Fernando Muñoz Castillo
I
Conocer a Fabulística, ha sido una de las cosas más bonitas que me han sucedido, ¿por qué?
Muy sencillo:
Encontrar una mujer que ame la locura como ella, no es fácil.
Una mujer que guste de los disfraces, y cambie todos los días de reina otomana a princesa descendiente de Rarotonga, o bataclana del Teatro Lírico, cantante de cuplés del Café Colón a bailarina de a go-go a ritmo de Los Belmonts o de la voz de Roberto Jordán cantando Hazme una señal, o musa de Agustín Lara en el Teatro Politeama; Barbarella mexicana o chica sicodélica, como si fuera Angélica María en 5 de chocolate y uno de fresa, es indudablemente: ¡un agasajo!
Oírla hablar de cine mudo y cuando te lo cuenta está vestida de Teda Bara o Clara Bow, mientras canta Clara Bow de Las Leandras. ¡Es maravilloso!
Baila vestida de rumbera y menea la cadera más rápido que la Pons a ritmo del mambo La Niña Popof.
Verla absorta mirando cine con nostalgia y melancolía por lo que ya fue y no volverá a ser por más que juguemos a la moda retro, como a finales de la década de los 60 y principios de los 70 del siglo XX, y ver cómo sus ojos se llenan de lágrimas, mientras escucha a Antonio Badú cantando Rímel, de Luis Arcaraz:
Tus ojos, al llorar, húmedos ojitos,
cubrieron de cristal tu doliente faz.
Tus ojos al llorar, mojaron el rímel,
rímel que fue
marco donde yo miré tu mirar.
No dejes que jamás tus ojos se empañen
el llanto que no brota es el mejor,
no vuelvas a llorar,
no vuelvas a empañar
el rímel que enlutó mi corazón.
Verla jugar con sus muñecas de porcelana con pelo humano, traídas de Japón de antes de la 2ª Guerra Mundial, ponerse en el cuerpo esencias orientales de la India o Tailandia para danzar a ritmo de Ravi Shankar o Georges Moustaki, envuelta en sedas y algodones de Pali, ante ídolos de Bali como Mata Hari y ante mis ojos extasiados que me hacen sentir como si fuera Enrique Gómez Carrillo amante de esta espía, y que enloquece de amor modernista en París al oírle cantar La violetera a Raquel Meller, y llegar hasta el paroxismo de hacerla su esposa…
Se sabe todas las fábulas de la India, de China y de Etiopía, ha leído Las mil y una noches, ese libro de libros que se asemeja a una Matrioshka rusa.
Ayudó a Andersen, a los Grimm y a Perrault a escribir y compilar sus cuentos, es nieta de la Xtabay y prima hermana de las Nereidas y las Ninfas. Fue novia del Baudelaire de cabello tintado en color verde y estuvo presente cuando Mary Shelley leyó su Frankenstein o el moderno Prometeo.
Es gótica y mía como la mítica Hildegarda.
Continuará.