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Cultura

En los Grammy Latinos los clásicos también cuentan

Pedro de la Hoz

Mientras los espacios que cubren las noticias de los espectáculos conceden prioridad a J Balvin, el reguetonero colombiano que se alzó con ocho nominaciones a los Grammy Latinos 2018, poco se sabe o divulgan los logros de los autores e intérpretes que con muchísimo talento y esfuerzo plasman en el ámbito de la música de concierto sus creaciones.

Las categorías 42 y 43 del total de 49 en competencia son las menos publicitadas: Música Clásica y Composición Clásica Contemporánea. La orfandad mediática también se hace sentir en otras categorías. ¿Cuánto se valoran los fonogramas de la llamada música regional mexicana? ¿Qué jerarquía se le concede al folclor? ¿Están realmente en pie de igualdad los discos que reflejan la lusofonía? Las excepciones –Natalia Lafourcade y Los Macorinos, y el Chico Buarque de Caravana– confirman la regla que impone el gusto por el reguetón y el pop y sus estrellas.

Entre los materiales que optan por el Grammy Latino al Major Álbum de Música Clásica, hay producciones que llaman la atención. Una de ellas, Mágica y misteriosa, contiene la más reciente creación de Claudia Montero, argentina radicada en Valencia, que ya sabe lo que significa merecer los gramófonos dorados, en 2014 con Concierto para violín y orquesta de cuerdas y en 2016 con Cuarteto para Buenos Aires. Ella se las arregló para producir el fonograma con el sello independiente La Cúpula y reunir las colaboraciones de la Filarmónica de Praga, su compatriota María Isabel Siewers en la guitarra y la arpista italiana Floraleda Sacchi.

El disco incluye el concierto propiamente llamado Mágica y misteriosa, para arpa y orquesta; y Luces y sombras, para guitarra y cuerdas, partitura esta que también obtuvo una nominación en Composición Clásica Contemporánea.

La Montero, de veta neorromántica, se autodefine del siguiente modo: “Mi música soy yo misma. La música que yo escribo refleja, ni más ni menos, lo que soy: una persona que de repente tiene estallidos de pasión, como momentos de profunda melancolía o momentos que se ven envueltos en ritmos vertiginosos. Mi música es muy cercana y tremendamente emocional. Por eso, creo que conecta muy bien con la gente que no necesita ningún conocimiento para poder comprenderla”.

Los votantes confirmaron la vigencia del legado del compositor español Enrique Granados, al nominar dos fonogramas con su música: uno con obras orquestales a cargo del director José Serebrier y otro con las Goyescas, ejecutadas al piano por José Menor.

Quisiera detenerme, sin embargo, en el orden de las absolutas novedades. Naxos, uno de los sellos más prestigiosos en la música clásica, registró al Brasil Guitar Duo (Joao Luiz Rezende y Douglas Lora) con un par de piezas admirables hechas a su medida: El Libro de los Signos, del cubano Leo Brouwer, y Concierto caboclo, del brasileño Paulo Bellinati. El acompañamiento corrió por cuenta de la Sinfónica de Delaware, Estados Unidos, conducida por David Amado.

La partitura de Brouwer data de 2003, concebida especialmente para dos grandes del instrumento: el australiano John Williams y el griego Costas Cotsiolis. Acerca de los desafíos asumidos explicó Joao Luiz: “El Libro fue tocado pocas veces en vivo y no lo conocíamos y debimos emprender una búsqueda para entender lo que estaba por detrás de la fusión de lo antiguo y lo nuevo en el primer movimiento, además de la simplicidad y la rítmica cubana como signos de la cultura contemporánea, y, por qué no decir, universal. Otra cosa importante de mencionar es que esta obra tiene una duración de 40 minutos con una densidad de escritura muy grande y cierto virtuosismo que no solo es el de mover los dedos con velocidad. Es una obra donde se pueden escuchar muchos rasgos de música cubana, típico de Brouwer, pero con muchas sorpresas, y un tratamiento de la orquesta que confirma la maestría absoluta de Leo Brouwer en este género”.

En cuanto a la pieza de Bellinati destaca la autenticidad con que traduce al lenguaje concertante, con cierta y premeditada sofisticación, la riqueza de las músicas rurales brasileñas.

Ese mismo interés por abordar identidades nacionales y regionales desde códigos actuales se observa en partituras que aspiran al galardón de Mejor Obra Clásica Contemporánea. Si bien en el ya señalado concierto para guitarra y cuerdas de la Montero, dicha cualidad resulta tangencial, se acentúa mucho más en Montuno en forma de chacona, para clavicordio, del puertorriqueño Roberto Sierra. En las antípodas se sitúa el costarricense Eddie Mora, autor de Ofrenda, contenida en el disco Ecos del silencio, en el cual el compositor dirige la Sinfónica de Heredia. Saltan al oído procedimientos cercanos a la vanguardia postweberniana en alza durante la medianía del siglo pasado.

Un autor cubano, que comparte su vida entre Los Angeles y La Habana, entró en esta última liza con su pieza Cuarteto de cuerdas no. 3 (Beethoven in memoriam), interpretado por el cuarteto La Catrina, al que dan vida desde 2007 los mexicanos Jorge Martínez Ríos y Daniel Vega Albela, el venezolano Simón Gollo y el chileno Jorge Espinoza. Ejercicio camerístico de extremo rigor constructivo, con esta partitura Yalil Guerra continúa perfilándose como uno de los compositores más fértiles y propositivos en lo que va del siglo XXI latinoamericano.

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