Cultura

Encuentro en una ciudad desierta

Conrado Roche Reyes

Primero de enero del año 2020. La ciudad está desierta totalmente. Ningún vehículo en las calles, ni en la avenida principal de la colonia donde vivía. Despertó con una espantosa resaca de la fiesta de año nuevo, y comienza una nueva época con vientos de mejoramiento en todos sentidos. Sin embargo, la ciudad dormía “la mona”. Ningún lugar había para mitigar el hambre tan atroz que sentía. El único espacio comercial abierto a esa hora –mediodía– , era la cercana tienda de conveniencia. Hacia allí dirigió sus pasos. En dicho lugar, como es obvio, las mesas compartidas estaban ocupadas por otros hambrientos. Un solo lugar estaba desocupado, en el cual se encontraba una hermosa mujer madura, de extraordinaria belleza para su edad. Frente a ella, él tomó asiento para comer lo único disponible en ese momento, un Hot Dog Vikingo, el mismo que comía la desconocida.

Ella, en ese momento, hablaba por su celular pidiendo ayuda, ya que una de las llantas de su automóvil estaba averiada. El la miraba de reojo. Aparte de los buenos días de saludo, no habían cruzado palabra alguna. Mientras comían, entró al lugar alguien que, al parecer, la conocía bien. Entonces, entre el trajín de los empleados del lugar y la avalancha de personas que entraban y salían, el sujeto la saludó efusivamente con beso en la mejilla, llamándola por su nombre, y deseándole lo mejor para el nuevo año que apenas comenzaba. El tipo, al ver a nuestro personaje sentado frente a ella, pensó que la acompañaba, así que lo saludó también afectivamente de mano, asumiendo que estaban juntos. El recién llegado se dirigió a la fila de clientes, quienes también estaban ávidos de comprar algo para comer, porque como ya dijimos, ningún lugar de la ciudad estaba abierto.

Nuestro personaje, entonces, comentó a la bella mujer que, aparentemente, su amigo recién llegado creyó que estaban juntos, a lo que ella respondió afirmativamente con una resplandeciente sonrisa. El exclamó en voz alta su pensamiento “¡brincos diera!”. Al darse cuenta de lo que había dicho, pensó que ella se ofendería con el comentario, pero contrario a eso, ella se sintió halagada, regalándole una nueva sonrisa y le dijo “muchas gracias por el cumplido”.

De ahí comenzó una amena conversación entre ellos, que avanzaba rápidamente hasta llegar al punto de intercambiar números de contacto. Fue tan rápido el “click” entre ellos, que al poco tiempo hablaban como si se conocieran de siempre, confesando con plena confianza temas muy personales. Hablaron de familia, de amigos, de gustos, de alegrías y tristezas… Para no hacer largo el cuento, estimado lector, este casual encuentro terminó en una velada en el departamento de él, gozando de la conversación, degustando una buena copa de vino y disfrutando de un agradable repertorio musical. Y así, una cosa llevó a la otra…