Opinión

Israel y Hamás ante el espejo

“Debido al fracaso de la Liga Árabe y la ONU, la Autoridad Nacional Palestina, el Consejo de Seguridad y todas las instituciones multilaterales, hay que reconocer que no existen fuerzas terrenales capaces de contener a Israel”.
Israel y Hamás ante el espejo
Israel y Hamás ante el espejo

En estos días, en Egipto tiene lugar una reunión bilateral de asombrosa asimetría. No se trata sólo de que Estados Unidos e Israel, dos poderosos e influyentes países negocian la paz en Gaza con Hamás, una organización islámica con unos miles de integrantes, pocos simpatizantes y escasos aliados, sino también de las dimensiones de sus respectivas culpas. En una osada operación punitiva, el 7 de octubre del 2023, un destacamento de Hamás cruzó la frontera con Israel, ultimó a unos mil 200 pobladores y llevó consigo a 250 civiles en calidad de rehenes. Debido a sus antecedentes y a las repercusiones de esa acción, la organización, tildada de terrorista y sancionada por ello, es repudiada en amplios círculos internacionales.

En respuesta, Israel inició una abrumadora represalia mediante bombardeos masivos e intervención terrestre contra la Franja de Gaza, donde Hamás tiene su cuartel general y la totalidad de sus efectivos. Dos años después cuando, según sus fuentes, Israel ha abatido alrededor de 15 mil combatientes de Hamás y más de 67 mil civiles, el estado sionista no se da por satisfecho. La evidencia del crimen masivo ha hecho que se catalogue la operación como un genocidio. La magnitud de la matanza, la hambruna ocasionada por la privación de alimentos y la falta de atención médica, hace que las tratativas que tienen lugar en El Cairo sean para los habitantes de Gaza una alternativa para conservar la vida.

Por ello, el Plan de Paz de los Estados Unidos es apoyado por prácticamente todo Occidente, incluida la totalidad de Europa, casi todos los países árabes y algunos islámicos, por la Unión Europea y la ONU y por los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad. Debido a la alianza estratégicas israelo-estadounidense, ese apoyo es trasvasado a Israel.

Entre tanto, en solitario, Hamás que apenas se representa a sí misma, negocia su existencia. La pregunta es si eso significará la paz y un avance hacia la meta de que el pueblo palestino pueda ejercer sus derechos, entre ellos disponer de su propio estado. Las circunstancias presentes recuerdan lo ocurrido en 1947-48 cuando la recién creada ONU, entonces integrada por 57 estados, en su Segunda Asamblea General, adoptó la Resolución 181 sobre la Partición de Palestina, la cual estableció la constitución de dos estados, árabe uno y judío el otro. Entonces, inmediatamente, las élites políticas judías agrupadas en diversas organizaciones que operaban en Palestina proclamaron el Estado de Israel, mientras los palestinos no hicieron lo propio. ¿Por qué?

En aquel momento, los árabes habitantes de Palestina, mal representados por Amin al-Husayni, gran mufti de Jerusalén (una jerarquía religiosa no política) ejercida por un individuo que, aunque se había vinculado a algunas revueltas contra los británicos, entre otras cosas por su proximidad a los nazis, carecía de prestigio y autoridad para lides mayores. La Liga Árabe, entonces una entidad formada por siete estados y carente de toda influencia, apoyó a cinco de sus miembros: Egipto, Irak, Siria, Líbano y Jordania, que asumieron la representación palestina, declarando la guerra a Israel que, en un año, los derrotó dando lugar al primero y mayor desastre sufrido por los palestinos.

Aquella guerra concluyó en el 1949 con un armisticio árabe-israelí que significó el predominio de Israel y acentuó la dependencia de Palestina. La situación creada y su posterior evolución caracterizada por el involucramiento de Occidente, en especial de los Estados Unidos en el apoyo a Israel, creó una situación que, hasta hoy, ha impedido cumplir el acuerdo respecto a un estado árabe en Palestina. Debido a que los estados árabes han reconocido a Israel y a diversos eventos políticos en la región, la llamada causa palestina que antes fue un elemento esencial del desempeño político árabe, se ha debilitado dramáticamente y, si bien persisten expresiones de solidaridad, no existen recursos militares, influencia  ni voluntad política para confrontar  a Israel.

La magnitud de la masacre ejecutada por Israel en Gaza ha llevado a la movilización de amplios sectores de la opinión pública, a la crítica de numerosos gobiernos, incluidas las grandes potencias, incluso Estados Unidos que ha impuesto a Israel un plan que, aunque no lo condena y lo beneficia, al menos lo compromete a negociar la paz para Gaza. Como en el 1947, carente de liderazgos calificados, se negocian no ya los derechos, sino el derecho a la vida de los palestinos que, carentes de futuro en su tierra, todos los días exponen su vida.

Debido al fracaso de la Liga Árabe y la ONU, la Autoridad Nacional Palestina, el Consejo de Seguridad y todas las instituciones multilaterales, hay que reconocer que no existen fuerzas terrenales capaces de contener a Israel. ¡Ojalá la providencia ilumine a los negociadores en El Cairo!