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Cultura

Ecos de mi tierra

Luis Carlos Coto Mederos

Juan Cristóbal Nápoles y FajardoXVIII

En el prólogo de su libro “Poesía criollista y siboneísta” nos dice Jesús Orta Ruiz: “Es cierto que nuestros aborígenes no dejaron ni un solo vestigio de cultura espiritual, pero no es menos cierto que nuestro archipiélago fue por varios siglos el escenario de su vida. Su cultura material incipiente, como las canoas, el bohío, el cultivo del tabaco, el casabe y una terminología que designa nombre de lugares, aves, insectos, árboles, flores, yerbas y otras cosas, junto a las leyendas y anécdotas que dejaron a los hijos y nietos de los conquistadores, todo esto en conjunto, tuvo que constituir una atmósfera sobre el espíritu del criollo… Montes, ríos y cuevas con nombre indios; hombres, mujeres y niños con perfil indio, con ojos indios; y en cada monte en cada cueva, en cada río, una leyenda india”.

579Los indios de Cueiba I ¡Cueiba está aquí! Sus montañas

ostentan regios verdores,

y aquí se abren las flores

más primorosas y extrañas;

en medio de sus montañas

se alzan cedros y jagüeyes,

y allí en rústicos caneyes

hechos de pencas de palma,

gozaron de dulce calma

los más nobles siboneyes.

Los más bellos de la raza,

hijos del agua y del sol,

aquí al son del caracol

blandieron la fuerte maza.

Invencibles en la caza,

pobres en hacer cosechas,

por las veredas estrechas

que hay del monte en los declives,

a los perversos caribes

ahuyentaron con sus flechas.

Ellos con tostada faz

fueron siempre en nuestra tierra

bravos en días de guerra,

buenos en tiempos de paz.

En la llanura feraz

do se alzan sus caneyes,

vivían con pocas leyes

bajo el ateje y la ceiba:

Tales fueron los de Cueiba

extinguidos siboneyes.

Aquí las indias morenas,

como ninguna hermosas,

fueron castas, pudorosas,

cual las blancas azucenas.

De gracia y encanto llenas

y esbeltas cual las jocumas,

de los cedros y yagrumas

lindas hamacas colgaron,

y en sus sienes ostentaron

las más primorosas plumas.

Candorosas y modestas,

con negros ojos rasgados,

suspiraban en los prados

y en las hermosas florestas.

Se adornaban en las fiestas

con plumas de mil colores,

guirnaldas de bellas flores

en los cabellos llevaban

y en sus areitos cantaban

sus dichas y sus amores.

Fueron las indias doncellas

de aquella estirpe salvaje,

puras como del guairaje

las flores blancas y bellas.

Otras no hubo como ellas,

ni en Jagua ni en Camagüey.

Bajo el cielo siboney

fueron las más afamadas,

las más dulces y agraciadas

de la primitiva grey.

De los prados florecientes

sobre los bellos tapices,

fueron hermanos felices

y vasallos obedientes.

Suspiraban inocentes

bajo la palma y el pino,

del sol fulgente y divino

adoraron los destellos,

pero…brilló para ellos

nueva edad, nuevo destino.

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