Cultura

El terror al genio innovador

Conrado Roche Reyes

En una pequeña aldea de trescientos habitantes, los lugareños tenían que hacer diario una caminata para ir a recoger agua de una fuente lejana. Pero uno de sus habitantes era un genio y tuvo dos grandes ideas, la primera consistía en una tubería que tomara el agua de la fuente para llevarla al pueblo, y de ese modo no tener que cargarla todos los días. La segunda gran idea fue hacer un gran problema de la falta de tubería. Sin embargo, la gente le dijo que no había ánimo de emprender obras de ingeniería hidráulica, que seguirían como estaban porque parecía no irles tan mal. El genio era muy terco y acabó montando la tubería él solo; también era un resentido y la llevó desde la fuente hasta su vivienda. Como es natural, la gente fue a su casa a recoger el agua porque, de repente se había convertido en la fuente más cercana. La tragedia fue que el genio resultó ser el egoísta más tonto de la comunidad, porque trató de cobrar el agua intentando que trabajasen para él. Usted pensará que la población pagaría el agua de la tubería del genio o se organizaría para hacer otra todavía. Ambas cosas no sucedieron así.

Lo que hizo el pueblo fue poner la cabeza del genio sobre un palo por miserable. El resto del cuerpo lo enterraron bajo un montón de piedras. La explicación fue que un poderoso demonio se introdujo en el cuerpo del hombre. No se pudo hacer otra cosa que separar su cabeza del tronco para que su espíritu no acabara sepultado junto al demonio bajo el montón de piedras. Ahora todos están a salvo, incluido el difunto genio, los habitantes no tienen que cargar el agua mucho rato, ya que la fuente está en el pueblo. Y todo esto habiéndose molestado en su construcción un solo miembro de la aldea.

En realidad, no se convence a la aldea con un discurso ni mediante una demostración práctica, ni siquiera regalándoles tres cajas de su detergente favorito, si lo que quieren es su detergente favorito de toda la vida. No es que estén cerrados a la idea, simplemente no la perciben, ya que no forma parte de su cosmovisión, la idea queda fuera de su horizonte de reconocimiento de ideas. Cuando se la explicas ven a un paisano entusiasmado que hace ruido. Un ruido molesto e inquietante. Si insistes, huirán de ti, y si te pones muy pesado, te convertirán en un mendigo, en una bruja o un vampiro, para a continuación darte una buena tunda, quemarte, o clavarte en la punta de un palo la cabeza y enterrarte bajo un montón de piedras.

El florecimiento del genio ocurre en sociedades ricas y estratificadas en donde los sistemas micrototalitarios de las pequeñas localidades se degradan y pierden poder frente a grandes instituciones que, las más de las veces, a causa del descuido provocado por su gigantismo, producen cierto espacio a la intolerancia, dejando espacio al extrañamiento y a que prospere el individualismo.

Aun así, incluso contando con una buena provisión de genios, la innovación se enfrenta al cambio de millones de tontos que viajan por la vida agarrados a ideas que forman parte de su cosmo de ideas, empujados por muchos años de cultura en forma de historias y arte de todo tipo. Tenemos en stand by un montón de ideas geniales, que no prosperan porque no se ha creado una poderosa cultura en torno a él. Si es que el genio innovador, el revolucionario real, será enterrado en un montón de piedras y su cabeza colocada en una estaca.