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Cultura

¡Hasta siempre, Rita querida!

Ariel Avilés Marín

¡Hasta siempre, Rita querida!

Alegre, dicharachera, sibarítica, Rita Buch lió sus bártulos y decidió marcharse. No hizo grandes alharacas, aunque ella era de suyo alegre y ruidosa, se fue en un discreto silencio, como los sabios grandes, sin decir: ¡agua va! Rita nunca perdió su gran alegría por la vida diaria, y eso que sus últimos días le impusieron una terrible limitación en su movilidad, pero a pesar de ello, llegar a su casa, era entrar a una fiesta perpetua, a un huateque, como ella diría. Reía fuerte, estrepitosamente, con el alma de fuera, como era ella, sin atender a convencionalismos ni etiquetas, era una cubana de pura cepa, ¡entrañable!

Académicamente, Rita era un personaje de gran estatura, en su ser se combinaban dos disciplinas de alto nivel, dominaba plenamente filosofía y educación; filósofa ella misma, era también profunda conocedora de las doctrinas filosóficas de los grandes pensadores del mundo, y los sabía interpretar, y lo más importante, transmitir con sencillez y llaneza a sus discípulos. Manejaba con profundidad y maestría todos los paradigmas educativos, de todas las etapas de la historia de la educación humana, eso le permitió ser una educadora ejemplar y brillante. En el ámbito de la Universidad de La Habana, Rita era una maestra muy querida, por muchas generaciones de estudiantes que tuvieron el privilegio de pasar por sus aulas. Caminar por los amplios corredores de la Universidad de La Habana sin su compañía, sin el estallido ruidoso de su risa rebotando por los soportales, sin su observación sagaz y profunda, ya no será lo mismo.

Conocí a Rita en el marco del Congreso Pedagógico que se llevó a cabo en noviembre de 2014 como parte del FICMAYA 2014. Fui con el objeto de hacer la crónica de su conferencia sobre los paradigmas educativos de Sócrates, Platón y Juan Jacobo Rousseau. La conferencia se llevó a cabo en la lamentablemente desaparecida Unidad Editorial de la Segey, que tan importante labor cultural y educativa venía desarrollando. El salón estaba pletórico de escuchas, y al terminar su brillante exposición, las preguntas llovieron. Al despejarse el salón, me acerqué a ella para saludarla y conocerla. Le dije: Dra., yo trabajo en una institución que está fundamentada en la filosofía de Rousseau. Rita abrió grandemente ojos y boca, y exclamó, más bien gritó: “Una escuela fundamentada en Rousseau en Mérida, eso tengo que conocerlo”. Nos pusimos de acuerdo, y a la mañana siguiente pasé por ella a su hotel y fuimos a la Escuela Modelo, en Paseo Montejo, y luego a la Universidad Modelo, en los linderos de Cholul.

En Paseo Montejo, Rita se bajó, caminamos por el corredor y, al tender la vista sobre la frondosa arboleda, Rita gritó: “¡Sí, aquí está Rousseau, sin duda ninguna!”, acompañado de una sonora y alegre carcajada. Otro tanto sucedió al contemplar las palmas reales del Campus Mérida de la Universidad Modelo, las palmas reales que son un icono en el escudo de Cuba. Después de estas visitas, nos fuimos a la Sorbetería Colón del Paseo Montejo, donde Rita disfrutó con gran deleite varios sorbetes, desde luego de guanábana, de mamey, de mango, sabores tropicales, tan afines a su ser, profundamente caribeño; y acompañados desde luego de merengues, niños envueltos y los inigualables conos envinados, que en Cuba les llaman capuchinos, y creo que en España también. Ahí, en el Colón, Rita, con gran alegría, compró a una niñas chiapanecas un buen número de chales, de esos hechos en telar de cintura. “Son unas obras de arte”, exclamaba admirando las prendas adquiridas.

De esta ocasión, en adelante, la amistad con Rita se fue haciendo más profunda. Participar con ella en los congresos de periodismo de POR ESTO! fue un privilegio excepcional. Ser su discípulo en los siguientes cursos de pedagogía fue también una experiencia maravillosa e inolvidable. Su profundo curso sobre los filósofos de la duda dejó una profunda huella en mi pensamiento. Su amena manera de abordar a Heráclito, a Descartes, a Schopenhauer, transformaba la árida y escabrosa materia en un ameno placer del pensamiento.

Su labor periodística se extendió a Yucatán, a través de las columnas de POR ESTO!, donde sus colaboraciones en la sección de Cultura eran frecuentes y muy valiosas. Sus artículos más profundos y extensos, eran publicados semanalmente en el suplemento Unicornio. Su último libro, sobre la Teología de la Liberación, es una obra de altísimo nivel. Me hizo la confianza de entregármelo en un dispositivo electrónico, con la misión de llevar a cabo su publicación en prensa. Llevé a cabo las gestiones y se había acordado hacer una coedición, entre la Unidad Editorial de la Segey y la Universidad Modelo; la cancelación de la existencia de la Unidad Editorial ha aplazado el proyecto. Es una tarea pendiente cumplir a Rita la promesa de que su maravilloso libro verá la luz en Yucatán. Mientras tanto, muchas partes de él han sido publicadas en entregas semanales en Unicornio. Será un gran libro póstumo, muy digno de su autora. Es un compromiso pendiente e ineludible su publicación.

Rita María Buch Sánchez es una habanera de gran entraña, nació en esa bella ciudad el 4 de noviembre de 1953. Fue licenciada en Historia de Artes, licenciada en Historia de la Filosofía Universal, doctora en Ciencias Filosóficas, profesora titular de la Facultad de Filosofía de la Universidad de La Habana, donde en varios períodos, ocupó la dirección del plantel. Tuvo varias especialidades: en Filosofía Antigua y Moderna, en el Pensamiento Cubano de los siglos XVIII y XIX. Su brillante tesis doctoral versó sobre “José Agustín Caballero, el iniciador de la reforma filosófica en Cuba”, y por ella recibió el premio del Consejo Científico Universitario; así como el premio de la Academia de Ciencias de Cuba.

En vida, recibió múltiples distinciones, como la Distinción por la Educación Cubana, el Sello Conmemorativo por el 270 Aniversario de la Universidad de La Habana, la Medalla Rafael María de Mendive y el Sello Conmemorativo por el 280 Aniversario de la Universidad de La Habana. Entre sus publicaciones más importantes se encuentra su Antología de Historia de la Filosofía, publicada en seis tomos y que, gentilmente, donó un ejemplar para la Biblioteca de la Universidad Modelo.

Ir de visita a La Habana, implicó siempre para mí la visita obligada a casa de Rita Buch. Tomar un coche en Línea y después de cruzar el paso a desnivel para salir de Vedado y entrar a Playa, bajarse en la avenida principal y emprender una larga caminata hasta su casa, en un tercer piso, muy cerca de la playa. Su piso tiene una amplia terraza con una vista privilegiada: la desembocadura del Río Almendares a la Bahía de La Habana. El espectáculo de las aguas que chocan y se confunden en el delta no tiene comparación alguna. En cómodas mecedoras, ella con su cerveza en la mano, yo con mi Ciego de Ávila de naranja, con platitos rebosantes de nueces de Castilla, nueces de la India y abundante maní, se pasaban lánguidamente las últimas horas de las tardes entre sabrosas e inolvidables charlas, que luego eran rematadas por el inevitable buchito.

Rita se ha ido, materialmente, decidió una día liar sus bártulos, como ella decía; pero nos deja una larga y brillante carga de enseñanzas indelebles, de convicciones profundas. Rita era una revolucionaria comprometida y vertical. ¡Hasta siempre, Rita querida! ¡HASTA LA VICTORIA SIEMPRE!

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