José Jesús Sánchez Medrano *
Crónica
En el año de 1832 las pugnas entre federalistas y centralistas dividían a los yucatecos; desde noviembre de 1829 tomó el mando político y militar del Estado el Comandante General don José Segundo Carvajal, quien llegó al poder al triunfar un movimiento centralista que derrocó al entonces Gobernador José Tiburcio López Constante.
En Buctzotz, desde el 5 de febrero de ese año de 1832 gobernaba una junta municipal que tenía como primer vocal a don José Antonio Várguez; como segundo vocal a don José María Sánchez y, como tercero, a don José León Gómez, es decir, eran los tres acaldes de la junta; como Alcalde conciliador, nombrado a sugerencia del Gobernador, fungía don Santiago de la Cruz Rejón. Estas eran las autoridades del pueblo que tenían que enfrentarse a innumerables problemas, no solo debidos a la política, sino de otra índole, como veremos.
Los vecinos que constantemente viajaban a Izamal, cabecera del partido político –ahí residía el subdelegado, Juez de primera instancia y Jefe Político- a donde acudían por diversos problemas legales, sobre todo litigios por tierras; o a Mérida, la hermosa capital del Estado, principalmente por comercio, adquirían los periódicos de la época y se enteraban de las últimas novedades.
Estas no eran muy halagüeñas, aparte de las tensiones ocasionadas por la lucha por el poder, también se hablaba de un “viajero del Ganges”, el “temible mal devorador” o “feroz viajero asiático” que, decían, venía de Asia. Se referían a la epidemia del cólera morbo que, ese año, ya se encontraba en Nueva York y Nueva Orleans causando estragos entre la población; Yucatán mantenía relaciones comerciales con esas ciudades, por lo que existía el riesgo de que llegara al Estado.
Los yucatecos estaban seriamente preocupados, pues era una enfermedad completamente desconocida y muy letal. El Gobierno del Estado, por medio de la Junta General de Sanidad, dictó una serie de medidas pertinentes para prevenir que la epidemia entrara a la Península y para combatirla en caso de que la invadiera. En noviembre de ese 1832 una nueva revolución derrocó al gobierno pro centralista de Segundo Carvajal e instaló nuevamente en el gobierno a López Constante, de tendencias federalistas.
Al iniciar el año de 1833, en Buctzotz, sus habitantes, dedicados en más de un noventa por ciento a las labores agropecuarias, haciendo a un lado sus temores, continuaban con sus trabajos cotidianos de labrar la tierra y hacerla producir. En febrero se enteraron de que la epidemia ya se encontraba en Cuba, por lo que su llegada a la península era inminente.
El 24 de junio de ese año se registró la primera muerte causada por la epidemia en el barrio de San Román de la ciudad de Campeche, y se declaró oficialmente que el cólera había llegado a Yucatán; en ese tiempo Campeche no se había separado del Estado. El 5 de julio, el Gobernador López Constante expidió el decreto: “Medidas para cortar los progresos del cólera”, se compone de quince artículos que son medidas muy estrictas acordes a la situación que se vivía, donde se les dan muchas atribuciones y responsabilidades a las autoridades municipales y a los párrocos. En Mérida se registró la primera muerte por la epidemia el 10 de julio, en el barrio de San Cristóbal, extendiéndose rápidamente a todos los pueblos de la Entidad.
En Buctzotz llegó la mortal epidemia el día 1º de agosto de ese aciago año de 1833, el primero en morir por el cólera fue el menor José Novelo, dice la partida de defunción No. 364, registrada en el libro No. 11 de defunciones de la Iglesia de Santa María Buctzotz (de 1820 a 1833).
El 1º de agosto de 1833 fue sepultado inmediatamente de su fallecimiento en el camposanto extramuros de esta Iglesia de Santa María Buctzotz, auxiliar de San Miguel Temax provincia y obispado de Yucatán el cuerpo difunto de José Novelo recibió los santos sacramentos hijo natural de Petrona Novelo. Yo, José Ignacio López, cura coadjutor de esta Iglesia tomé razón de este entierro lo firmo. (rúbrica). Al margen dice párvulo.
Ese día murieron atacadas por la epidemia seis personas más, todas fueron sepultadas inmediatamente de su fallecimiento en el cementerio extramuros, pues había órdenes estrictas de que no se efectuaran velorios ni se enterraran cadáveres de muertos por el cólera, en el atrio y en el interior de la Iglesia, como era la costumbre.
Aquí haremos un breve paréntesis, pues consideramos importante mencionar que ese cementerio extramuros es el que actualmente existe y fue inaugurado el 8 de diciembre de 1824 con el entierro del cuerpo difunto de Bernabé Dzul, adulto, sin disposición testamentaria. Ese mismo día también fue sepultado en ese camposanto Daniel Zaldívar, adulto, sin disposición testamentaria, al margen dice: “Caridad”. Antes del cólera, ahí se enterraba a los menesterosos o a los que no tenían los medios para pagar un entierro en el atrio y hasta dentro de la Iglesia. Cerramos paréntesis.
Para tratar de contrarrestar los efectos del cólera la gente prendía hogueras en las plazas, regaban sal en las casas y usaba cal como sudorífico; en los pueblos se elaboraban remedios caseros, principalmente de vegetales, que al parecer sirvieron de muy poco, pues la mortandad seguía imparable.
Todos los días se registraban muertes, el día 4 de agosto fallecieron por la enfermedad 21 personas y el día 5, 32, solo en la cabecera, ¡52 muertos en dos días! Y solo era el inicio. El día 12 murió el teniente de cura de Buctzotz, don Santiago Mendoza, ese mismo día falleció Lorenzo Mendoza, dice al margen de la partida: “Natural de Sotuta”. Posiblemente familiar del presbítero.
Las muertes en el medio rural comenzaron el día 6, los cuerpos fueron sepultados en 26 sitios, parajes, ranchos y haciendas del municipio; llevados en carretas o por cualquier otro medio a su última morada. Agosto fue el mes en que más muertes se registraron, en cabecera y estancias rurales fallecieron por la epidemia 400 personas durante ese mes.
Las muertes por el cólera finalizaron el 31 de diciembre de 1833, ya que en la partida del 8 de enero de 1834 dice que el cuerpo difunto fue enterrado a las 24 horas de su fallecimiento en el camposanto de esta santa Iglesia, no en el camposanto extramuros. En total, en el municipio, de agosto a diciembre murieron por la epidemia 512 personas, considerando que Buctzotz tenía una población aproximada de 1,200 habitantes, significa un 42 por ciento del total. Creo, por lo que he investigado, que muchas muertes no fueron reportadas a los curas, sobre todo de los que fallecieron en lugares lejanos a la cabecera.
Desde fines de agosto se sintió la escasez de alimentos, el sector campesino fue el más afectado por la epidemia y la falta de brazos para las labores agropecuarias generó una casi nula producción, esto aunado a una baja temporada de lluvias, hizo que el gobierno expidiera un decreto el 30 de agosto de 1833 permitiendo la importación de víveres. Dicen sus dos artículos medulares:
Artículo 1º.- Se permite en el Estado hasta el 31 de octubre inmediato, la introducción de toda clase de víveres, a excepción de carnes, pagando los respectivos derechos que adeuden.
Artículo 2º.- La introducción de maíces continuará hasta fin de diciembre del presente año, en los mismos términos que fue permitida por decreto del A. (Augusto) Congreso de 21 de febrero último.
Sucesivos decretos fueron ampliando los plazos que permitían la importación de “maíces extranjeros”, pues la recuperación de la producción agrícola duró unos años más.
Los presbíteros que firmaron las actas fueron el cura coadjutor José Ignacio López, el teniente de cura Manuel José Pescador y el cura Párroco de la Iglesia de San Miguel Arcángel de Temax, a la cual estaba adscrita la iglesia de Buctzotz como auxiliar, Don Manuel Jiménez Solís, personaje famoso en la historia por haber fundado, junto con al padre Velázquez, el grupo de Los Sanjuanistas, precursores de la Independencia de Yucatán de España, a quien, desde 1820, se le había nombrado párroco de Temax.
Llama la atención el número bajo de menores muertos por la epidemia, fueron solo 44, que significa aproximadamente un 3.7 por ciento del total de habitantes. Algunos sostienen que los protegió la leche materna.
Además del libro No. 11, las partidas de defunciones por la epidemia también se asentaron en el libro No. 16, que abarca de 1833 hasta 1881. El cólera volvió a azotar al Estado en el año de 1853, aunque no se registraron tantas muertes como en 1833. Esto lo trataremos en otra crónica.
Escritor comunitario y cronista *