Cultura

Ecos de mi tierra

Angel Miguel ValienteIV753

A San Antonio de los Baños

San Antonio de los Baños

nunca te dejé, aquí vivo,

aquí estoy, aquí recibo

tus mimos y tus regaños.

Tú le sabes a mis años

los días del caramelo,

luego me viste mozuelo

hecho más hombre después,

y a los “sesenta” me ves

canas y arrugas de abuelo.

En el San Antonio mío

sépate un hijo natal

que yo me he sentido igual

estando en Pinar del Río.

Tú vienes de un “veguerío”

y yo igual, “tabacalero”

para darle al mundo entero

la exquisitez de un tabaco

con tripas de Tacotaco

y capas del “Tumbadero”.

Por saberlo un ateneo

yo quiero a mi Ariguanabo

como quiso a Majaguabo

la madre de los Maceo.

Cuanto soy, cuanto poseo

se lo debo a mi terruño,

está en mi brazo, en mi puño,

y a mi décima mejor

no le pongo otro color,

otra firma ni otro cuño.

Aquí nació Marichal

y aquí nació José Othón,

ya el segundo en un panteón

y el guajiro siempre igual.

En la vieja palma real

está el nombre de José,

y es que se siente y se ve

históricamente entero

en el humo de un veguero

y el aroma de un café

 

754Oración a mi madre muerta

Mi madre está circuida

de luz, nube candorosa

le cubre el rostro de rosa,

mientras la peina dormida.

Tu frente, plata extendida

por brillante luz del cielo.

Paz profunda tu desvelo.

Diez hadas con alas de oro

prenden un jazmín sonoro

en el nácar de tu pelo.

Tú me ves, yo te estoy viendo

junto a una estrella sentada,

el ángel de tu mirada

me besa en Dios sonriendo.

En mis brazos te suspendo

me dices tan tiernamente…

es tu voz tan inocente

como un panal que destila,

y al roce de tu pupila

nace un lucero en mi frente.

Diariamente voy del brazo

tuyo, no obstante, la ausencia

material: alma y conciencia

viven juntas en un lazo.

Al calor de tu regazo

mi sangre se vitaliza

y cuando el dolor atiza

en mi carne algún tormento,

al impulso de tu aliento

la pena se neutraliza.

Cuando me angustio, me das

fuerzas para resistir,

y si alguien me viene a herir

le echas el brazo hacia atrás.

Como circuida estás

de luz, que irradia la cruz,

logras romper el capuz

de las humanas tormentas

y en mi espíritu alimentas

una colmena de luz.

Mis hijos, fecunda vena,

nacieron de buena viña:

¡cómo ríes con mi niña

de su rubita melena!

Junto a Manolito llena

de dulces besos te he visto;

y sobre mi niño, Cristo,

te alzas en blanca espiral

que pende como un rosal

del brazo de Jesucristo.

Ellos te adoran, los tres

viven contentos de ti,

una estrella y un rubí,

un mecías y un ciprés.

En nuestra mesa nos ves

con mirada de azahar

y eres, por tanto volar

de mi mesa en derredor,

el eterno celador

de mis hijos y mi hogar.