Opinión

Gaza: plan o conspiración

“Los angustiados familiares de los rehenes estiman que es “ahora o nunca”, mientras la oposición de izquierda y los activistas atraídos por ella creen que se trata de un proyecto “colonialista” que no garantiza el fin del conflicto y refuerza el control israelí”, menciona Jorge Gómez Barata.
Gaza: plan o conspiración
Gaza: plan o conspiración

Las personas que han estudiado el tema de Palestina comprenden que, respecto a ese territorio y a esa martirizada población, ninguna de las categorías políticas establecidas funciona, nos enfrentamos a otra paradoja. Ochenta años después, cuando como parte de una infame conspiración urdida por Gran Bretaña, su territorio fue dividido para albergar a los judíos de la diáspora, ahora resulta que los conspiranoicos de entonces, con una fórmula obviamente neocolonial, aparecen como salvadores.

Nunca la metáfora del lobo pastoreando a las ovejas fue tan cierta. Tras días de especulaciones, finalmente el presidente Donald Trump ha presentado un plan de paz para Gaza endosado por el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, y pendiente de la aprobación de Hamás, de quién ahora depende todo. Trump ha dicho: “Si Hamás no acepta el plan, nos uniremos a Israel para terminar la tarea”. En el lenguaje de Trump y Netanyahu, “terminar la tarea” es eliminar a Hamás, al que el plan obligaría a deponer las armas y abandonar el territorio.

De hecho, el plan de Trump convierte la paz en Gaza y la vida de los gazatíes en rehenes de Hamás que, dicho sea de paso, tampoco es inocente y que, según este enfoque, es el mayor perdedor. ¿Quiénes ganan qué? En efecto, en lo que a las personas se refiere, ganan los gazatíes, es decir, los habitantes de Gaza, para quienes el cese de la lucha armada abre la posibilidad de existir. De este modo aquel pueblo que merece lo que tienen los demás, recibe el derecho a la vida como una dádiva o limosna que se le otorga con las mismas manos manchadas con su sangre.

De ese modo, la inconmensurable tragedia humanitaria de Gaza se convierte en capital político. Entre las fuerzas políticas, el principal ganador es Israel que, tras neutralizar la beligerancia de prácticamente todos los estados árabes y que, mediante esta maniobra liquidará a uno de los pocos adversarios armados activos que le quedan en la región que son, Hamás, Hezbollah, Irán y los hutíes que operan desde Yemen.

Ganan también los Estados Unidos que, sin sacrificar ni aportar nada, recibirán los créditos por haber paralizado un genocidio y quizás poner fin a un conflicto que se ha prolongado durante 80 años y ocasionado enormes sufrimientos al pueblo palestino que, víctima de varias conspiraciones, no ha logrado nada.

El plan es apoyado por el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, y por la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen, además de por  Gran Bretaña, Francia, Italia, España, Alemania, Países Bajos, Portugal, Australia, Japón. A ellos se suman virtualmente todo el Occidente colectivo, parte del Sur profundo y prácticamente todos los estados árabes y musulmanes. Entre los muchos que se han pronunciado figuran Arabia Saudita, Jordania, Emiratos Árabes Unidos, Indonesia, Pakistán, Turquía, Qatar y Egipto.

En cambio, en América Latina varios países, entre ellos Brasil, Colombia, México, Cuba  han expresado reservas. De modo impreciso, la debilitada Autoridad Nacional Palestina, que gobierna los espacios de Cisjordania no ocupados por Israel y los colonos, reiteró el compromiso de trabajar con Washington en este proceso de paz e involucrarse con las partes para alcanzar la paz, la seguridad y la estabilidad para los pueblos de la región.

Endosado por Rusia y China que no forman parte del conflicto, no participaron en la negociación ni fueron consultados, el plan de Trump tiene expedito el camino para la aprobación en el Consejo de Seguridad.

Entre tanto, en Israel la reacción ante el programa de paz ha sido mayormente positiva, entre otras cosas porque conlleva el regreso de los rehenes y la devolución de los cadáveres, supone el desarme y la disolución de Hamás y señala un camino hacia la paz, aunque muchos dudan de que pueda ser eficazmente implementado.

Los angustiados familiares de los rehenes estiman que es “ahora o nunca”, mientras la oposición de izquierda y los activistas atraídos por ella creen que se trata de un proyecto “colonialista” que no garantiza el fin del conflicto y refuerza el control israelí. En todo el mundo crece la expectación por conocer la respuesta de Hamá,s que debe llegar en cuestión de días. Sólo queda llorar a los muertos, maldecir a los victimarios, orar y