Cultura

La imprescindible levedad de Marta Valdés

Pedro de la Hoz

A Marta Valdés, respetada y necesaria cantautora habanera, le gustaría regalarse en los próximos meses, antes de que el 6 de julio cumpla 85 años de edad, un nuevo encuentro con el público mexicano amante del bolero. En 1987 viajó a México como integrante del espectáculo Toda una época, junto a César Portillo de la Luz, José Antonio Méndez, Elena Burke y Consuelo Vidal, cuando se presentaron en la televisión y varios centros nocturnos. Ese mismo año volvió para participar en el Festival del Bolero que tuvo lugar en el teatro Reforma y en el Auditorio Nacional; y en 1988 para actuar en el teatro Ciudadela.

No todo el mundo tiene la suerte de salir al ruedo bajo la sombrilla protectora de una voz irrepetible. Tal fue su caso. Palabras rebotó de radio en radio, tocadiscos en tocadiscos, victrola en victrola, dicha con la dicción rotunda y característica de Vicentico Valdés, uno de los boleristas que hizo época hacia la medianía del siglo pasado.

Sin embargo, algunos creen todavía que Palabras fue el primer éxito de Marta cantado por Vicentico. A la altura de 1960, ya había grabado En la imaginación –asociada en mi memoria a las secuencias finales del filme Un hombre de éxito, de Humberto Solás–, Deja que siga sola y Tú dominas.

Ahora bien, sucede que Palabras aparece como la primera obra musical plenamente terminada de la joven Marta, esbozada mientras viajaba en una guagua por las calles de La Habana. Y sucede también que desde ese momento comenzó a definir una estética personal en el ámbito de la canción, que quizá no sea muy visible en las interpretaciones de Vicentico, quien ya consagrado arrimaba a la brasa de su estilo inconfundible todo lo que asumía.

Una estética que si bien no se desgajaba radicalmente del territorio en que solemos enmarcar su impronta, la del filin (la trova intermedia cubana), representaba en el cruce de la década de los 50 a la del 60, un punto de giro.

Los muchachos del filin, con César Portillo de la Luz y José Antonio Méndez a la cabeza, habían aportado desde finales de los años 40 un cambio sustancial en la canción cubana, el cual apretadamente podría resumirse en una nueva orientación armónica, el desplazamiento del piano hacia la guitarra como centro de gravedad del trabajo autoral (como había sucedido ya en la fértil etapa trovadoresca anterior), cierto aligeramiento de la retórica textual al uso, la asimilación de las influencias del jazz y el blues que llegaba a través del cine y los discos, y hasta determinado avecindamiento con los hallazgos del impresionismo en la música de concierto.

Desde la óptica del análisis musical, de acuerdo con el maestro José Loyola, existen en el filin elementos que sobresalen comparativamente, en relación con otras modalidades de la canción cubana. Como resultado de la influencia de la música de origen norteamericano, ya mencionada, la estructura armónica es menos transparente, se hace más densa en el aspecto vertical, y es frecuente la sucesión paralela de acordes, las progresiones y las secuencias armónicas descendentes por medio tono.

La mayoría de las canciones de los autores del filin, como las iniciales de la propia Marta, boleros al fin y al cabo, fueron popularizadas en buena medida en las voces de los más destacados boleristas de la época, insertados en las sonoridades de los conjuntos.

Sin embargo, la geografía habanera (y de algunas otras ciudades, Cienfuegos con el bar Escambray, Santa Clara con El Sótano) de los espectáculos nocturnos al inicio de los años 60 fue el contexto que permitió poner en evidencia los aires renovadores de una compositora como Marta. Todo ello se entroncaba con una nueva sensibilidad en la poesía, abonada por los bardos de la llamada Generación de los 50.

Marta, como ha dicho el poeta Guillermo Rodríguez Rivera, inició “una decantación de la sonoridad dominante hasta entonces, dentro de la tendencia”, y renovó en términos de lenguaje poético la canción cubana. El notable musicólogo y editor Radamés Giro también señala cómo “la compositora emplea una cierta inquietud tonal o movimientos por diversos tonos, estrategia que otorga mayor sentido lírico a sus textos”.

De modo que Marta se nos ha hecho imprescindible sin mucho aspaviento. Leve y a la vez grávida de ideas y emociones, la compositora espera darse un nuevo baño de amor mexicano antes de que sea demasiado tarde.