Opinión

La verdadera pandemia

María Teresa Jardí

Alrededor de treinta mil personas han sido reportadas como los muertos por el coronavirus. Un virus que no ha arrasado a los que debía. Un virus convertido oportunamente en pandemia por la ONU en beneficio de los que controlan el mundo.

Un virus que no resiste la comparación de muertos producidos con los feminicidios; ni con los muertos asesinados por la diabetes; ni con los niños, en el caso mexicano y de otros países latinos y africanos, muertos por una diarrea por falta de agua…

Los números no cuadran. El número de muertos producidos por el coronavirus dista de ser alarmante. Lo que no quiere decir que no deban dolernos cada uno de los que no tendrían que haber muerto si ese virus no hubiera aparecido. Los fallecidos de muerte no natural deben dolernos a todos. Nadie tendría que morir de hambre ni nadie tendría que ser asesinado por enfermedades producidas por la comida chatarra. Nadie debería de haber muerto de enfermedades tratables por su lejanía con el centro de salud más cercano…

Eso y mucho más es inaceptable y nos deshumaniza el haber acabado acostumbrándonos a leer la prensa cada día tinta en la sangre de las muertes cotidianas, producto de múltiples genocidios. Genocidios como el impulsado en México por la falsa guerra declarada por Felipe Calderón, quien tendría que estar preso, como lo está, por fin, aunque sea en el país vecino, su esbirro o amo, quién sabe, Genaro García Luna.

Y con esto no quiero decir que no nos preocupemos por lo que ocurre con el descontrolado virus ni que no tomemos las precauciones de limpieza y distancia para el contagio. No.

Pero hay que analizar también lo útil que está resultando la declaración de considerar pandemia al coronavirus por parte de la ONU para los oportunistas que saben que el neoliberalismo ya no aguantaba, sin generalizar las protestas en contra del capitalismo.

Lo que quedaba evidenciado en la incansable protesta de los chalecos amarillos iniciada en Francia, con más muertos que México pero dónde tampoco son tan alarmantes los números para que parezca justificable el traslado de enfermos, prácticamente secuestrados hasta en helicópteros militares, para ser llevados lejos de sus familiares, incluso a Alemania, trayendo a la memoria el traslado a los campos de concentración de los nazis. Chalecos amarillos a los que se sumaron los jóvenes en Chile, con sus revueltas festivas para oponerse a las decisiones económicas que lesionan sus vidas. Decisiones impuestas por los Trump y tomadas por los Bolsonaro y por el sucesor de Pinochet en Chile, Sebastián Piñera, quien hoy desgobierna ese país por segunda vez, siendo el hombre más rico de Chile, se dice en la red en una de sus biografías… Virus oportuno para desmovilizar a los pueblos. Virus al que hoy ya se suman de manera alarmante para la humanidad entera los toques de queda en Guatemala y en Honduras, merced a la conversión del virus en pandemia por la ONU.

La pandemia no es el coronavirus. La pandemia son las decisiones que están tomando los gobiernos con el apoyo o por orden de organismos internacionales al servicio de los amos del mundo.

La pandemia es lo que viene para el mundo. La pandemia es la militarización como amenaza autoritaria, la represión, el miedo, el encierro, el encarcelamiento, la muerte...

El resultado del coronavirus: una enfermedad más, contagiosa sí, como tantas otras, pero en absoluto productora de una alta mortalidad, lo que evidencia ya es el oportunismo con el que los capitalistas buscan convertir al neoliberalismo en neofascismo. Sin entender, claro, que enfrente se alzan ya los Vietnam, que las sociedades, sabios que son los pueblos, construyen a lo ancho y largo del Planeta.