Si bien en Campeche las cifras de violencia contra la mujer no son altamente alarmantes, la situación cultural sigue siendo el principal problema de que éstas no se hayan disparado y, en consecuencia, tampoco los casos hayan sido investigados para posteriormente ser sancionados.
El año pasado, en Campeche se implementó a través del Centro de Control, Comando, Comunicaciones, Cómputo y Coordinación (C5), el Instituto de la Mujer del Estado de Campeche, la Secretaría de Seguridad Pública (SSP) y otros organismos, la nueva aplicación digital “Mujer campechana”, que consta básicamente de que, a través de un movimiento, se lance un llamado de auxilio a las instancias de seguridad para que de manera inmediata sean atendidos.
En este contexto, el mismo IMEC ha reportado que desde la puesta en marcha hasta la fecha se han registrado 6 mil llamadas de auxilio; sin embargo, todas ellas se han quedado sólo en eso debido a que, luego de ser atendidas por elementos de seguridad, deciden no proceder legalmente contra el agresor.
Como éste, existen muchos casos en Campeche de mujeres que no se deciden a demandar ante las autoridades a sus parejas, esposos o novios, que son siempre los primeros agresores.
Testimonio de agresión
Una mujer a quien por petición personal le cambiaremos el nombre por “María”, dijo que vivir violencia en el núcleo familiar es algo que ninguna mujer y que tampoco ningún hombre debe tolerar, ya que es el primer paso a la muerte.
Se casó joven, a los 16 años, “ilusionada con la historia que las telenovelas cuentan, esa en la que el novio se convierte en el hombre perfecto hasta que se casan y tienen hijos”, refirió visiblemente esforzándose en externar su vida.
Ella, como muchas personas en Campeche, tenía un padecimiento silencioso y asintomático previo. Sufría de episodios epilépticos, mismos que su –aún novio- conocía perfectamente, pero que nunca había presenciado hasta que, semanas después de contraer nupcias, vivió.
“Recuerdo que estaba convulsionando, pero no perdí el conocimiento; él estaba a mi lado, sólo me miraba y no decía nada, creo que estaba espantado”, dijo con nostalgia María mientras con las manos intentaba explicar la primera escena desastrosa de su vida en pareja.
“Al principio no era malo, me daba para mis medicamentos y hasta se preocupada, pero con el paso de los años creo que se cansó de que mis convulsiones se volvían frecuentes y dejó de darme ese aliento que toda esposa espera de su esposo”, confesó.
Antes de decidir separarse, María intentó de todo para “curar” su padecimiento, pero poco pudo hacer puesto que la enfermedad no tiene cura, sólo tratamiento. Fue entonces cuando su esposo decidió romper los lazos de amor que tenían.
Fue entonces cuando el apoyo se convirtió en insultos y las palabras de aliento en deseos de muerte. Con lágrimas en los ojos, los labios resecos y temblantes, poco a poco María logró explicar con lujo de detalle el momento en que decidió dejarlo ir a pesar del amor que sentía por él.
“La última vez que me vio convulsionar ya no me detuvo la cabeza para que no me golpeara, ya no se arrodilló para evitar que choque con algún objeto y tampoco dijo las palabras que tanto me fortalecían; en cambio, se paró frente a mí, yo estaba consciente y podía verlo dentro de mi crisis, cuando se me acerca poco a poco y me susurró: ojalá te mueras de una vez porque ya me tienes harto de tantos problemas, de tantas enfermedades y hacerme gastar en tus medicamentos. Fue el momento más triste de mi vida, muchacho”, dijo ya con lágrimas en los ojos.
33 años después, con dos hijos varones y cansada de vivir con su pareja, María decidió separarse y, ahora, dedicada a realizar artesanías, junto con otras amigas y vecinas, se dice feliz y plena pues sabe que si seguía en ese calvario en estos momentos formaría parte de la escalofriante lista de feminicidios.
Detectar violencia
Actualmente, para detectar si alguna mujer sufre acoso o violencia existe un sinfín de herramientas. Una de las más comunes es el violentómetro, una escala que permite a hombres y mujeres estar alerta, capacitadas (os) y/o atentas (os) para detectar y atender la violencia en cualquiera de sus tipos y modalidades a través de diferentes manifestaciones.
Este instrumento resulta de gran utilidad y muy benéfico, no sólo para las instituciones educativas, gubernamentales y psicológicas, sino también en los ámbitos familiares, en pareja y laboral.
Tania Domínguez Fernández, líder de “Mujeres Progresando” en Campeche, comentó en entrevista para el POR ESTO! que la referida herramienta está constituida por tres niveles o escalas de diferentes colores y a cada uno se le atribuye una situación de alerta o foco rojo.
En la gráfica se representan las manifestaciones más sutiles, pasando las más evidentes hasta llegar al último rubro que son las manifestaciones más extremas.
Violentómetro:
Es de vital importancia que de manera primordial sean las mujeres quienes memoricen el orden de los colores para detectar los momentos en que se manifiestan los primeros indicios de violencia para actuar de manera pronta y evitar tragedias.
El primer nivel se compone por dos tonos de amarillo. El primero, es el color habitual; en este espacio, considerado como violencia estructural, se detallan como alertas la violencia verbal, los chantajes, las mentiras y engaños, de igual forma ignorarlas, celarlas, intimidarlas y prohibirles hacer, escribir, comentar o actuar de cierto modo.
El segundo tono del mismo color es el más oscuro y se cataloga como violencia cibernética que se refleja principalmente con el hostigamiento cibernético a través de redes sociales o mensajería instantánea, intimidación a cambio de otras cosas como fotografías sin ropa o incluso dinero.
El segundo nivel está representado con el color rojo y se divide en tres tonos de acuerdo con la gravedad del hecho. El naranja claro, determinado como violencia laboral o educativa; es decir, que sólo por ser mujer gana menos que el resto de sus compañeros varones, son acosadas sexualmente tanto por el personal como los directivos o jefes de la empresa.
El marrón que se conoce como “violencia callejera”, que no es más que los piropos, acosos sexuales mientras una camina. Incluso hay personas que han sido tocadas en sus partes íntimas o les han seguido mientras van por las calles.
El rojo o violencia en el entorne familiar. Este es de los más comunes en la entidad y de los que menos son denunciados según Domínguez Fernández. En estos casos se registran manoseos por parte de su propia pareja sentimental en lugares públicos; asimismo, comentarios inapropiados, les proporcionan golpes o le externan insultos.
El tercer nivel de violencia es catalogada como altamente peligrosa, pues en ella se consuman delitos tales como el abuso sexual y el feminicidio. Está dividido en dos tonalidades de color: El violeta o violencia psicológica, que se refiere a amenazas con objetos o armas, así como mujeres que han sido encerradas o aisladas e incluso han recibido amenazas de muerte.
El color morado que significa violencia física está relacionada principalmente con forzar a una mujer a tener relaciones sexuales, aun siendo parejas sentimentales o cuando han sido víctimas de mutilación, cortaduras o simplemente las han golpeado.
Situación a nivel nacional
La violencia contra las mujeres va en aumento y, de acuerdo con el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, en el 2019 se registraron 540 delitos por feminicidio al mes en toda la República, mientras que en el 2018 se contabilizaron 494.
Actualmente en México se registran más de 30 mil personas desaparecidas y de ellas, el 25 % son mujeres, por lo que 19 entidades del país han sido declaradas con Alerta de Violencia de Género.
De acuerdo con el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad (SESNSP), los estados con más denuncias por delitos como la libertad y la ahora tan popular seguridad sexual, durante el 2019 fueron: En primer lugar la Ciudad de México, con 6 mil 507 denuncias; el segundo lugar lo ocupa el Estado de México con 5 mil 678 carpetas de investigación, y con 3 mil 428 casos Jalisco ocupa el tercer lugar.
En cuanto al tema de los feminicidios, en el 2019, Veracruz sigue a la cabeza del listado pues ha sido por un par de años el Estado con mayores casos de asesinatos de mujeres. El año en mención, se contabilizaron 159 casos. En segundo lugar se ubica el Estado de México con 122 denuncias formales y casos oficiales y la Ciudad de México contabiliza 71 carpetas de investigación.
(Jorge Chan Ordóñez)