Delfín Quezada Domínguez
Ante las desgracias originadas por esta pandemia, vemos con asombro y tristeza el surgimiento de individuos y/o grupos que se han valido de estas –desgracias– para su beneficio. Y cuando hablamos de individuos o grupos hay muchos ejemplos de dónde tomar. No quiero hablar de otras partes del mundo ya que estaría desviando el tema para otros personajes; lo que quiero es centrarme en nuestro país, en nuestro México el cual hoy lucha contra algo inesperado hasta hace unos pocos meses, y, contra lo esperado ante esta pandemia, en lugar de unión hemos encontrado desunión, oportunismo y ambiciones.
El excelente trabajo de nuestra amiga Pilar Faller Menéndez, publicado en las páginas del siempre Digno POR ESTO!, nos da una muestra de esa enfermedad más letal y fatal que cualquier pandemia: el oportunismo. Por ejemplo, Pilar acertó al señalar que “mientras unos se dedican a guardar la cuarentena, el oportunismo se fortalece y se extiende más rápido que el coronavirus en todos los sectores. Muchos son los que han aprovechado conseguir recursos para eventos banales -recuerdan aquellos para el Carnaval-, o bien, lanzar críticas a destiempo para “jalar agua para su molino” con el fin de fortalecer su imagen y convertirse en supuestos héroes ante esta contingencia, sin olvidar quienes también hoy están lucrando con productos que nos venden la idea de proporcionarnos mayor seguridad ante el contagio” (POR ESTO! pág., 15; La Ciudad 19/04/2020).
Este párrafo tomado del escrito de Pilar Faller es clave para entender lo que está sucediendo en estos momentos en todo México. Con sus grandes excepciones, dentro de este enunciado podemos dibujar la figura de políticos, empresarios-políticos, sólo empresarios, pseudo líderes de todos colores y de todas las actividades habidas y por haber que se han organizado (eso sí, muy bien para exigir apoyos a los tres niveles de gobierno) a diestra y siniestra. Como señalé antes, con sus excepciones; pues hemos visto a verdaderos líderes y lideresas que siempre han estado cerca y junto al pueblo luchando a brazo partido para superarse y lograr su bienestar para la familia.
No podemos decir que debemos rechazar las oportunidades cuando se nos presentan, pues éstas hay que aprovecharlas, es una lección aprendida de nuestra tradición cultural, pero hacerlo sin prudencia, con codicia, de manera egoísta y sin tener en cuenta las posibles consecuencias para otros, es rebasar el sutil límite entre la oportunidad y el oportunismo. Y aquí hago un paréntesis para definir como oportunismo toda actitud que aprovecha situaciones y oportunidades momentáneas para el interés propio por encima del común. Suena familiar porque el oportunismo se ha convertido en uno de los peores hábitos hoy en día, aprovechándose de esta tragedia mundial. Muchos medios de comunicación, comunicólogos particulares que calumnian y acusan sin sentido profesional, empresarios que han obtenido una gran plusvalía en sus negocios y hoy se niegan a apoyar a sus trabajadores prefiriendo despedirlos, personas que reciben los apoyos otorgados por el gobierno sin tener la necesidad, restándole oportunidad a los más desprotegidos, políticos que ven en esta desgracia oportunidad para mostrarse y denigrar al oponente en turno, en lugar de colaborar para salir pronto, y otros que no expongo ya que no daría cabida en este corto escrito.
En todas partes y en todos momentos existirán y surgirán oportunistas que utilicen la manipulación como estrategia y cambian de interés dependiendo de la necesidad que se tenga en el momento. La táctica que vemos que utilizan es egocéntrica, no miden las consecuencias de las artimañas que usan para quedar bien, ni se interesan en las emociones, el bienestar y los sentimientos ajenos. La ambición de estos oportunistas no tiene fondo; no quieren desprenderse ni un ápice de las ganancias en pesos, dólares o euros que han logrado acumular durante años con base en la fuerza de trabajo del obrero, de la gente rural, de los pescadores, de los asalariados en última instancia.
Conociendo las maneras de actuar de los oportunistas, es casi que inevitable ser víctima de uno o caer en la tentación de transformarse en uno. En los ámbitos social y político de muchos lugares y ámbitos, a los oportunistas los conocemos como lagartos, la única especie de la fauna social que no está en vía de extinción, sino que, por el contrario, se multiplica sin control ante la inconformidad de pocos y la complicidad de millones. Por todo esto, es muy difícil que hoy en día, bajo las inclemencias de esta contingencia mundial la política no se convirtiera en lo que se ha convertido: una cloaca dominada por los oportunistas impulsados sólo por la ambición del dinero y motivados a tomarse el poder para esquilmar al Estado.