Yucatán

Memorable concierto dominical de la OSY

El sexto concierto de la trigésima tercera temporada de la OSY quedará grabado en la memoria de la historia de nuestra orquesta por varias razones. Una negativa y dos de positivas y sobresalientes.

Dos valencianos iluminaron con su arte el Teatro Peón Contreras, el extraordinario director Josep Vicent Pérez Ripoll, y otro valenciano al que ya sentimos nuestro, Juanjo Pastor, gran cornista.

El arte de los valencianos aromó el teatro como si fueran el azar de un huerto de naranjas en flor. Un director con una sensibilidad fuera de serie, con un poder de transmisión de esos que no se encuentran a cada rato, y con un claro y sensible mensaje a los músicos integrantes de la orquesta: “Estoy al mismo nivel que ustedes, jalemos juntos” (dirigió sin tarima) ¡Y vaya que respondió el conglomerado de atriles!

Disfrutamos de una Quinta de Beethoven, como pocas veces hemos escuchado aquí en Mérida; con una emotividad que se desbordó totalmente. Ya, desde el tercer movimiento, la sala toda vibraba en sus asientos, así que era de esperarse, como fue, una de las ovaciones más sonoras, largas y entusiastas en los años de trayectoria de esta sinfónica.

Juanjo Pastor, dio cátedra del dominio de su instrumento, supo sacar al corno largas notas delicadas, ágiles trinos, transmitió plenamente el delicado sentimiento que Mozart puso en sus cuatro conciertos para corno; personalmente, este No. 4 es mi favorito. Juanjo dejó plena constancia de tener una embocadura privilegiada, y nos regaló una maravillosa versión del bello concierto.

El punto contrastante del concierto fue un desafortunado accidente, una parte de uno de los reflectores colgantes, se desprendió de su diabla y cayó al vacío, rozando la cabeza del trombonista Joel Picornell, quien afortunadamente sufrió sólo un ligero rozón, y en una demostración de profundo profesionalismo, regresó a su atril y cubrió todo el concierto.

Después del accidente, la orquesta toda salió del escenario; temimos muy seriamente que el concierto se suspendiera, pero no fue así, con gran profesionalismo, director y músicos retomaron la obra ejecutada, y nos regalaron con uno de los conciertos más memorables en la historia de nuestra orquesta.

Después del intermedio, hubo otro ligero incidente, se anunció por el sonido que, por causa de fuerza mayor, la excelente picolista Victoria Nuño no estaría presente en la ejecución de la Quinta Sinfonía de Beethoven. Deseamos que no le hubiera ocurrido nada grave. Pero pasemos a la materia esencial de esta crónica, que es el programa ejecutado este domingo 8, “Día de la Mujer”.

Abre programa, la Obertura Carnaval del checo Antonín Dvorak. Inicia el tutti con gran sonoridad y alegría, de inmediato cuerdas y cornos abordan el primer tema que se repite, los platillos marcan con fuerza brillante y violas y chelos ejecutan un sonoro pasaje, suena el oboe y entra el tutti con fuerza y en seguida, las cuerdas retoman el tema que se va tornando apasionado; entra la voz del oboe dulce y sentida y canta con las cuerdas y la emoción va subiendo para pasar de inmediato a un dulce tema que los cornos remarcan y se aborda un suave pasaje en el que el corno inglés es el que lleva la voz; flautas y clarinete dialogan con gran dulzura y se les une la cálida voz del fagot, un redoble de timbales marca un cambio dramático y la emotividad va subiendo y la voz de la trompeta se deja oír con brillo, el tutti entra con gran pasión y la emoción va subiendo para llevarnos a un brillante final de la obertura.

La primera ovación de la tarde estalla sonora y larga con gritos de bravo.

Sigue en el programa, el Concierto para Corno No. 4, K. 495, de Wolfgang Amadeus Mozart. La obra está dividida en tres movimientos: Allegro moderato, Romanza: Andante y Rondó: Allegro vivace. Para esta obra, la orquesta modifica su estructura y se constituye en Orquesta de Cámara, quedan en escena las cuerdas, algunas maderas y dos cornos.

El primer movimiento, lo inicia suavemente el tutti y hay un solo de oboe, entra el solista y ejecuta el tema inicial con dulces notas que el tutti responde, canta el solista un dulce pasaje melódico con gran elegancia y el tutti le responde con alegre pasaje, el concertista aborda frases claras con notas de muy difícil ejecución; al llegar a las cadencias, ejecuta delicadas y dulces notas, de esas que requieren de una magistral embocadura y que Juanjo remonta con serena naturalidad virtuosa, con un gran dominio del instrumento pasa de una aguda nota a otra de sensible delicadeza, como de seda, sigue unas complicadas escalas virtuosas y ágiles, de un cifrado complicado de las que el concertista sale avante con gran maestría; entra el tutti con gran alegría y nos lleva al dulce final del movimiento.

El segundo movimiento. Tiene un suave inicio dulce que comparten solista y tutti, el concertista da notas largas, suaves, dulces que responde el tutti con dulzura y serenidad, el solista aborda pasaje delicado y profundo, que requiere de una delicada expresión, canta dulce y sentido, da largas y sedeñas notas y sigue cantando con profunda dulzura y aborda un pasaje delicado y dulce y entra el tutti para llevarnos el delicado final del movimiento.

El tercer movimiento. Arranca el concertista con alegre tema que el tutti responde, retoma el tema y el tutti dialoga con el solista, canta con profunda alegría con notas claras y dulces, poniendo mucho color a su interpretación, siguen alegres pasajes en los que solista y tutti van alternando para llevarnos al alegre y colorido final del movimiento y la obra.

Estalla tremenda ovación con gritos de ¡BRAVO! Con el público de pie. La ovación se prolonga y solista y director tiene que salir múltiples veces a escena. Juanjo nos regala con un bellísimo ancore, se trata de “Oblivión” de Astor Piazzola, obra escrita originalmente para piano y bandoneón; Pastor nos regala un delicado encaje de seda aplicado sobre organdí. ¡SOBERBIO! Arranca tremendo nuevo escándalo entre el respetable. El ancore, lo ha dedicado Juanjo a su esposa e hija.

Cierra programa, nada menos que la Sinfonía No. 5, de Ludwig van Beethoven, obra monumental y emblemática entre la producción del genio alemán. Conocida como “El Destino”, esta obra es una de las composiciones orquestales más gustada de todos los tiempos. Técnicamente, la obra tiene características muy profundas e interesantes.

Las célebres cuatro notas que se repiten a lo largo del primer movimiento, y que aparecen en los dos últimos, han dado la vuelta al mundo y ejercen una fascinación en el público amante de la música. Sin discusión de ninguna clase, es una de las obras más importantes de la música orquestal de todos los tiempos. La sinfonía está compuesta por cuatro movimientos: Allegro con brío, Andante con moto, Scherzo. Allegro y Allegro. El primer movimiento, gira totalmente alrededor de las célebres cuatro notas, las cuales son repetidos insistentemente, aparecen en la voz del tutti, pasan a los cornos, y van jugando en el desarrollo del movimiento saltando de uno a otro instrumento.

Hay en él, hermosos pasajes de los chelos, delicados solos del oboe, pero la fuerza del destino, simbolizada en las cuatro notas, es lo que domina totalmente el movimiento que termina en forma brillante. El segundo movimiento es una hermosa marcha solemne, pausada, rítmica, cuyo tema también transita en la voz de varios instrumentos, el tema parece, se desarrolla, llega a la sección de metales que lo interpreta brillantemente, mientras las cuerdas le acompañan con un insistente stacatto sonoro y rico. Hay un pasaje en el que la voz del clarinete se eleva, responde el fagot y tercia la flauta, y que es uno de los fragmentos más bellos de la obra. Tiene un plácido final.

El tercero y cuarto movimientos, son la fuerza del destino desatada, estos dos movimientos están enlazados, y se pasa de uno a otro casi sin sentir. En ellos la sonoridad encuentra niveles de emotividad sin parangón y en el caso de este concierto, se logró una sonoridad maravillosa y en ellos se sentía vibrar la sala entera, y la atención del respetable estaba como electrizada, cautiva, como hipnotizada.

La labor del ejecutante de los timbales, en estos dos movimientos, es esencial, y David Martínez logró imprimir la sonoridad y emotividad que el propio Beethoven hubiera esperado para el caso. Los tremendos pasajes finales del cuarto y último movimiento, llevaron al multicéfalo al paroxismo, así que, al llegar la larga y sonora nota final, la sala se cae en una trepidante ovación como muy pocas he escuchado en el Teatro Peón Contreras, larga, sonora, entusiasta, vibrante.

El director va poniendo de pie a los músicos que tuvieron desempeño como solistas, y la ovación no decae. Josep anuncia un ancore, que es delicado y muy emotivo, se trata del Vals Triste, de Jean Sibelius.

Definitivamente, este concierto dominical queda registrado como extraordinario en la trayectoria de la OSY. Queda también el mensaje dado por el reflector caído, se impone un chequeo riguroso de todas las instalaciones de la sala.

No queremos imaginar una escena del Fantasma de la Opera, con un viaje al suelo del candil monumental de la cúpula. Hay que dar oídos a la seria advertencia del domingo. Por lo demás, este extraordinario concierto nos ha alegrado profundamente el alma. Ojalá tengamos oportunidad de tener de nuevo a Josep Vincent al frente de nuestra orquesta. Salimos del Peón Contreras con las cuatro notas resonando en el alma.

Por Ariel Avilés Marín