Campeche

Orar por los misioneros

CAMPECHE, Cam., 7 de abril.- En el quinto domingo de Cuaresma, la Biblia ofrece en sus lecturas una dimensión inaudita e irrepetible de lo que es el proyecto de salvación sobre su pueblo y es por ello que, acompañados de la agrupación “Juventud, Familia Misionera”, el Obispo Francisco González González pidió a la feligresía unirse en oración por aquellas personas que iniciarán una travesía predicando la Palabra del Señor.

Aseveró que en el Evangelio se encuentra una historia que desgraciadamente se sigue repitiendo hoy en algunas culturas, que recuerda cuando a Jesús le presentaron a una mujer sorprendida en adulterio, y la tradición decía que había que apedrearla hasta la muerte, ya que ese era el castigo por su pecado.

El Señor, primero hace caer en la cuenta a los acusadores de que nadie está libre de pecado, recordando aquella frase popular: El que esté sin pecado que tire la primera piedra.

“La sigilosa y graciosa huida de los acusadores, nos recuerda que quien juzga es sólo Dios y que todos nosotros somos pecadores; en nuestra vida diaria, el trabajo, en las relaciones familiares o de amistad, hacemos juicios de valor, más de alguna vez; nuestros juicios son erróneos y quitan la buena fama de los demás. Se trata de una verdadera falta de justicia que nos obliga a reparar, tarea no siempre fácil. La justicia y la misericordia están tan unidas que la una sostiene a la otra. La justicia sin misericordia es crueldad, y la misericordia sin justicia es ruina, destrucción”, expresó.

En compañía de familias misioneras del Estado y otros lugares, el líder católico invitó a la feligresía a sumarse en oración por las personas que visitarán distintas partes de la ciudad para predicar la palabra de Dios.

Destacó que los misioneros habrán de llenar de alegría al saber, con certeza, que Dios perdona todo, absolutamente todo, en el sacramento de la Confesión.

Expuso que en estos días de Cuaresma, hay la oportunidad magnífica de acudir a quien es rico en misericordia, en el sacramento de la reconciliación, porque el Señor no quiere acusar ni llevar la cuenta, sino perdonar y olvidar, por lo que espera que se arrepientan de veras y se acerquen a Él, en el Sacramento de la Confesión.