos sociales, al someterlos al régimen del capital y a relaciones mercantiles y de lo cual son ejemplo las farmacéuticas que sistemáticamente anteponen su objetivo de optimizar sus beneficios a otros fines, como el de prevenir y/o curar enfermedades.

La importancia de la comercialización y la sumisión de los intereses generales a los intereses privados en sectores tan importantes para la salud y calidad de vida de las poblaciones ha sido la característica del período neoliberal, iniciado a partir de los años ochenta con la amplia privatización de sectores vitales.

El coronavirus y el desplome de los mercados se instalan sobre una situación sensibilizada por la crisis económica junto a los riesgos y el cambio climático. Las perspectivas no son halagüeñas, se mostró la peor cara de la globalización y es prematuro saber las derivaciones sobre la cultura y la política, pero no quedan dudas que las tendencias hacia el aislamiento, individualismo y las xenofobias existentes pueden fortalecerse, con importantes implicaciones geopolíticas que todavía son difíciles de anticipar.

Hay que desarmar la lógica de la mercantilización y privatización transnacional por otras orientadas a la organización de relaciones sociales de producción y cooperación internacional para la salud pública y otros derechos sociales, resultando imperioso discutir y objetar la lógica del orden de la producción y la circulación capitalista. Ello no existirá hasta que los movimientos sociales acaben con el poder de las compañías farmacéuticas y con el negocio de la sanidad.

En suma, se está a las puertas de un mundo nuevo, el que se está viviendo no tiene precedentes.