José Iván Borges Castillo*
Leyendas del Mayab
Al Dr. Lázaro Hilario Tuz Chi
Era una tarde soleada, lo recuerdo bien, no sé si era marzo o abril, pero estábamos en la época de sequía, cuando sentada en su hamaca la tía Chepa, Josefa Méndez de Lugo, me contó este antiguo relato, que a su vez escuchó de una abuela de este pueblo de Tekal, doña Luisa Verde, que en lengua maya le relató que hace muchos tiempo atrás, cuando el tiempo aún no se contaba, sucedió que llegaron los Oxhuallagues.
Esta leyenda cala en el sentir del antiguo pueblo maya tekaleño, y es probable que la conservación de este relato en la memoria de los antiguos habitantes se deba a querer mantener el recuerdo de sus abuelos como los principales actores en la historia, mejor dicho, en el origen de la comunidad actual de Tekal de Venegas, veamos porqué:
Antes de la llegada de la Cruz, de la llegada de la espada, de los españoles, cuando todavía era de noche en el antiguo pueblo de Tekal, llegaron a él unos hombres llamados los Oxhuallagues, los trabajadores de la noche, y levantaron con sus manos las bases de piedra y tierra donde ahora está la iglesia de San Pedro, eran grandes piedras y todos sus materiales, y todo lo terminaron en breve tiempo; al finalizar se dirigieron a Izamal, la ciudad del gran Itzamná, hijo de Hunac Ku, el verdadero dios, y allí hicieron lo mismo: levantaron con piedras y estuco otros cimientos que servirían para la construcción de la iglesia de aquel lugar. Por último se dirigieron a la antigua Ichcansiho, a Thó, la que sería la Mérida de los Montejo, y como ya habían hecho en otras ocasiones, con sus hábiles manos levantaron su tercera construcción, un gran basamento que sería en el futuro para los cimientos de la Nohoch Iglesia, la Catedral de San Ildefonso.
Después de haber concluido su misión, les llegó el día y los rayos del Sol los petrificó en las paredes de sus construcciones en Mérida.
Se dice que los Oxhuallagues eran hombres de pequeña estatura que se cubrían solamente con un delantal ceñido a la cintura y que no hablaban entre ellos, en la quietud de la noche mientras trabajaban sólo se escuchaba el ruido producido por sus instrumentos y las piedras, y en sus ajetreo miraban con devoción la “Mamá Luna” que los acompañaba y les regalaba su luz.
Por Oxhuallagues era entendido que se trataba de un grupo selecto de personas, de privilegiados, de gente especialmente señalada por su inteligencia y creación.
Esta leyenda, a pesar de breve, está cargada de un hondo sentir. Llegada la conquista española, los indios mayas de Tekal fueron los que construyeron el edificio de la iglesia de San Pedro, desbarataron un antiguo edificio que sus abuelos habían levantado en la época maya, y el duro conquistador puso su pie y su bandera sobre las ruinas, y sobre esas mismas ruinas los mayas abrieron los cimientos y levantaron las nuevas paredes de un templo, cerraron sus techos, levantaron los muros del atrio, armaron sus labradas piedras en escaleras, y concluyeron la obra de un templo destinado a la religión de la Cruz del conquistador.
En el caso de Izamal, en un principio quedó como cabeza de la doctrina franciscana, mientras que Tekal permaneció como pueblo de visita y, por lo tanto, los indios de Tekal contribuyeron en la construcción de gran atrio y templo de Izamal, y para la catedral de Mérida de todos los pueblos de la región se trajeron a indios para la construcción; probablemente de Tekal haya asistido un buen número de ellos, dado que su encomendero, Diego Briceño “El Mozo”, fungía como colector para su construcción.
Las voces que aún perduran, su eco, aseguran que llegará una noche en que los Oxhuallagues regresarán a Tekal, y será en una noche de luna llena, ya que a los rayos de su luz dejarán de ser de piedra, retornarán a una nueva vida y dará comienzo su peregrinar para recorrer aquellos lugares donde dejaron sus primeras construcciones, y llegarán para dar castigo de azotes a las espaldas de quienes no supieron conservarlas o no respetaron sus obras.
Los soles se esconden, las noches de luna aparecen y desaparecen, y cada vez más se va acercando esa noche de luna llena, especialmente señalada en el concierto del tiempo, en que los Oxhuallagues regresarán a Tekal para quedarse en el pueblo donde comenzó su historia.
*Historiador. Unión de Escritores Comunitarios de Yucatán.