Fue tanto y tan tupido lo que hicimos que la censura gubernamental nos censuró clausurando el cultubar Bugambilia, el cual nunca pudo volver a abrir permanentemente sus puertas al público. Gran parte de la comunidad artística de la época nos apoyó con remitidos, volantes, mesas redondas, ruedas de prensa y un súper espectáculo fuera de las instalaciones clausuradas. Pero la moralidad de los inmorales Miguel de la Madrid y su esposa Paloma Cordero fue inflexible.
III
Hace unos años en el restaurante Amaro, Juan Ramón Góngora intentó montar esta zarzuela, pero no fue muy afortunado el intento, pues la actriz que representaría el texto como un unipersonal lloró y dijo a los cuatro vientos que él la había obligado a decir palabras que nunca había pronunciado en su vida. ¿?
Acto seguido, Góngora montó un fragmento con dos actrices y cantantes que lo representaron en varios lugares acompañadas de un versátil show de cuplés.
IV
Poco tiempo después, al iniciar su ciclo Con sangre de teatro yucateco, como parte del proyecto Ofrendas de un actor a Yucatán, que resultó beneficiado del Programa Creadores Escénicos 2017 del FONCA, decidió hacerlo con Elvirita, la zarzuela de Felipe Salazar Avila Pichorra.
Cuando me enteré, no puedo negar mi entusiasmo y emoción de que en este momento en que el país y el estado de Yucatán cambian hacia otros derroteros políticos, culturales y artísticos, se presentara la obra del vate nacido en el siglo XIX y muerto en el siglo XX.
Esta puesta resultaba un triunfo para la poesía burlesca y obscena que tanto cultivaron los poetas peninsulares desde siempre y que comenzó a ser publicada en el siglo XIX con la llegada de la primera imprenta a Yucatán.
Esta lectura dramatizada la armó Juan Ramón como si fuera una velada artística, de esas que muchos todavía llegamos a vivir cuando niños y en las que participamos. Veladas celebradas en las casas familiares y que tan naturales eran en nuestro terruño.
Esta idea me encantó, porque le daba a la zarzuela un status familiar que nunca tuvo, aunque el discurso de la obra sea totalmente feminista, atrevidamente feminista en cuestiones del reclamo de la mujer hacia ser dueña de su cuerpo y de su sexualidad, algo que se apoyó durante el gobierno socialista de Felipe Carrillo Puerto, como nunca se ha vuelto a apoyar tan abiertamente por gobierno alguno, no digamos de nuestro estado, sino del país.
En esta ocasión Góngora utilizó la música compuesta para el texto de Pichorra, por el recientemente fallecido cantante, compositor y director de escena Gustavo Durán, maravilloso homenaje que nadie hasta donde sé, ha brindado a ese artista yucateco.
La obra cuenta con tres personajes, a saber: Doña Melquíades, la madre de Elvirita, que fue actuado por Paola Koot; Elvirita la hija, interpretado por Marina Reyes, y Serapión, a quien dio vida Raúl López.
La reacción del público fue primero, discreta y cuando se soltó la risa, contenida o no, llenó el espacio teatral de Casa Tanicho.
Al final, el público no se movía de sus asientos, como que esperaba algo, tal vez un conversatorio con los actores y el director de escena. Se sentía eufórico y consciente de que había asistido a un evento histórico, el rescate público de Felipe Salazar Avila Pichorra, cuyo discurso es en este momento más que vigente en nuestro país. Y es que resulta fascinante que a finales del siglo XIX un varón escribiera con humor sobre la liberación sexual femenina.
Las actuaciones de los tres actores, muy buena. La de María Reyes, intrépida y como debe de comportarse una actriz profesional y no como una actriz que comienza a hacer sus pininos. La de Raúl López, igual, en su tono caricaturesco y pícaro, propio de un teatro fársico y pícaro o sicalíptico o verde como le llamaron en su tiempo a estos espectáculos.
No dudo que en posteriores representaciones, los actores salpimentarán adecuadamente sus personajes y el mensaje del texto de nuestro dramaturgo Pichorra.
Un fuerte aplauso a Juan Ramón Góngora como director, y a Jorge Iván Rubio por apoyar este tipo de proyectos en Casa Tanicho.