Romeo Frías BobadillaEn un abrir y cerrar de ojos
Todo fue previsto por el Sr. Juan Miguel Castro cuando abrió en 1857 el primer camino de herradura como se decía, entre Mérida y este puerto, para el transporte de pasajeros y carga.
Se dispuso la apertura de pozos donde había ojos de agua, para que los viajeros calmasen la sed en el trayecto, ya que el viaje se hacía en dos horas y media de Mérida a este lugar, antes de que se fundara el puerto.
Según crónicas de esos tiempos, para facilitar el tránsito por el camino, en lo que prácticamente era una vereda, a la entrada de Tamanché, medianía del camino, con autorización del encargado de la finca, Sr. Antonio Bolio, se construyó allí una casa de paja para que descansaran y se guarecieran los transeúntes.
Asimismo se abrió un pozo con brocal y a lo largo de la calzada (camino) se abrieron tres pozos más, aprovechando los ojos de agua potable, pozos que sirvieron durante muchos años y estaban a la vista de las personas que viajaban a caballo, en bolanes o carretas.
Eran además un atractivo para los viajeros, por sus pintorescos y sólidos brocales de mampostería con sus cristalinas aguas.
Toda esa obra fue ejemplo de la tenacidad de los hombres que trabajaron abriendo el primer camino entre Mérida y Progreso. La voluntad de esos hombres se sobrepuso a factores poderosos de la naturaleza, venciendo la rudeza de la tierra y el malsano pantano con una calzada y puente, para dejar unidos para siempre Mérida y Progreso.