Ariel Juárez García
¿Conoce usted a alguien que tema pasar por debajo de una escalera o que toque madera para evitar la mala suerte? ¿Por qué llevan algunas personas una pata de conejo? ¿Por qué el martes 13 trae mala suerte y el decimotercer piso de los edificios es peligroso? ¿Por qué llevaba el almirante británico Nelson una herradura clavada al mástil del barco “Victoria”? ¿Por qué usan o llevan consigo amuletos u otros “encantamientos” muchas personas? La respuesta es que todas esas personas eran, o son, supersticiosas.
Cierto periodista pasó un año sin volar porque un adivino le vaticinó que moriría en un accidente aéreo. Además, personas de todas las profesiones y condiciones sociales, entre ellas políticos, empresarios, actores, atletas y estudiantes universitarios, recurren a prácticas supersticiosas. Creen que en momentos de incertidumbre, tensión o ansiedad, éstas los librarán de peligros o les ayudarán a alcanzar sus metas.
Un Licenciado en Derecho Civil hizo recientemente un comentario medio en broma acerca de una carta de las que circulan en cadena. Estas cartas se envían a diferentes destinatarios, y en ellas se solicita que, a su vez, remitan una copia a muchas otras personas. Con frecuencia, dichas misivas prometen traer buena suerte a quienes las entregan y, supuestamente, consecuencias funestas a quienes no lo hacen. Tras convertirse en un nuevo eslabón de la cadena, el Licenciado dijo: “Comprenderán que no lo hago porque sea supersticioso. Tan sólo quiero evitar la mala suerte”.
El Dr. Edward Hornick, profesor de psiquiatría en Nueva York, dice: “En la vida, uno de los mejores refuerzos contra la duda, la ansiedad y la inseguridad son las supersticiones”.
El libro A Dictionary of Superstitions observa: “La mente supersticiosa cree que ciertos objetos, lugares, animales o acciones traen buena suerte (los buenos augurios o amuletos), mientras que otros traen mala suerte (los malos augurios o señales de mal agüero)”.
Aunque la ciencia ha mejorado en muchos sentidos la vida del hombre, sus sentimientos de inseguridad persisten. Es más, su incertidumbre ha aumentado debido a los problemas que la ciencia ha originado.
El profesor Vyse afirma: “La superstición y la creencia en lo paranormal son parte integrante de nuestra cultura... porque la sociedad contemporánea ha acentuado nuestro sentimiento de inseguridad”.
El libro Lest Ill Luck Befall Thee señala que la superstición surgió debido al afán del hombre por “averiguar el futuro”. De manera que en la actualidad, como en el pasado, tanto la gente común como los dirigentes mundiales consultan a adivinos y a otras personas que dicen tener poderes mágicos.
De este modo, las prácticas supersticiosas han proporcionado a las personas la sensación de que controlan sus temores. El libro Cross Your Fingers, Spit in Your Hat (Cruza los dedos, escupe en tu sombrero) dice: “El ser humano confía en las supersticiones por las mismas razones de siempre. Cuando se enfrenta a situaciones que no puede controlar —que dependen de la ‘suerte’ o la ‘casualidad’—, las supersticiones hacen que se sienta más seguro”.
The World Book Encyclopedia llega a la siguiente conclusión: “Las supersticiones probablemente sigan formando parte de la vida mientras la gente... no sepa con certeza lo que le depara el futuro”.
¿Y qué puede decirse de los amuletos de la “buena suerte” (objeto portátil al que se le atribuye un poder mágico capaz de dar salud o suerte o de beneficiar a la persona que lo lleva encima), que dan cierta sensación de seguridad y control sobre los sucesos imprevisibles de la vida?
En este sentido, no son pocos los que creen que ciertos objetos o números dan buena o mala suerte. Vale la pena mencionar, entre ellos, algunos de los amuletos más populares en el mundo:
Maneki-Neko. De un tiempo a esta parte, estos gatitos de la fortuna pueden apreciarse en miles de negocios del mundo y al igual que en Japón, su país de origen, se colocan en las entradas de los comercios, sin importar el rubro.
Escamas de carpa. En países como Polonia y Alemania existe la tradición que luego de la cena de Navidad y Año Nuevo, se cortan un par de escamas y se guardan en la billetera, hasta la próxima vez que se realice el encuentro.
Elefantes. Según la sabiduría popular atraen buena suerte en negocios y casas, al colocarlos en la entrada.
Herradura. ¿Para arriba o para abajo? Esa es la cuestión de este amuleto, que se utiliza para ahuyentar el mal de ojo.
Pata de conejo. Uno de los talismanes más populares alrededor del mundo, incluyendo Europa, China, Africa y América del Norte y del Sur. Según los historiadores existe desde el año 600 de la Era Común entre los pueblos celtas, que consideraban que todo el animal traía buena suerte.
El libro Don’t Sing Before Breakfast, Don’t Sleep in the Moonlight (No cantes antes del desayuno, no duermas a la luz de la Luna) lo explica así: “La gente necesitaba creer que había amuletos y hechizos que luchaban contra el terror tanto a lo conocido como a lo desconocido”.
Un escritor cita el peligro inherente, al señalar: “Cuando alguien depende de la protección de un amuleto y éste falla, quizás tienda a culpar de su fatalidad a otras personas, en vez de aceptar él mismo la responsabilidad”.
Curiosamente, el ensayista Ralph Waldo Emerson declaró en una ocasión: “Los hombres superficiales creen en la suerte. Los hombres enérgicos creen en la causa y el efecto”.
Hace setenta años, cuando los adelantos de la ciencia pusieron al descubierto muchas creencias que se aceptaban ciegamente, la célebre Encyclopœdia Britannica predijo que en el futuro habría “una civilización liberada del último asomo de superstición.” Pero… ese pronóstico nunca se hizo realidad.
Hoy día, se sabe que un buen número de supersticiones han estado relacionadas estrechamente con creencias religiosas muy apreciadas. Vale la pena mencionar que la superstición formaba parte de la religión de los habitantes de la tierra de Canaán antes de la llegada de los israelitas.
La Biblia dice que los cananeos tenían por costumbre emplear la adivinación, practicar la magia, confiar en los agüeros y la hechicería, atar a otros con maleficios, consultar a médium espiritistas y pronosticadores profesionales de sucesos, y preguntar a los muertos (Ver Deuteronomio 18:9-12).
También se conocía a los antiguos griegos por sus supersticiones religiosas. Creían en los oráculos, la adivinación y la magia, tanto como los cananeos. Los babilonios miraban en el hígado de los animales porque pensaban que éste les revelaba cómo debían proceder (Ver Ezequiel 21:21). Se les conocía, además, por buscar la ayuda de quien la Biblia llama “el dios de la Buena Suerte” (Ver Isaías 65:11).
La superstición ha engendrado intolerancia y ha dado origen a hechicería, magia, astrología y otras prácticas ocultas y sigue apartando a la gente de ejercer fe correcta en el Dios Todopoderoso. Una manera apropiada de librarse de las supersticiones será:… “seguir en busca de una ayuda genuina para enfrentar las inquietudes de la vida…” apoyándose en el Creador.