Rolando Bello Paredes
Bocadillos
La Filey 2019 concluyó el pasado domingo su edición número ocho. Los Bocadillos terminan también con su particular registro sucinto de la feria de la lectura y los lectores, que promueve la Universidad Autónoma de Yucatán.
Periodismo de investigación. La tarde del domingo 24, último día de la Filey, reunió a un grupo de periodistas, en la mesa panel “Proceso: periodismo de investigación”, que atrajo a pocos asistentes, lamentablemente, y a casi ningún periodista de los medios locales.
Conforme al libro “La investigación a partir de historias. Manual para periodistas de investigación”, de Mark Lee Hunter, se entiende el concepto como “la tarea de revelar cuestiones encubiertas de manera deliberada, por alguien en una posición de poder, o de manera accidental, detrás de una masa caótica de datos y circunstancias que dificultan la comprensión. Es una actividad que requiere el uso de fuentes y documentos tanto públicos como secretos”.
En el ensayo de Lee Hunter, asociado con Nils Hanson, “¿Qué es el periodismo de investigación?”, incluido en el Manual, se agrega que el periodismo “convencional” se nutre de “materiales producidos por otros”, en cambio el de investigación, “depende de material recolectado o generado a partir de la iniciativa del propio periodista”.
El director del semanario Proceso, Rafael Rodríguez Castañeda, señaló que el periodismo de investigación, practicado por la revista desde su fundación en 1976, “cumple una función social, exhibir la corrupción, el autoritarismo, los excesos del poder”. Para el reportero Arturo Rodríguez, significa “contar lo extraordinario y enfrentarse a lo tenebroso”, ya que “el poder trata de encubrirlo u ocultarlo”. Noé Zavaleta, corresponsal en Veracruz, sugiere consultar y apoyarse en el acceso a la información pública, que originó las leyes de transparencia, así como en los lectores y en otros colegas, para hacer periodismo de investigación, el cual, para el reportero José Gil Olmos, es un “pleonasmo”, toda vez que el periodismo debe ser de investigación”.
En los tiempos modernos, priva en los periódicos mexicanos, con notables excepciones, algunas fugaces, el periodismo “convencional”. Casi todos, por ejemplo, encumbran sus “noticias” basadas en el boletín de prensa del día, sobre todo originado en las fuentes gubernamentales, o en las declaraciones de personajes. Casi no hay investigación del periodista.
Esquinas y calles. La tarde del jueves 21, en una conferencia y una presentación de libro de cuentos, se trató el tema. Raúl Vela Sosa abordó el nombre de la principal avenida meridana, reconocida popularmente como el Paseo de Montejo, cuyo nombre oficial es Paseo de Nachi Cocom. Al inaugurarse en el porfiriato, y auspiciada por hacendados, industriales y comerciantes de la época, llevó el nombre del conquistador de Yucatán.
En 1938 cambió a Nachi Cocom, por un acuerdo del cabildo meridano; otro cuerpo edilicio, en 1953, solicitó al Congreso “restituir” el nombre de Paseo de Montejo, pero no fue atendido por los legisladores, por las turbulencias políticas ocasionadas por la “renuncia” del gobernador Marentes. De manera que oficialmente se llama Paseo de Nachi Cocom.
Informó que en recientes asuntos judiciales, en 2005, se refiere al sitio como Paseo de Nachi Cocom o Paseo de Montejo o calle 56-A. Gonzalo Navarrete Muñoz aseguró que algunos notarios públicos, “cuidadosos”, así también consignan la nomenclatura aludida.
Por ser domingo, hoy los Bocadillos irán de paseo, en los términos de Navarrete Muñoz, al Callejón del Cabo Piña (Callejón del Congreso), luego al Paseo de Santa Ana (calle 60), y al final, al Paseo de las Bonitas (calle ancha del Bazar).
Gonzalo obsequió a los asistentes su libro “Mérida a través de su arquitectura”. Los cuentos son de Jorge Álvarez Rendón, editados por Gaspar Gómez Chacón.
La historia negada. En la presentación del libro, comentado por estos Bocadillos (ver POR ESTO! 10 febrero 2019), registré algunos datos. “La historiografía se enriquece con el libro de José Luis Sierra Villarreal”, enfatizó el historiador Carlos Martínez, quien además precisó que el libro permite entender el período pre-revolucionario en Yucatán. Alvarado marcó el rumbo del estado, ante el vacío registrado en el período de 1911 a 1914.
El doctor José Francisco Paoli Bolio subrayó que Alvarado fue enviado a Yucatán por Carranza, por asuntos económicos, “para atraer la reserva económica de la Revolución”. Yucatán era poderoso en esos términos, por los dólares que beneficiaban a la oligarquía yucateca, generados por sus transacciones henequeneras. Alvarado dedica en el presupuesto de egresos de sus primeros dos años de administración, las mayores partidas a la educación.
En cuanto a la fortuna de Avelino Montes, yerno de Olegario Molina Solís, “el principal entre los reyes del henequén de Yucatán” (en “México Bárbaro”, de John Kenneth Turner), Paoli Bolio dijo que ascendía a la cantidad de 1,400 millones de dólares, según declaración del interesado. En una conferencia anterior, en la Filey 2013, había señalado un monto de 1,200 millones de dólares, según el testamento del español (ver Bocadillos en POR ESTO! 17 marzo 2013 y 27 enero 2019).
Casta Divina. La descripción es del Gral. Salvador Alvarado, en “Mi actuación revolucionaria en Yucatán”:
- “Antes que la Revolución llegara a Yucatán, un reducido número de personas tenía el control o dominio económico del estado, en combinación con los trusts extranjeros, cuyo agente, Avelino Montes, español de origen y yerno y socio de Olegario Molina, era el verdadero amo del estado, en contubernio con unos cuantos grandes Henequeneros”.
- “Ese grupo encabezado por Montes dominaba en el gobierno, en los bancos, en los ferrocarriles, en educación, en beneficencia, en la iglesia y hasta en las fiestas de sociedad. El que no pertenecía a la Casta estaba condenado a ser excluido de todo. No se movía la hoja del árbol, sin la voluntad de la Casta (…) A cambio del apoyo incondicional y del dinero que ofrecían a todos los gobiernos, los hacendados sólo exigían la protección y la intervención de las autoridades para conservar la odiosa servidumbre esclavista de las haciendas de Yucatán”.
Prefiero este cuadro de la Casta Divina a la del “abogado del diablo”, Hernán Lara Zavala, de que “era gente con iniciativa, industriosa, laboriosa”. Y sí, no dudo que el concepto sea vigente en estos tiempos. Sirve, en efecto, para desprestigiar, descalificar, denigrar a algunos personajes sociales, también otros lo usan para encomiarlos. Los autores del libro precisan que el término Casta Divina “fue un recurso retórico utilizado, a finales del siglo XIX, por los adversarios políticos de la elite henequenera, que tenía como objetivo demeritar al grupo mediante el sarcasmo, descalificar a sus integrantes (…)”.
Y que hay gente hoy que aún se cree con “derecho divino” para perseguir sus fines personales. Y que algunos suspiran por ser estimados herederos o miembros tardíos de la Casta Divina. Preciso: Ni los Bocadillos ni su redactor tienen tan “alta aspiración” social.
El libro “La Casta Divina por dentro y por fuera”, de Dulce María Sauri Riancho y José Luis Sierra Villarreal, provoca un debate saludable para el adelanto social de la colectividad yucateca.
Seguridad. Los lectores visitantes de la Filey estuvieron seguros, por la presencia de elementos de la secretaría estatal de Seguridad Pública, y de corporaciones privadas, tanto en el interior del Centro de Convenciones Siglo XXI, como en el estacionamiento y alrededores de la sede de la feria.
Tardeada dominical. En la presentación del libro “Teologías para ateos. Reflexiones sobre Dios, la eternidad y el alma”, de Armando Fuentes Aguirre, Catón, en la Filey, contó el origen cierto de una excelsa expresión popular.
Dijo que Hipólito “a la pobre Rosita Alvírez, nomás tres tiros le dio”, porque no salió a bailar cuando él se lo pidió. Rosita tenía, informó Catón, una hermana, Rosili, que contundente lo dijo y convirtió la expresión en una popular.
Luego de salir de la prisión, Hipólito, en una fiesta, sacó a bailar a Rosili, y ella recordando la muerte de su hermana Rosita, le contestó, enérgicamente:
- “Cómo chingados que no”.