Víctor Salas
Por distintos sitios del primer cuadro de la ciudad se da el fenómeno curioso de la desaparición de las rejillas del alcantarillado, las tapas metálicas de los fosos de TELMEX o las tapas de excelente metal de los pozos pluviales de la ciudad. Llama la atención porque tal desaparición tiene su procedimiento, debido a que por su función están construidas de manera muy fuerte, ya sea en concreto o con moldura metálica. De buenas a primeras comienza un hundimiento del piso debido a una curvatura en tales objetos. La razón es porque las orillas de sus cimientos son golpeadas hasta cuartearlas y debilitarlas. Los vehículos en su tránsito hacen la otra parte del desajuste, hasta desprender totalmente el metal de la base. En esa condición, un buen día, la rejilla es sustraída, dejando un hueco peligroso para cualquier coche. El hueco queda ahí, hasta que alguien pone un neumático viejo, un palo con un trapo indicando el peligro o cualquier objeto alrededor del agujero. A ninguna autoridad de naturaleza alguna parece llamarle la atención esta anomalía, porque no la corrigen en su inicio y pueden tardar algún tiempo en colocar un letrero diciendo “hombres trabajando”. Así se queda la cosa, hasta que un buen día, tapan el agujero con concreto.
¿Quién o quienes se encargan de robarse tales objetos? Es obvio que el robo es para vender ese material. ¿A quién se le vende? ¿Ese comprador en qué utiliza el material de esos aparatos?
Ese ultraje se ha trasladado a los elementos que constituyen los paraderos de camiones, afectando a miles de usuarios. Los asientos de los paraderos, que son de aluminio, son arrancados de su sitio, dejando a miles de mujeres embarazadas, con niños en brazos, ancianas que vienen de los pueblos o gente adulta que no puede permanecer de pie mucho tiempo, sin ese bienestar. Ese vandalismo llega al extremo de quitar los techos de esos paraderos, desprotegiendo del Sol y la lluvia a infinidad de ciudadanos que se mueven en camiones a lo largo del día.
Una rejilla ya lista para ser desaparecida se encuentra en el paradero de camiones y combis, frente a Bellas Artes y el Neuropsiquiátrico. Esa rejilla presenta los dos primeros síntomas: cuarteadura de sus cimientos laterales y hundimiento de tal objeto. Como es zona de alta densidad vehicular, el tráfico hará su la última fase, hasta su desaparición.
Bueno, lo curioso del caso es que en la avenida Itzaes, de manera visible, haya cámaras de vigilancia que, aparentemente, no preocupa a los encargados de depredar tanto los paraderos de camiones como las rejillas del desagüe de esa zona.
Otra rareza meridana es la aparición de los grafiteros que deberían llamarse escarabujeadores de las paredes de edificios privados, o que como burla pintorrotean locales recién acicalados. Para esos desmanes utilizan pinturas de aerosol que son bastante caras. ¿Quiénes son esos tipos que tienen dinero para despilfarrar? De nueva cuenta surge la pregunta al respecto de las cámaras de vigilancia.
En ambos casos se afecta a la sociedad, en el primero poniéndola en peligro y en el segundo invadiendo a la propiedad ajena. Lo raro, en ambos casos, es que nadie dice ni pío.